/ jueves 22 de julio de 2021

Nobleza del mexicano ¿Siempre?

A menudo se considera que los habitantes de las poblaciones rurales tienen un amplio conocimiento de su entorno natural. No obstante, es importante considerar ciertas tendencias. Entre más antigua sea una población humana en un lugar geográfico determinado, mayores son las posibilidades de que ésta tenga un mayor conocimiento acerca de su entorno natural. No es lo mismo una población recién fundada hace 50 años, a una que tiene siglos (lacandones, huicholes, coras, por mencionar algunos) en una región determinada. Aun cuando una población tuviera poco de haberse fundado con inmigrantes de otro estado de la república, es importante considerar el entorno (tipo de vegetación, entre otros) de donde llegan estos hipotéticos nuevos colonizadores. Si vienen de uno similar al nuevo (Selva Baja Caducifolia, p. ej.), entonces las posibilidades de conocimiento natural del nuevo lugar son elevadas; pero si vienen de alguno totalmente diferente, del Bosque de Pino-Encino (p. ej.) entonces su apropiación del ambiente sería mucho más lenta.

Existen muchos otros factores que tienen que ver con esta gran diversidad de conocimiento tradicional; el nivel de aislamiento del lugar es uno adicional, ya que no es lo mismo que un poblado rural esté localizado a 10 hrs. de una ciudad (San Cristóbal de las Casas, p. ej.) por un camino por terracería en la Sierra de Chiapas, a estar situado a 25 minutos de Cuernavaca. Las posibilidades de infiltración cultural y comercial son mayores en el segundo caso y, por lo tanto, las oportunidades de contacto y relación continua del ser humano con el entorno natural se disminuyen fuertemente.

Pero, en términos generales, la gente de campo en sí es muy bella. Es inocente y muy bien intencionada. He aprendido mucho de los sabios mexicanos, no de todos. Porque hay algunos que sí saben mucho de plantas (p. ej.) y a ese tema he dedicado parte de mi carrera profesional. Es más, es tanto el interés de ayudarnos y sentirse útiles, que algunas veces esta gente de campo, hasta comparte lo que no saben y esto, en sí, es muy noble; por ejemplo, algunas veces con tal de “ayudarnos” nos dan referencias incorrectas de cómo llegar a un paraje. Es decir, algunas veces sí afecta el desempeño de uno como biólogo. Recuerdo, que a menudo, para saber qué tanto conoce una persona de plantas y puede ayudarme, a mi, como aprendiz de botánica. Esto lo hago a partir de algunas preguntas que yo sí sé la respuesta, para de esta forma, “seleccionar” los posibles informantes. Es decir, hay gente que sabe infinitamente más que otros: afortunadamente, no todos “somos iguales”.

Por eso mismo nunca he entendido por qué cierta gente asalta a los camiones o tráileres que lamentablemente chocan en alguna carretera de México. Este fin de semana anterior, hubo varios accidentes de este tipo. Ese producto (comida, p. ej.) que transportan dichos vehículos no es nuestro, entonces ¿por qué lo robamos? especialmente cuando además este hecho es antecedido por alguna gran tragedia, por el choque mismo. Ahí es cuando me gusta mucho un dicho del actual presidente de México: “no somos iguales”. Lo que no comparto es que nos comportemos como eso: “iguales”. Lo que pienso en estos casos -entre muchos sentimientos- es que muchas veces ni siquiera son productos de primera necesidad, el “objetivo” es eso: robar.

Los mexicanos debemos partir de un cierto tipo de valores mínimos. No se trata de “apapachar” a los que tienen ciertas desviaciones morales, sino más bien que tengan ciertas actitudes de respeto al prójimo. Por lo tanto, sí podemos aprender ciertas cosas como lo es, no tirar basura inadecuadamente (que después taponean las alcantarillas). El aprendizaje es una gran adaptación del ser humano.

Por eso, como bien dice el presidente “no somos iguales”, pero sí debemos hacer lo mismo ¿moralmente hablando? ¿o no?


