/ viernes 22 de abril de 2022

Tres años, sí es algo

Esta semana escuché por parte del señor presidente de México la palabra psuedo-ambientalistas y me quedé perplejo, especialmente cuando el gobierno federal sigue sin apoyar ni impulsar proyectos sólidos y sustentados en la ciencia.

Dijera Andrés Manuel: “No todos somos iguales”; y esto es muy cierto, existen ambientalistas de “moda” pero no son todos, especialmente los que sí son investigadores, y quienes han aportado a la ciencia desde hace mucho tiempo. Pero también debemos aceptar que a menudo es difícil distinguirlos. Creer que son lo mismo es precisamente una de las características de un gobierno que no cree en la ciencia. Por eso, y muchas cosas más, es que se inventó la ciencia y, por lo tanto, el método científico y ha servido de mucho, especialmente para el ser humano. Si no, es necesario ver el impacto que ésta (la ciencia) ha tenido en muchos temas relacionados con el ser humano, sobresaliendo la reciente la pandemia que originó el SARS-CoV-2. Es decir, la basta e invaluable información virológica usada para esta reciente tragedia en el planeta fue sólo uno de los ejemplos más importantes en la última década de la gran importancia de la ciencia. Es decir, lo que se ha hecho en investigación no está basado en conjeturas, cosas que sí pululan en muchas otras áreas de la política.

Hablando de plantas, por ejemplo, una especie vegetal es nativa o no de un lugar determinado, no depende de cómo los seres humanos (SH) la consideremos. Existen especies endémicas de Madagascar en la región centro sur este de África, y eso origina la gran diversidad de ecosistemas del planeta y, por otro lado, la presencia de ciertas peculiaridades de estos. Es decir, si una especie es endémica (o no de un sitio) no depende del SH o de algún político. Habrá algunos casos en que se preste al debate académico, pero ya depende de casos particulares, no del SH como tal.

Insisto, debemos evitar esta confrontación malsana que “fundamenta” que hay dos grupos: los buenos y los malos. Por supuesto que han existido gobiernos anteriores con muchas torpezas. Pero ni todo lo nuevo, o todo lo viejo, es bueno o malo; si esto es cierto, ¿por qué cerrarse a lo “diferente”? Por eso cada seis años estamos inventando un nuevo país. Esto -además- demuestra que muchos somos muy arrogantes, por decir lo menos. Lo que ocurrió el anterior domingo, al no avalar (varios partidos) la iniciativa relacionada con la Ley eléctrica de CFE del gobierno federal, es un ejemplo más de lo anterior. En tiempos actuales vemos un impresionante riesgo; es por ello posiblemente que los científicos le daremos la espalda a la 4T, o mínimo ignorar sus pírricos y discursivos logros. Lo cual es lamentable, tomando en cuenta los grandes alcances planteados, sobresaliendo la erradicación de la lacerante corrupción. Aunado a esto, los ambientalistas académicos no debemos fomentar el trillado discurso de creer que el petróleo es básicamente el centro filosófico de la propuesta; esto, no sólo es añejo y anticuado, sino anacrónico.

Lo que es un hecho es que ya sabemos que el gobierno federal actual no es infalible, así lo han demostrado los diversos funcionarios. Varios de los anteriores Secretarios de Estado eran prominentes en su esfera académica; actualmente ninguno básicamente ha mostrado liderazgo académico y ejecutivo para desarrollar su trabajo; siguen amparados en el discurso presidencial. Cuando mucho, en algunos casos, se ha dado cierta evidencia de su honestidad; eso es importante, pero no suficiente en ningún caso, menos en una dependencia de alto nivel.

Mientras sigan así, seguirán apareciendo personajes no tan bien intencionados -incluso- de la “izquierda”. Pero este cambio (para bien) será fomentado principalmente por toda la sociedad que apoye a la 4T. De otra manera, esta transformación será una especie que duró muy poco tiempo en la evolución de la tierra y muy posiblemente irá rumbo a la extinción, ojalá que no.

Qué lástima que ya queden nada menos de tres años de este sexenio, lo demás será sólo pretérito. Sin embargo, insistimos, todavía hay tiempo de recapacitar y quizá tener una de las mejores presidencias de la historia de México... sólo el tiempo lo dirá.


