/ viernes 24 de septiembre de 2021

Gaslight

Gaslight es una película que narra cómo la joven sobrina de una afamada cantante de ópera, asesinada sin encontrar a su homicida, conoce a un apuesto caballero del que se enamora y luego contraen nupcias casi instantáneamente.

La trama se dibuja cuando el matrimonio decide mudarse a la vieja mansión de la difunta tía y su esposo, en realidad un cazafortunas, comienza a maquinar una serie de acciones para lograr hacerse con la herencia.

En diversas ocasiones intenta hacerle creer a la joven novia que ha perdido la cordura: esconde objetos que utiliza con frecuencia, a veces los cambia de sitio, modifica la intensidad de la luz en las lámparas de gas, incluso sube al ático de la casona y golpea el tejado de su cuarto para asustarla con ruidos extraños. Y siempre que la protagonista intenta encontrar una explicación o pedir la compresión de su esposo, él insiste vehementemente que todo son alucinaciones suyas. No permitiéndole salir, aislándola de la ciudad y de las personas, la orilla a creer que está descendiendo por el umbral de la locura.

Aunque el término gaslight suele utilizarse para señalar la manipulación y chantaje que hombres infligen en sus parejas para cuestionar la veracidad de lo que perciben y sienten, no es en realidad una terminación exclusiva de ellos. Es posible encontrar el mismo patrón, con los mismos resultados, en diferentes situaciones. Por decirlo así, el gaslight es hacer creer a un individuo, con medidas a veces poco visibles, pero siempre manipuladoras, algo que el otro quiere.

De hecho, podemos encontrarlo en situaciones que algunos municipios han padecido durante las últimas semanas a causa de las lluvias constantes. Casi instintivamente, al escuchar o ver noticias sobre catástrofes como inundaciones en casas, desbordamientos de ríos o personas que mueren ahogadas por los daños colaterales, se atribuyen la culpa a ellos mismos, debido a su falta de precaución e inconsciencia. Y se evade, imperceptiblemente, el verdadero problema.

No se trata de aminorar la culpa de los que tiran basura en la vía pública ni tampoco señalar la imprudencia de construir viviendas en zonas de riesgo; es importante reconocer que, en buena medida, todos son culpables, aunque eso no significa que todos tengan el mismo grado de responsabilidad. En realidad, si tuviese que señalarse al primer implicado serían las autoridades responsables que, por negligencia o corrupción, permiten la prosecución de tales actos.

La ausencia del Estado es tan grande que el individuo llega a creer que es responsabilidad suya encontrar la solución a problemas que apenas puede encarar, como los desastres sufridos recientemente. No es extraño que localidades y casas erigidas en zonas prohibidas se inunden. Tampoco es raro que no se acaten normas para el reciclaje de plásticos, que después obstruyen los poco eficientes sistemas de alcantarillado.

Hacía el final de la película, después de largos altercados, la protagonista por fin descubre que su esposo no sólo ha estado haciéndole creer que pierde la cordura, sino que él mismo es el homicida de su tía, y con ayuda de un inspector que devela las pistas faltantes del crimen, es detenido. De manera similar, parece que la mayoría de la población, sin saber quién es realmente responsable de los actos que están fuera de su control y orillados en la soledad sin respuestas, intentan seguir las huellas de lo que creen que los conducirá a la raíz del problema, para una vez más, culparse a sí mismos.

Gaslight es una película que narra cómo la joven sobrina de una afamada cantante de ópera, asesinada sin encontrar a su homicida, conoce a un apuesto caballero del que se enamora y luego contraen nupcias casi instantáneamente.

La trama se dibuja cuando el matrimonio decide mudarse a la vieja mansión de la difunta tía y su esposo, en realidad un cazafortunas, comienza a maquinar una serie de acciones para lograr hacerse con la herencia.

En diversas ocasiones intenta hacerle creer a la joven novia que ha perdido la cordura: esconde objetos que utiliza con frecuencia, a veces los cambia de sitio, modifica la intensidad de la luz en las lámparas de gas, incluso sube al ático de la casona y golpea el tejado de su cuarto para asustarla con ruidos extraños. Y siempre que la protagonista intenta encontrar una explicación o pedir la compresión de su esposo, él insiste vehementemente que todo son alucinaciones suyas. No permitiéndole salir, aislándola de la ciudad y de las personas, la orilla a creer que está descendiendo por el umbral de la locura.

Aunque el término gaslight suele utilizarse para señalar la manipulación y chantaje que hombres infligen en sus parejas para cuestionar la veracidad de lo que perciben y sienten, no es en realidad una terminación exclusiva de ellos. Es posible encontrar el mismo patrón, con los mismos resultados, en diferentes situaciones. Por decirlo así, el gaslight es hacer creer a un individuo, con medidas a veces poco visibles, pero siempre manipuladoras, algo que el otro quiere.

De hecho, podemos encontrarlo en situaciones que algunos municipios han padecido durante las últimas semanas a causa de las lluvias constantes. Casi instintivamente, al escuchar o ver noticias sobre catástrofes como inundaciones en casas, desbordamientos de ríos o personas que mueren ahogadas por los daños colaterales, se atribuyen la culpa a ellos mismos, debido a su falta de precaución e inconsciencia. Y se evade, imperceptiblemente, el verdadero problema.

No se trata de aminorar la culpa de los que tiran basura en la vía pública ni tampoco señalar la imprudencia de construir viviendas en zonas de riesgo; es importante reconocer que, en buena medida, todos son culpables, aunque eso no significa que todos tengan el mismo grado de responsabilidad. En realidad, si tuviese que señalarse al primer implicado serían las autoridades responsables que, por negligencia o corrupción, permiten la prosecución de tales actos.

La ausencia del Estado es tan grande que el individuo llega a creer que es responsabilidad suya encontrar la solución a problemas que apenas puede encarar, como los desastres sufridos recientemente. No es extraño que localidades y casas erigidas en zonas prohibidas se inunden. Tampoco es raro que no se acaten normas para el reciclaje de plásticos, que después obstruyen los poco eficientes sistemas de alcantarillado.

Hacía el final de la película, después de largos altercados, la protagonista por fin descubre que su esposo no sólo ha estado haciéndole creer que pierde la cordura, sino que él mismo es el homicida de su tía, y con ayuda de un inspector que devela las pistas faltantes del crimen, es detenido. De manera similar, parece que la mayoría de la población, sin saber quién es realmente responsable de los actos que están fuera de su control y orillados en la soledad sin respuestas, intentan seguir las huellas de lo que creen que los conducirá a la raíz del problema, para una vez más, culparse a sí mismos.