/ viernes 21 de abril de 2023

El índice del miedo

En la jerga de los economistas financieros se suele utilizar de forma irónica el nombre índice miedo al indicador que analiza la volatilidad de los mercados financieros. Por decirlo sencillo, es un índice que se encarga de medir la incertidumbre con relación a las inversiones en los últimos treinta días. Si comienzan a desplomarse las acciones, entonces se crea inseguridad y es mal momento para invertir. De ahí su nombre.

No son pocos los indicadores que intentan medir la volatilidad, crisis o momentos de incertidumbre. Incluso existen parámetros para analizar si es el momento ideal de invertir capital en los países durante momentos de inestabilidad política. Un ejemplo son las elecciones del 2018 cuando, antes de tomar protesta el actual presidente, varias empresas en el mercado comenzaban a movilizar sus inversiones a otros países por miedo a sus comentarios proteccionistas.

De hecho, analizándolo desde el punto de vista temporal, los índices de volatilidad no son sino un intento de medir el futuro con una serie de métricas y parámetros obtenidos con información del presente. Y aunque utilizan métodos bastante refinados y complejos, no dejan de ser una suerte de pronóstico. Incluso podría decirse que una persona normal, en la vida cotidiana, tiende a crear sus propias mediciones de incertidumbre, aunque más rudimentarias.

Marc Auge sostiene que nuestra época es un tiempo de miedo. El individuo de hoy está constantemente sometido a una serie de incertidumbres y vulnerabilidades que antes no existían y que sobre todo, persisten. Por ejemplo, en la vida de un adulto promedio podría decirse que su mayor miedo no solo se basa en la inseguridad en la que vive, llena de asaltos, secuestros y extorsiones; también en la constante posibilidad de perder su empleo, ya sea por crisis económicas o la competencia con otros compañeros.

Y si se exacerba aún más, el hecho de ser constantemente violentado socialmente por discriminaciones raciales o clasistas subyace un telón de fondo biológico, en el que una vida de sedentarismo y mala alimentación merma a diario la salud. Esta es una época de cáncer, diabetes y problemas cardíacos. Por si fuera poco, la mayoría de las personas presentan cuadros de ansiedad, angustia, síndromes de burnout y depresión.

No se trata de que las personas se han vuelto más paranoicas y ven señales de riesgo por todos lados, sino que muchos son conscientes que un accidente en carretera, un despido, la impostergable vejez, incluso la aparición de una nueva vacante en el trabajo puede ser el motivo de una alarma seria que cambie la vida para siempre. Y nadie escapa de tales miedos.

El índice del miedo no se trata únicamente de analizar la posibilidad del colapso, sino hasta qué punto el nivel puede ser tan delicado que casi cualquier cosa puede aumentar el riesgo final. En las finanzas, cuando las acciones son volátiles se pierde capital y las inversiones cesan. Pero cuando una persona está sometida a niveles extremos en su propio índice del miedo ¿Qué es lo que pasa?

En la jerga de los economistas financieros se suele utilizar de forma irónica el nombre índice miedo al indicador que analiza la volatilidad de los mercados financieros. Por decirlo sencillo, es un índice que se encarga de medir la incertidumbre con relación a las inversiones en los últimos treinta días. Si comienzan a desplomarse las acciones, entonces se crea inseguridad y es mal momento para invertir. De ahí su nombre.

No son pocos los indicadores que intentan medir la volatilidad, crisis o momentos de incertidumbre. Incluso existen parámetros para analizar si es el momento ideal de invertir capital en los países durante momentos de inestabilidad política. Un ejemplo son las elecciones del 2018 cuando, antes de tomar protesta el actual presidente, varias empresas en el mercado comenzaban a movilizar sus inversiones a otros países por miedo a sus comentarios proteccionistas.

De hecho, analizándolo desde el punto de vista temporal, los índices de volatilidad no son sino un intento de medir el futuro con una serie de métricas y parámetros obtenidos con información del presente. Y aunque utilizan métodos bastante refinados y complejos, no dejan de ser una suerte de pronóstico. Incluso podría decirse que una persona normal, en la vida cotidiana, tiende a crear sus propias mediciones de incertidumbre, aunque más rudimentarias.

Marc Auge sostiene que nuestra época es un tiempo de miedo. El individuo de hoy está constantemente sometido a una serie de incertidumbres y vulnerabilidades que antes no existían y que sobre todo, persisten. Por ejemplo, en la vida de un adulto promedio podría decirse que su mayor miedo no solo se basa en la inseguridad en la que vive, llena de asaltos, secuestros y extorsiones; también en la constante posibilidad de perder su empleo, ya sea por crisis económicas o la competencia con otros compañeros.

Y si se exacerba aún más, el hecho de ser constantemente violentado socialmente por discriminaciones raciales o clasistas subyace un telón de fondo biológico, en el que una vida de sedentarismo y mala alimentación merma a diario la salud. Esta es una época de cáncer, diabetes y problemas cardíacos. Por si fuera poco, la mayoría de las personas presentan cuadros de ansiedad, angustia, síndromes de burnout y depresión.

No se trata de que las personas se han vuelto más paranoicas y ven señales de riesgo por todos lados, sino que muchos son conscientes que un accidente en carretera, un despido, la impostergable vejez, incluso la aparición de una nueva vacante en el trabajo puede ser el motivo de una alarma seria que cambie la vida para siempre. Y nadie escapa de tales miedos.

El índice del miedo no se trata únicamente de analizar la posibilidad del colapso, sino hasta qué punto el nivel puede ser tan delicado que casi cualquier cosa puede aumentar el riesgo final. En las finanzas, cuando las acciones son volátiles se pierde capital y las inversiones cesan. Pero cuando una persona está sometida a niveles extremos en su propio índice del miedo ¿Qué es lo que pasa?