/ viernes 5 de mayo de 2023

La representación y los partidos

Resulta irónico que, después de los grandes procesos democráticos y las luchas por obtener mayores derechos, todavía se hable de problemas en la democracia. Es cierto que muchas cosas han mejorado en México desde el siglo anterior, pero también es verdad que, a pesar de los avances, la democracia sigue presentando problemas y no parece estar del todo consolidada, e incluso parece estar retrocediendo.

En particular, el sistema electoral y el sistema de partidos en México han llegado a un punto álgido en el que se presume que hay problemas serios, y hay una tentativa de reformar todo de nuevo, pero no se sabe con certeza si las cosas mejorarán. La mayoría de las veces, esto ocurre porque los actores en turno siempre quieren conseguir cuotas propias para mantener su posición de poder.

Probablemente, el problema que ha adquirido mayor relevancia en los últimos años es el tema de la representación. Desde que la competencia entre partidos se ha intensificado, las disputas en los procesos electorales se han vuelto más acérrimas, y la rivalidad por ocupar cargos públicos ha aumentado. Esto no solo se basa en la contienda, que difícilmente no tendrá matices de guerra sucia, sino también en la delicadeza y volatilidad en la que se desarrollan.

Pero el meollo del asunto es que la representación ya no se basa tanto en el deseo de que la población se sienta identificada y representada, sino que la mayoría de las veces se basa únicamente en cuotas y arreglos que deben cumplirse. No podemos decir que no exista una representación en términos legales; se celebran elecciones con amplios márgenes de legitimidad, se tiene un mínimo de certidumbre sobre las reglas y existen ganadores. Existe representación legal.

Sin embargo, no siempre se goza de una representación cualitativa. Debido a que, dentro de los grandes procesos democráticos, los partidos se han fortalecido tanto que se han convertido en instituciones con un gran protagonismo en la vida política del país, al punto de que algunos autores comienzan a llamar a México una partidocracia.

La crisis de representación que tenemos a menudo se ve reflejada de otra manera, como pérdida de legitimidad y desconfianza en los partidos políticos, incluso en la aparición apabullante de nuevos partidos políticos, lo que contribuye aún más a la volatilidad de la representación. Del mismo modo, las personas ya no tienen una verdadera identidad partidista y no tienen la posibilidad de fomentar su cultura política. La crisis de representación, el abstencionismo y la apatía hacia la política son los que verdaderamente están generando inestabilidad en el ámbito público.

Resulta irónico que, después de los grandes procesos democráticos y las luchas por obtener mayores derechos, todavía se hable de problemas en la democracia. Es cierto que muchas cosas han mejorado en México desde el siglo anterior, pero también es verdad que, a pesar de los avances, la democracia sigue presentando problemas y no parece estar del todo consolidada, e incluso parece estar retrocediendo.

En particular, el sistema electoral y el sistema de partidos en México han llegado a un punto álgido en el que se presume que hay problemas serios, y hay una tentativa de reformar todo de nuevo, pero no se sabe con certeza si las cosas mejorarán. La mayoría de las veces, esto ocurre porque los actores en turno siempre quieren conseguir cuotas propias para mantener su posición de poder.

Probablemente, el problema que ha adquirido mayor relevancia en los últimos años es el tema de la representación. Desde que la competencia entre partidos se ha intensificado, las disputas en los procesos electorales se han vuelto más acérrimas, y la rivalidad por ocupar cargos públicos ha aumentado. Esto no solo se basa en la contienda, que difícilmente no tendrá matices de guerra sucia, sino también en la delicadeza y volatilidad en la que se desarrollan.

Pero el meollo del asunto es que la representación ya no se basa tanto en el deseo de que la población se sienta identificada y representada, sino que la mayoría de las veces se basa únicamente en cuotas y arreglos que deben cumplirse. No podemos decir que no exista una representación en términos legales; se celebran elecciones con amplios márgenes de legitimidad, se tiene un mínimo de certidumbre sobre las reglas y existen ganadores. Existe representación legal.

Sin embargo, no siempre se goza de una representación cualitativa. Debido a que, dentro de los grandes procesos democráticos, los partidos se han fortalecido tanto que se han convertido en instituciones con un gran protagonismo en la vida política del país, al punto de que algunos autores comienzan a llamar a México una partidocracia.

La crisis de representación que tenemos a menudo se ve reflejada de otra manera, como pérdida de legitimidad y desconfianza en los partidos políticos, incluso en la aparición apabullante de nuevos partidos políticos, lo que contribuye aún más a la volatilidad de la representación. Del mismo modo, las personas ya no tienen una verdadera identidad partidista y no tienen la posibilidad de fomentar su cultura política. La crisis de representación, el abstencionismo y la apatía hacia la política son los que verdaderamente están generando inestabilidad en el ámbito público.