/ martes 21 de junio de 2022

Vientos de cambio en Colombia

El pueblo colombiano ha decidido que la fórmula de Gustavo Petro y Francia Márquez sean la cabeza del nuevo gobierno que sustituirá al presidente Duque al frente de la nación, lo que hace suponer que habrá cambios radicales en la nación sudamericana, pero también en el continente.

Colombia es uno de los últimos bastiones de la clase política alineada a la derecha luego del desastroso intento de recuperar la hegemonía conservadora (como dice AMLO) hace apenas 4 años cuando las derechas gobernaban la región latinoamericana. Y no es que esto haya sido malo o bueno, sino que era de llamar la atención luego de que personajes como Chávez, Lula, los Kirchner, Correa o Morales fueran los que tomaron el poder izquierdista y progresista desde inicios del siglo XXI.

De hecho, Colombia se había mantenido al margen de este tipo de cambios en la dirección política de las naciones sudamericanas debido a que el uribismo se había logrado mantener en el poder, incluso, a pesar de las malas decisiones y falta de resultados en una nación que lo que más desea es un poco de estabilidad social que no les tenga en desacuerdos, sobre todo entre los grupos sociales que, lamentablemente, se han ido alejando cada vez más.

Luego de 20 años de la corriente iniciada por Álvaro Uribe, una nueva fórmula ha logrado vencer en las urnas al aparato político hegemónico y amenaza con desestabilizar la poca relación que queda con los Estados Unidos, sobre todo luego de la cada vez mayor participación económica de China en la América Latina: Petro y Márquez lo han logrado.

Sin embargo, a pesar de las grandes noticias de que un gobierno progresista pueda gobernar una nación del tamaño e importancia de Colombia, puede no ser siempre benéfico ya que, habría que romper con las políticas y acuerdos emanados del pasado con los Estados Unidos y esto, además de ser un problema político, podría ser una catástrofe económica, situación para la cual no se está preparado.

Es decir, aunque un exguerrillero y una vicepresidente negra sean los que ahora gobiernen a Colombia, los acuerdos y tratados firmados por los ahora derrotados derechistas no podrán ser olvidados por el simple hecho de tener nuevo presidente y, si Colombia lo intenta, tendrá que pagar las consecuencias y asumir las responsabilidades derivadas de ello.

Es así que, los buenos deseos emitidos por los presidentes Andrés Manuel López Obrador (México), Nicolás Maduro (Venezuela), Xiomara Castro (Honduras), Alberto Fernández (Argentina), Miguel Díaz-Canel (Cuba), Luis Arce (Bolivia), Guillermo Lasso (Ecuador), Gabriel Boric (Chile), Pedro Castillo (Perú) o Laurentino Cortizo (Panamá), y los de los expresidentes Lula, Dilma, Evo o Cristina servirán únicamente como aliento político y diplomático pero con escaso o nulo aprovechamiento si Colombia no es capaz de emitir una política que le permita volver a mirar a los países que le rodean sin afectar los intereses de la nación norteamericana que ha estado presente en su vida pública y privada desde hace muchos años.

Habrá que esperar a ver las condiciones en las que el gobierno de Petro puede ayudar a que Colombia se vuelva menos inequitativa y desigual. Habrá que esperar a conocer la opinión de la relación que se tendrá con el presidente Joe Biden quien, a través del Secretario Blinken, ha expresado su felicitación al ahora presidente electo además de darle un “friendly reminder” de que espera que la relación siga tan buena como lo ha sido hasta ahora.

Por último, quiero rescatar algo de lo que ha puntualizado el presidente electo Petro luego de conocer su triunfo en los comicios del domingo pasado cuando se refirió a que el resultado no debe ser un cambio para vengarse de los gobiernos anteriores ni para construir más odios, sino para representar la esperanza y nuevas oportunidades. También mencionó, aludiendo a la usanza histórica de siempre, que la victoria era para Dios y para el pueblo y su historia, reconociendo así la importancia de hablar de un tema sumamente populista para que la gente, o al menos el 51% de los que votaron por él, sepan que, como lo han hecho en el pasado otros gobernantes, el presidente y Dios están a la misma altura y si algo fallara en el gobierno, será Dios el único en asumir las consecuencias.

Hay esperanza, pero también hay más de lo mismo en una región que no se cansa de repetir ciclos y de desconocer su propio pasado teniendo una memoria muy a corto plazo que le ciega de encontrar soluciones reales a problemas reales.

Esperaremos a ver si Petro termina siendo la opción que necesita Colombia para renacer de las cenizas o solo es el resultado de una ola política que ha permeado nuevamente la región donde Colombia ahora es parte y que, sin embargo, no ha logrado permear la idea de desarrollo en el mundo en todo lo que va del siglo XXI. Esperaremos y veremos.

