/ jueves 25 de enero de 2024

El problema no es la democracia, el problema son sus piezas

Una investigación de Aristegui Noticias descubrió que hubo desvío de recursos e irregularidades en la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, el nuevo que se había empezado a construir durante el sexenio de EPN. El dinero con el que se liquidaría la deuda de la terminal aérea se usó para pagar las obras del Tren Maya.

En su momento, al principio del sexenio de AMLO, la cancelación de este aeropuerto fue un mensaje político de poder: “Ya llegué y aquí mando yo”. Vaya que le funcionó, pero costo cientos de miles de millones de dólares. Una movida política, con un alto costo económico para el pueblo, como primer acto en funciones del que se dice el presidente del pueblo. Esa deuda se seguirá pagando hasta mediados de este siglo, si bien nos va.

Cuando digo “si bien nos va” lo digo en serio, pues la investigación de Aristegui Noticias revela que ni siquiera se ha hecho el esfuerzo por pagar la deuda. Como lo revelan entrevistas con el mismísimo Jiménez Espriú, quien en ese momento era secretario de Comunicaciones y Transportes del gobierno de AMLO y por ende uno de los actores de primer nivel involucrados en esta decisión, se usó dinero que se habían pagado privados a cambio de bonos, una cantidad de 1,200 millones de dólares, para la construcción del aeropuerto; y que al ya no construirse deberían haber sido regresados a quienes los compraron. Sin embargo, el dinero se usó para financiar la construcción del Tren Maya. ¿Porqué? Porque AMLO así lo quiso, a pesar de que sus consejeros cercanos, como Jiménez Espriú le dijeron que no era conveniente.

Este asunto es una prueba, ya documentada, que nos deja ver un patrón de toma de decisiones públicas sin fundamento alguno en la ley, procedimientos claros o madre alguna. Más bien, el hombre cuya decisión representa la última palabra en el país, ha actuado en función de venganza política y para pintarse como patriota en los libros de Historia.

Lo más triste es que las víctimas de sus actos somos los ciudadanos. Empezando con los que usan el Aeropuerto. Pero también el resto de los mexicanos, incluyendo a los que votaron por él. Esos mexicanos que se quedaron sin medicinas, sin programas federales o sin seguro popular, que se podría haber financiado con los gastos de AMLO en el Tren Maya, el aeropuerto Felipe Ángeles o la refinería de Dos Bocas.

Corrupción, abuso de poder y negligencia de funciones representado con pruebas en un asunto de enorme relevancia para el país. Sin embargo, una parte considerable de la población tiene la intención de seguir votando por Andrés.

AMLO ganó por un amplio margen y de manera democrática las elecciones del 2018 y parece que su marioneta está en camino a ganar las del 2024. Ernesto Zedillo, el expresidente de México que abrió las puertas desde adentro a la democracia, dijo esta semana, al responder a una serie de críticas que le hizo el mismísimo AMLO: "Vemos países en los que el liderazgo político llegó al poder con la democracia, que todos los días dice que el país vive en democracia, pero todos los días trabaja para erosionar las bases de la democracia. Lo hace buscando eliminar los pesos y contrapesos del poder público, los organismos autónomos, debilitarlos con muchos procedimientos… Para tener democracia necesitamos ciudadanos que crean en la democracia, no seguidores de culto fanáticos retrógradas"

El problema es que es más fácil llevar a votar a esos seguidores de culto y fanáticos retrógradas que a los ciudadanos independientes, y nuestra clase política en general está más preocupada por los espacios plurinominales.

Una investigación de Aristegui Noticias descubrió que hubo desvío de recursos e irregularidades en la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, el nuevo que se había empezado a construir durante el sexenio de EPN. El dinero con el que se liquidaría la deuda de la terminal aérea se usó para pagar las obras del Tren Maya.

En su momento, al principio del sexenio de AMLO, la cancelación de este aeropuerto fue un mensaje político de poder: “Ya llegué y aquí mando yo”. Vaya que le funcionó, pero costo cientos de miles de millones de dólares. Una movida política, con un alto costo económico para el pueblo, como primer acto en funciones del que se dice el presidente del pueblo. Esa deuda se seguirá pagando hasta mediados de este siglo, si bien nos va.

Cuando digo “si bien nos va” lo digo en serio, pues la investigación de Aristegui Noticias revela que ni siquiera se ha hecho el esfuerzo por pagar la deuda. Como lo revelan entrevistas con el mismísimo Jiménez Espriú, quien en ese momento era secretario de Comunicaciones y Transportes del gobierno de AMLO y por ende uno de los actores de primer nivel involucrados en esta decisión, se usó dinero que se habían pagado privados a cambio de bonos, una cantidad de 1,200 millones de dólares, para la construcción del aeropuerto; y que al ya no construirse deberían haber sido regresados a quienes los compraron. Sin embargo, el dinero se usó para financiar la construcción del Tren Maya. ¿Porqué? Porque AMLO así lo quiso, a pesar de que sus consejeros cercanos, como Jiménez Espriú le dijeron que no era conveniente.

Este asunto es una prueba, ya documentada, que nos deja ver un patrón de toma de decisiones públicas sin fundamento alguno en la ley, procedimientos claros o madre alguna. Más bien, el hombre cuya decisión representa la última palabra en el país, ha actuado en función de venganza política y para pintarse como patriota en los libros de Historia.

Lo más triste es que las víctimas de sus actos somos los ciudadanos. Empezando con los que usan el Aeropuerto. Pero también el resto de los mexicanos, incluyendo a los que votaron por él. Esos mexicanos que se quedaron sin medicinas, sin programas federales o sin seguro popular, que se podría haber financiado con los gastos de AMLO en el Tren Maya, el aeropuerto Felipe Ángeles o la refinería de Dos Bocas.

Corrupción, abuso de poder y negligencia de funciones representado con pruebas en un asunto de enorme relevancia para el país. Sin embargo, una parte considerable de la población tiene la intención de seguir votando por Andrés.

AMLO ganó por un amplio margen y de manera democrática las elecciones del 2018 y parece que su marioneta está en camino a ganar las del 2024. Ernesto Zedillo, el expresidente de México que abrió las puertas desde adentro a la democracia, dijo esta semana, al responder a una serie de críticas que le hizo el mismísimo AMLO: "Vemos países en los que el liderazgo político llegó al poder con la democracia, que todos los días dice que el país vive en democracia, pero todos los días trabaja para erosionar las bases de la democracia. Lo hace buscando eliminar los pesos y contrapesos del poder público, los organismos autónomos, debilitarlos con muchos procedimientos… Para tener democracia necesitamos ciudadanos que crean en la democracia, no seguidores de culto fanáticos retrógradas"

El problema es que es más fácil llevar a votar a esos seguidores de culto y fanáticos retrógradas que a los ciudadanos independientes, y nuestra clase política en general está más preocupada por los espacios plurinominales.

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