/ sábado 8 de abril de 2023

La nueva perspectiva en historia

Siempre ha sido una táctica patriótica crear una historia oficial en la que un país pueda edificar su propia identidad nacional, incluso imponiendo a otros su misma versión. Ningún país está exento en asumir la total serie de acontecimientos de los que pueda enorgullecerse, ya que en la mayoría se desarrollaron eventos bélicos, lleno de traiciones y violentas afrentas. Por supuesto, durante largo tiempo las personas no se cuestionaban tales acciones.

Según Demedicis, una de las razones por las que se comienza a cuestionar la historia es debido a la proliferación de medios de consulta que son accesibles gracias al internet y a los procesos de la globalización. En realidad, en este punto de la historia el individuo promedio tiene más probabilidades de conocer una versión más íntegra y detallada de un suceso que en otras épocas, cuando los recursos eran bien limitados y, hasta cierto punto, censurados. De ninguna manera significa que la historia cambie, porque son eventos congelados en el pasado, sino que hay un acercamiento más consistente y diverso a ella.

En México el individuo tenía acceso a la historia de la manera más rápida y sencilla: la escuela. Y era por medio de cuadernillos y libros cuidadosamente seleccionados. De hecho, fuera del ámbito académico era muy raro que alguien tuviera la convicción de conocer con más profundidad, analizar otras fuentes o tener elementos críticos que le permitieran tener un acervo más sustancial. La historia que sabían, normalmente, era la oficial.

Un ejemplo evidente en nuestros días son las continuas críticas sobre individuos históricos canonizados como héroes. Benito Juárez, uno de los pilares de la nación mexicana, ya no es visto tanto por su separación del estado y la iglesia, sino por su constante decisión de mantener el poder y dividir las facciones liberales con mejores proyectos de nación. En su contra parte las figuras revestidas como villanos ahora son menos oscuras; Porfirio Díaz ya no es tomado como un dictador y genocida, sino como individuo que estaba dispuesto a traer, a cualquier precio, la industrialización y el crecimiento.

Y lo mismo ocurre con acontecimientos que enorgullecen al país: el zapatismo en realidad fue un evento tremendamente exagerado, en el que apenas tenía un verdadero proyecto agrícola contundente, fuera de reparticiones de tierras que fueron pobremente trabajadas y que se sigue sosteniendo, no lograron un cometido de gran calado. Igualmente, la conmemoración del día de muertos fue una suerte de romantización del pasado prehispánico, que ahora se sabe, no es privativo del país, ya que en otras partes de Latinoamérica tienen características sorprendentemente similares.

Esto no significa que la vida futura del país cambiará ahora y para siempre, ni mucho menos que la identidad del mexicano tendrá una ruptura insalvable; de hecho, difícilmente la historia oficial hará cambios sustanciales. No obstante, lo verdaderamente importante de esta nueva perspectiva en la historia es que el individuo promedio tiene más confianza en criticar el pasado enseñado e impartido en la escuela.

Y lo que es más, saber que probablemente en el presente sigan ocurriendo tales censuras, recortes y exageraciones. Hasta la fecha no se sabe por medios oficiales lo que ocurrió con el caso Ayotzinapa, ni siquiera se han hecho comentarios contundentes sobre la matanza de Tlatelolco. Así, lo importante no son las omisiones de un pasado arrebatado y modificado, sino las escaramuzas que pueden ocurrir en el futuro.

Siempre ha sido una táctica patriótica crear una historia oficial en la que un país pueda edificar su propia identidad nacional, incluso imponiendo a otros su misma versión. Ningún país está exento en asumir la total serie de acontecimientos de los que pueda enorgullecerse, ya que en la mayoría se desarrollaron eventos bélicos, lleno de traiciones y violentas afrentas. Por supuesto, durante largo tiempo las personas no se cuestionaban tales acciones.

Según Demedicis, una de las razones por las que se comienza a cuestionar la historia es debido a la proliferación de medios de consulta que son accesibles gracias al internet y a los procesos de la globalización. En realidad, en este punto de la historia el individuo promedio tiene más probabilidades de conocer una versión más íntegra y detallada de un suceso que en otras épocas, cuando los recursos eran bien limitados y, hasta cierto punto, censurados. De ninguna manera significa que la historia cambie, porque son eventos congelados en el pasado, sino que hay un acercamiento más consistente y diverso a ella.

En México el individuo tenía acceso a la historia de la manera más rápida y sencilla: la escuela. Y era por medio de cuadernillos y libros cuidadosamente seleccionados. De hecho, fuera del ámbito académico era muy raro que alguien tuviera la convicción de conocer con más profundidad, analizar otras fuentes o tener elementos críticos que le permitieran tener un acervo más sustancial. La historia que sabían, normalmente, era la oficial.

Un ejemplo evidente en nuestros días son las continuas críticas sobre individuos históricos canonizados como héroes. Benito Juárez, uno de los pilares de la nación mexicana, ya no es visto tanto por su separación del estado y la iglesia, sino por su constante decisión de mantener el poder y dividir las facciones liberales con mejores proyectos de nación. En su contra parte las figuras revestidas como villanos ahora son menos oscuras; Porfirio Díaz ya no es tomado como un dictador y genocida, sino como individuo que estaba dispuesto a traer, a cualquier precio, la industrialización y el crecimiento.

Y lo mismo ocurre con acontecimientos que enorgullecen al país: el zapatismo en realidad fue un evento tremendamente exagerado, en el que apenas tenía un verdadero proyecto agrícola contundente, fuera de reparticiones de tierras que fueron pobremente trabajadas y que se sigue sosteniendo, no lograron un cometido de gran calado. Igualmente, la conmemoración del día de muertos fue una suerte de romantización del pasado prehispánico, que ahora se sabe, no es privativo del país, ya que en otras partes de Latinoamérica tienen características sorprendentemente similares.

Esto no significa que la vida futura del país cambiará ahora y para siempre, ni mucho menos que la identidad del mexicano tendrá una ruptura insalvable; de hecho, difícilmente la historia oficial hará cambios sustanciales. No obstante, lo verdaderamente importante de esta nueva perspectiva en la historia es que el individuo promedio tiene más confianza en criticar el pasado enseñado e impartido en la escuela.

Y lo que es más, saber que probablemente en el presente sigan ocurriendo tales censuras, recortes y exageraciones. Hasta la fecha no se sabe por medios oficiales lo que ocurrió con el caso Ayotzinapa, ni siquiera se han hecho comentarios contundentes sobre la matanza de Tlatelolco. Así, lo importante no son las omisiones de un pasado arrebatado y modificado, sino las escaramuzas que pueden ocurrir en el futuro.