Esta semana escuché por parte del señor presidente de México la palabra psuedo-ambientalistas y me quedé perplejo, especialmente cuando el gobierno federal sigue sin apoyar ni impulsar proyectos sólidos y sustentados en la ciencia.

Dijera Andrés Manuel: “No todos somos iguales”; y esto es muy cierto, existen ambientalistas de “moda” pero no son todos, especialmente los que sí son investigadores, y quienes han aportado a la ciencia desde hace mucho tiempo. Pero también debemos aceptar que a menudo es difícil distinguirlos. Creer que son lo mismo es precisamente una de las características de un gobierno que no cree en la ciencia. Por eso, y muchas cosas más, es que se inventó la ciencia y, por lo tanto, el método científico y ha servido de mucho, especialmente para el ser humano. Si no, es necesario ver el impacto que ésta (la ciencia) ha tenido en muchos temas relacionados con el ser humano, sobresaliendo la reciente la pandemia que originó el SARS-CoV-2. Es decir, la basta e invaluable información virológica usada para esta reciente tragedia en el planeta fue sólo uno de los ejemplos más importantes en la última década de la gran importancia de la ciencia. Es decir, lo que se ha hecho en investigación no está basado en conjeturas, cosas que sí pululan en muchas otras áreas de la política.

Hablando de plantas, por ejemplo, una especie vegetal es nativa o no de un lugar determinado, no depende de cómo los seres humanos (SH) la consideremos. Existen especies endémicas de Madagascar en la región centro sur este de África, y eso origina la gran diversidad de ecosistemas del planeta y, por otro lado, la presencia de ciertas peculiaridades de estos. Es decir, si una especie es endémica (o no de un sitio) no depende del SH o de algún político. Habrá algunos casos en que se preste al debate académico, pero ya depende de casos particulares, no del SH como tal.

Insisto, debemos evitar esta confrontación malsana que “fundamenta” que hay dos grupos: los buenos y los malos. Por supuesto que han existido gobiernos anteriores con muchas torpezas. Pero ni todo lo nuevo, o todo lo viejo, es bueno o malo; si esto es cierto, ¿por qué cerrarse a lo “diferente”? Por eso cada seis años estamos inventando un nuevo país. Esto -además- demuestra que muchos somos muy arrogantes, por decir lo menos. Lo que ocurrió el anterior domingo, al no avalar (varios partidos) la iniciativa relacionada con la Ley eléctrica de CFE del gobierno federal, es un ejemplo más de lo anterior. En tiempos actuales vemos un impresionante riesgo; es por ello posiblemente que los científicos le daremos la espalda a la 4T, o mínimo ignorar sus pírricos y discursivos logros. Lo cual es lamentable, tomando en cuenta los grandes alcances planteados, sobresaliendo la erradicación de la lacerante corrupción. Aunado a esto, los ambientalistas académicos no debemos fomentar el trillado discurso de creer que el petróleo es básicamente el centro filosófico de la propuesta; esto, no sólo es añejo y anticuado, sino anacrónico.

Lo que es un hecho es que ya sabemos que el gobierno federal actual no es infalible, así lo han demostrado los diversos funcionarios. Varios de los anteriores Secretarios de Estado eran prominentes en su esfera académica; actualmente ninguno básicamente ha mostrado liderazgo académico y ejecutivo para desarrollar su trabajo; siguen amparados en el discurso presidencial. Cuando mucho, en algunos casos, se ha dado cierta evidencia de su honestidad; eso es importante, pero no suficiente en ningún caso, menos en una dependencia de alto nivel.

Mientras sigan así, seguirán apareciendo personajes no tan bien intencionados -incluso- de la “izquierda”. Pero este cambio (para bien) será fomentado principalmente por toda la sociedad que apoye a la 4T. De otra manera, esta transformación será una especie que duró muy poco tiempo en la evolución de la tierra y muy posiblemente irá rumbo a la extinción, ojalá que no.

Qué lástima que ya queden nada menos de tres años de este sexenio, lo demás será sólo pretérito. Sin embargo, insistimos, todavía hay tiempo de recapacitar y quizá tener una de las mejores presidencias de la historia de México... sólo el tiempo lo dirá.