/ martes 11 de julio de 2023

La pólvora del Bukelismo

La muy discutible política salvadoreña de Nayib Bukele ha comenzado a tener sus consecuencias fuera de la pequeña nación centroamericana y estas líneas pretenden poner en contexto algunas de ellas para que sean analizadas desde la perspectiva de cada lector, es decir, desde el punto de vista que defiende la dureza de las acciones de gobierno bajo el pretexto de alcanzar la seguridad y, por el otro lado, aquellas que condenan las mismas acciones gubernamentales bajo el pretexto de defender los derechos humanos de los supuestos criminales.

Resulta que no se trata de hablar ahora de las acciones emprendidas desde el ejecutivo salvadoreño, sino cómo éstas han sido retomadas en la vida pública de otros gobiernos que ven en El Salvador una muestra de carácter y fuerza para combatir a quienes han generado miedo y violencia en el día a día de los ciudadanos, lo que ha creado grandes debates en el marco de las políticas regionales y los impactos que éstas puedan tener para con la sociedad y los negocios.

Primero, se debe mencionar a la reciente candidata presidencial y ex primera dama de Guatemala, Sandra Torres, quien, entre otras cosas, anunció que, de llegar a la presidencia de su país, seguiría la estrategia de seguridad del presidente Bukele, pero en su nación; incluso, el convencimiento y la admiración por el presidente salvadoreño es tal que otro político guatemalteco con intención de gobernar el país decidió utilizar la misma imagen de Bukele, es decir, el candidato Amilcar Rivera, tan joven como Bukele, se dejó la barba y se fotografió en sus redes sociales con una gorra, al estilo de su vecino del sur.

Otro caso es el del político argentino Santiago Cúneo, quien tiene la intención de competir por la candidatura a la presidencia de su nación y que, para darse a conocer, ha utilizado las ideas del presidente salvadoreño diciendo que se deben seguir los pasos de Bukele en la Argentina para así acabar con los problemas de fondo en la sociedad.

De hecho, no quisiera pasar por alto lo que está sucediendo en Honduras, país vecino de El Salvador (al igual que Guatemala), donde la presidenta Castro ha promovido un estado de excepción -como el de Bukele- en algunas partes del país con el pretexto de controlar a las maras y demás grupos delictivos que tienen bajo un temor constante al pueblo hondureño y que ha traído como consecuencias que los presos lleven el mismo destino de los encarcelados salvadoreños, sí, las mismas imágenes de reos rapados, semidesnudos y con mayor seguridad dentro de las cárceles.

Lo curioso es que la presidenta emanada de un partido político de izquierda, supuestamente progresista, que se oponía tajantemente a la militarización, se encuentre aplicando políticas totalmente contrarias a las que prometió en campaña, haciendo notar que su plan de gobierno haya sido un fracaso por no conseguir los resultados necesarios al grado de intentar copiar lo que se hace con su vecino.

Sin embargo, si quisiéramos seguir buscando a lo largo y ancho del continente podríamos encontrar muchos más personajes que, seguramente, tienen las mismas ideas y que ven con buenos ojos los actos y encantos que se detonan desde El Salvador donde, dicho sea de paso, se han realizado unos Juegos Centroamericanos y del Caribe con gran éxito, algo que era inimaginable en otras épocas donde reinaba el terror de la inseguridad.

Es por ello que es completamente entendible que los políticos recurran a los temas sociales que más aquejan a los de a pie, a los que históricamente han sido vulnerables y maltratados por los problemas de seguridad de las naciones en el continente; empero, hay algo que se debe considerar para no caer en populismos que puedan ahondar más las grietas sociales existentes en los pueblos, me refiero a entender que, por más que se quieran aplicar las mismas políticas, éstas no pueden funcionar de igual forma en todos lados debido a las grandes diferencias existentes en cada nación.

Y es que, al entender estos casos, basta con recordar y analizar que los contextos en los que se desenvuelven El Salvador, Honduras, Guatemala y Argentina no son los mismos. La importancia internacional y regional de estas naciones no siempre actúa en los mejores términos porque no es lo mismo gobernar una nación de 45 millones de habitantes al sur del continente en una extensión territorial de casi 3 millones de kilómetros cuadrados a una como Guatemala de poco más de 100 mil kilómetros cuadrados y una población de 17 millones de personas y luego intentar comparar los éxitos de El Salvador con sus 6 millones de habitantes repartidos en apenas 21 mil kilómetros cuadrados.