A menudo se considera que los habitantes de las poblaciones rurales tienen un amplio conocimiento de su entorno natural. No obstante, es importante considerar ciertas tendencias. Entre más antigua sea una población humana en un lugar geográfico determinado, mayores son las posibilidades de que ésta tenga un mayor conocimiento acerca de su entorno natural. No es lo mismo una población recién fundada hace 50 años, a una que tiene siglos (lacandones, huicholes, coras, por mencionar algunos) en una región determinada. Aun cuando una población tuviera poco de haberse fundado con inmigrantes de otro estado de la república, es importante considerar el entorno (tipo de vegetación, entre otros) de donde llegan estos hipotéticos nuevos colonizadores. Si vienen de uno similar al nuevo (Selva Baja Caducifolia, p. ej.), entonces las posibilidades de conocimiento natural del nuevo lugar son elevadas; pero si vienen de alguno totalmente diferente, del Bosque de Pino-Encino (p. ej.) entonces su apropiación del ambiente sería mucho más lenta.

Existen muchos otros factores que tienen que ver con esta gran diversidad de conocimiento tradicional; el nivel de aislamiento del lugar es uno adicional, ya que no es lo mismo que un poblado rural esté localizado a 10 hrs. de una ciudad (San Cristóbal de las Casas, p. ej.) por un camino por terracería en la Sierra de Chiapas, a estar situado a 25 minutos de Cuernavaca. Las posibilidades de infiltración cultural y comercial son mayores en el segundo caso y, por lo tanto, las oportunidades de contacto y relación continua del ser humano con el entorno natural se disminuyen fuertemente.

Pero, en términos generales, la gente de campo en sí es muy bella. Es inocente y muy bien intencionada. He aprendido mucho de los sabios mexicanos, no de todos. Porque hay algunos que sí saben mucho de plantas (p. ej.) y a ese tema he dedicado parte de mi carrera profesional. Es más, es tanto el interés de ayudarnos y sentirse útiles, que algunas veces esta gente de campo, hasta comparte lo que no saben y esto, en sí, es muy noble; por ejemplo, algunas veces con tal de “ayudarnos” nos dan referencias incorrectas de cómo llegar a un paraje. Es decir, algunas veces sí afecta el desempeño de uno como biólogo. Recuerdo, que a menudo, para saber qué tanto conoce una persona de plantas y puede ayudarme, a mi, como aprendiz de botánica. Esto lo hago a partir de algunas preguntas que yo sí sé la respuesta, para de esta forma, “seleccionar” los posibles informantes. Es decir, hay gente que sabe infinitamente más que otros: afortunadamente, no todos “somos iguales”.

Por eso mismo nunca he entendido por qué cierta gente asalta a los camiones o tráileres que lamentablemente chocan en alguna carretera de México. Este fin de semana anterior, hubo varios accidentes de este tipo. Ese producto (comida, p. ej.) que transportan dichos vehículos no es nuestro, entonces ¿por qué lo robamos? especialmente cuando además este hecho es antecedido por alguna gran tragedia, por el choque mismo. Ahí es cuando me gusta mucho un dicho del actual presidente de México: “no somos iguales”. Lo que no comparto es que nos comportemos como eso: “iguales”. Lo que pienso en estos casos -entre muchos sentimientos- es que muchas veces ni siquiera son productos de primera necesidad, el “objetivo” es eso: robar.

Los mexicanos debemos partir de un cierto tipo de valores mínimos. No se trata de “apapachar” a los que tienen ciertas desviaciones morales, sino más bien que tengan ciertas actitudes de respeto al prójimo. Por lo tanto, sí podemos aprender ciertas cosas como lo es, no tirar basura inadecuadamente (que después taponean las alcantarillas). El aprendizaje es una gran adaptación del ser humano.

Por eso, como bien dice el presidente “no somos iguales”, pero sí debemos hacer lo mismo ¿moralmente hablando? ¿o no?