Twitter: @fabrecam

El pueblo colombiano ha decidido que la fórmula de Gustavo Petro y Francia Márquez sean la cabeza del nuevo gobierno que sustituirá al presidente Duque al frente de la nación, lo que hace suponer que habrá cambios radicales en la nación sudamericana, pero también en el continente.

Colombia es uno de los últimos bastiones de la clase política alineada a la derecha luego del desastroso intento de recuperar la hegemonía conservadora (como dice AMLO) hace apenas 4 años cuando las derechas gobernaban la región latinoamericana. Y no es que esto haya sido malo o bueno, sino que era de llamar la atención luego de que personajes como Chávez, Lula, los Kirchner, Correa o Morales fueran los que tomaron el poder izquierdista y progresista desde inicios del siglo XXI.

De hecho, Colombia se había mantenido al margen de este tipo de cambios en la dirección política de las naciones sudamericanas debido a que el uribismo se había logrado mantener en el poder, incluso, a pesar de las malas decisiones y falta de resultados en una nación que lo que más desea es un poco de estabilidad social que no les tenga en desacuerdos, sobre todo entre los grupos sociales que, lamentablemente, se han ido alejando cada vez más.

Luego de 20 años de la corriente iniciada por Álvaro Uribe, una nueva fórmula ha logrado vencer en las urnas al aparato político hegemónico y amenaza con desestabilizar la poca relación que queda con los Estados Unidos, sobre todo luego de la cada vez mayor participación económica de China en la América Latina: Petro y Márquez lo han logrado.

Sin embargo, a pesar de las grandes noticias de que un gobierno progresista pueda gobernar una nación del tamaño e importancia de Colombia, puede no ser siempre benéfico ya que, habría que romper con las políticas y acuerdos emanados del pasado con los Estados Unidos y esto, además de ser un problema político, podría ser una catástrofe económica, situación para la cual no se está preparado.

Es decir, aunque un exguerrillero y una vicepresidente negra sean los que ahora gobiernen a Colombia, los acuerdos y tratados firmados por los ahora derrotados derechistas no podrán ser olvidados por el simple hecho de tener nuevo presidente y, si Colombia lo intenta, tendrá que pagar las consecuencias y asumir las responsabilidades derivadas de ello.

Es así que, los buenos deseos emitidos por los presidentes Andrés Manuel López Obrador (México), Nicolás Maduro (Venezuela), Xiomara Castro (Honduras), Alberto Fernández (Argentina), Miguel Díaz-Canel (Cuba), Luis Arce (Bolivia), Guillermo Lasso (Ecuador), Gabriel Boric (Chile), Pedro Castillo (Perú) o Laurentino Cortizo (Panamá), y los de los expresidentes Lula, Dilma, Evo o Cristina servirán únicamente como aliento político y diplomático pero con escaso o nulo aprovechamiento si Colombia no es capaz de emitir una política que le permita volver a mirar a los países que le rodean sin afectar los intereses de la nación norteamericana que ha estado presente en su vida pública y privada desde hace muchos años.

Habrá que esperar a ver las condiciones en las que el gobierno de Petro puede ayudar a que Colombia se vuelva menos inequitativa y desigual. Habrá que esperar a conocer la opinión de la relación que se tendrá con el presidente Joe Biden quien, a través del Secretario Blinken, ha expresado su felicitación al ahora presidente electo además de darle un “friendly reminder” de que espera que la relación siga tan buena como lo ha sido hasta ahora.

Por último, quiero rescatar algo de lo que ha puntualizado el presidente electo Petro luego de conocer su triunfo en los comicios del domingo pasado cuando se refirió a que el resultado no debe ser un cambio para vengarse de los gobiernos anteriores ni para construir más odios, sino para representar la esperanza y nuevas oportunidades. También mencionó, aludiendo a la usanza histórica de siempre, que la victoria era para Dios y para el pueblo y su historia, reconociendo así la importancia de hablar de un tema sumamente populista para que la gente, o al menos el 51% de los que votaron por él, sepan que, como lo han hecho en el pasado otros gobernantes, el presidente y Dios están a la misma altura y si algo fallara en el gobierno, será Dios el único en asumir las consecuencias.

Hay esperanza, pero también hay más de lo mismo en una región que no se cansa de repetir ciclos y de desconocer su propio pasado teniendo una memoria muy a corto plazo que le ciega de encontrar soluciones reales a problemas reales.

Esperaremos a ver si Petro termina siendo la opción que necesita Colombia para renacer de las cenizas o solo es el resultado de una ola política que ha permeado nuevamente la región donde Colombia ahora es parte y que, sin embargo, no ha logrado permear la idea de desarrollo en el mundo en todo lo que va del siglo XXI. Esperaremos y veremos.

Twitter: @fabrecam