Es decir, las necesidades de los gobiernos en materia de seguridad son de carácter distinto y no podrían copiarse los resultados de una nación que ha apostado todo a la seguridad, pero que tienen un contexto completamente diferente porque, además de este tema, también se tienen que tomar en cuenta otros tales como la educación, la salud, el comercio, la economía, la inversión o la democracia, entre muchos otros. Para muestra un botón: cuando en México se contrató a Rudolph Giuliani, ex alcalde de Nueva York, para ayudar con la mitigación de la delincuencia en la Ciudad de México, nunca funcionó.

Entonces, habrá quienes se encuentren contentos con los resultados y avances que se tienen en el Salvador, pero eso no significa que las mismas estrategias vayan a funcionar en otras naciones, sobretodo porque la idea de copiar estas políticas viene de quienes no son claros candidatos a ser electos en sus naciones y se tienen que valer de algo para darse a notar y comenzar a ganar adeptos. Claro, nunca hay que descartarles, pero sí cuestionarles si es que ya han hecho el análisis correspondiente si con otras estrategias pueden solucionar los conflictos de sus naciones.

A pesar de ello, como punto final de esta reflexión, debe ser todavía más grave el hecho de que un gobierno en funciones, como lo es el de Xiomara Castro, tenga que copiar un modelo extranjero, no como los otros que presumen que si llegan al poder lo podría aplicar, sino como alguien que ya estando en el poder no ha logrado mitigar los desórdenes sociales y que, además, se jacte de ello, evidenciando así su incapacidad para gobernar y alcanzar políticas que realmente funcionen para dentro de su nación. Ahora, si fueras presidente de tu nación, ¿seguirías el modelo de Bukele?

FERNANDO ABREGO CAMARILLO es Doctor en Ciencias Administrativas por el IPN. Profesor de telesecundaria en los SEIEM además de investigador y catedrático de tiempo completo en la academia de Bloques Regionales de la Escuela Superior de Comercio y Administración Unidad Santo Tomás en el IPN. Sígalo en @fabrecam

La muy discutible política salvadoreña de Nayib Bukele ha comenzado a tener sus consecuencias fuera de la pequeña nación centroamericana y estas líneas pretenden poner en contexto algunas de ellas para que sean analizadas desde la perspectiva de cada lector, es decir, desde el punto de vista que defiende la dureza de las acciones de gobierno bajo el pretexto de alcanzar la seguridad y, por el otro lado, aquellas que condenan las mismas acciones gubernamentales bajo el pretexto de defender los derechos humanos de los supuestos criminales.

Resulta que no se trata de hablar ahora de las acciones emprendidas desde el ejecutivo salvadoreño, sino cómo éstas han sido retomadas en la vida pública de otros gobiernos que ven en El Salvador una muestra de carácter y fuerza para combatir a quienes han generado miedo y violencia en el día a día de los ciudadanos, lo que ha creado grandes debates en el marco de las políticas regionales y los impactos que éstas puedan tener para con la sociedad y los negocios.

Primero, se debe mencionar a la reciente candidata presidencial y ex primera dama de Guatemala, Sandra Torres, quien, entre otras cosas, anunció que, de llegar a la presidencia de su país, seguiría la estrategia de seguridad del presidente Bukele, pero en su nación; incluso, el convencimiento y la admiración por el presidente salvadoreño es tal que otro político guatemalteco con intención de gobernar el país decidió utilizar la misma imagen de Bukele, es decir, el candidato Amilcar Rivera, tan joven como Bukele, se dejó la barba y se fotografió en sus redes sociales con una gorra, al estilo de su vecino del sur.

Otro caso es el del político argentino Santiago Cúneo, quien tiene la intención de competir por la candidatura a la presidencia de su nación y que, para darse a conocer, ha utilizado las ideas del presidente salvadoreño diciendo que se deben seguir los pasos de Bukele en la Argentina para así acabar con los problemas de fondo en la sociedad.

De hecho, no quisiera pasar por alto lo que está sucediendo en Honduras, país vecino de El Salvador (al igual que Guatemala), donde la presidenta Castro ha promovido un estado de excepción -como el de Bukele- en algunas partes del país con el pretexto de controlar a las maras y demás grupos delictivos que tienen bajo un temor constante al pueblo hondureño y que ha traído como consecuencias que los presos lleven el mismo destino de los encarcelados salvadoreños, sí, las mismas imágenes de reos rapados, semidesnudos y con mayor seguridad dentro de las cárceles.

Lo curioso es que la presidenta emanada de un partido político de izquierda, supuestamente progresista, que se oponía tajantemente a la militarización, se encuentre aplicando políticas totalmente contrarias a las que prometió en campaña, haciendo notar que su plan de gobierno haya sido un fracaso por no conseguir los resultados necesarios al grado de intentar copiar lo que se hace con su vecino.

Sin embargo, si quisiéramos seguir buscando a lo largo y ancho del continente podríamos encontrar muchos más personajes que, seguramente, tienen las mismas ideas y que ven con buenos ojos los actos y encantos que se detonan desde El Salvador donde, dicho sea de paso, se han realizado unos Juegos Centroamericanos y del Caribe con gran éxito, algo que era inimaginable en otras épocas donde reinaba el terror de la inseguridad.

Es por ello que es completamente entendible que los políticos recurran a los temas sociales que más aquejan a los de a pie, a los que históricamente han sido vulnerables y maltratados por los problemas de seguridad de las naciones en el continente; empero, hay algo que se debe considerar para no caer en populismos que puedan ahondar más las grietas sociales existentes en los pueblos, me refiero a entender que, por más que se quieran aplicar las mismas políticas, éstas no pueden funcionar de igual forma en todos lados debido a las grandes diferencias existentes en cada nación.

Y es que, al entender estos casos, basta con recordar y analizar que los contextos en los que se desenvuelven El Salvador, Honduras, Guatemala y Argentina no son los mismos. La importancia internacional y regional de estas naciones no siempre actúa en los mejores términos porque no es lo mismo gobernar una nación de 45 millones de habitantes al sur del continente en una extensión territorial de casi 3 millones de kilómetros cuadrados a una como Guatemala de poco más de 100 mil kilómetros cuadrados y una población de 17 millones de personas y luego intentar comparar los éxitos de El Salvador con sus 6 millones de habitantes repartidos en apenas 21 mil kilómetros cuadrados.

Es decir, las necesidades de los gobiernos en materia de seguridad son de carácter distinto y no podrían copiarse los resultados de una nación que ha apostado todo a la seguridad, pero que tienen un contexto completamente diferente porque, además de este tema, también se tienen que tomar en cuenta otros tales como la educación, la salud, el comercio, la economía, la inversión o la democracia, entre muchos otros. Para muestra un botón: cuando en México se contrató a Rudolph Giuliani, ex alcalde de Nueva York, para ayudar con la mitigación de la delincuencia en la Ciudad de México, nunca funcionó.

Entonces, habrá quienes se encuentren contentos con los resultados y avances que se tienen en el Salvador, pero eso no significa que las mismas estrategias vayan a funcionar en otras naciones, sobretodo porque la idea de copiar estas políticas viene de quienes no son claros candidatos a ser electos en sus naciones y se tienen que valer de algo para darse a notar y comenzar a ganar adeptos. Claro, nunca hay que descartarles, pero sí cuestionarles si es que ya han hecho el análisis correspondiente si con otras estrategias pueden solucionar los conflictos de sus naciones.

A pesar de ello, como punto final de esta reflexión, debe ser todavía más grave el hecho de que un gobierno en funciones, como lo es el de Xiomara Castro, tenga que copiar un modelo extranjero, no como los otros que presumen que si llegan al poder lo podría aplicar, sino como alguien que ya estando en el poder no ha logrado mitigar los desórdenes sociales y que, además, se jacte de ello, evidenciando así su incapacidad para gobernar y alcanzar políticas que realmente funcionen para dentro de su nación. Ahora, si fueras presidente de tu nación, ¿seguirías el modelo de Bukele?

FERNANDO ABREGO CAMARILLO es Doctor en Ciencias Administrativas por el IPN. Profesor de telesecundaria en los SEIEM además de investigador y catedrático de tiempo completo en la academia de Bloques Regionales de la Escuela Superior de Comercio y Administración Unidad Santo Tomás en el IPN. Sígalo en @fabrecam