/ martes 23 de mayo de 2023

La violencia nos consume; la prevención es la respuesta

Hemos normalizado tanto la violencia, que hoy en día en internet o en redes sociales se vuelven virales videos sobre pelitos callejeros entre estudiantes, agresiones de jóvenes hacía sus padres, retos virales donde los jóvenes atentan contra su seguridad, salud y hasta la vida, incluso escenas de violencia que son producto de la comisión de delitos.

Sorprendentemente, en vez de rechazar este tipo de contenidos, en los comentarios NO nos encontramos pensamientos reflexivos o de rechazo. Por el contrario, muchas veces quienes se atreven a escribir lo hacen con un enfoque de morbo, a favor de la venganza y en el peor de los casos, aprueban esas conductas.

Los adultos generalmente acusamos a los jóvenes de ser los responsables de tanto disturbio, asumimos que carecen de valores, que son inadaptados, que su educación no es la misma de antaño, donde el cinturón y la chancla fueron los mejores formadores. Además, muchos aseguran que el futuro está comprometido porque ellos, los jóvenes, quieren todo fácil.

Pero también en redes sociales y en la vida cotidiana, encontramos casos que son todo lo contrario; hay muchos niños, niñas y adolescentes (NNyA) que nos han puesto el ejemplo para mejorar el entorno en el que vivimos. Los hemos visto entrarle al tema ambiental protestado por el cambio climático.

Pero también les preocupan otros problemas como el control de las armas, la creación de sistemas para detectar el cáncer, la promoción de productos sanitarios gratuitos para mujeres. Hasta escriben ensayos sobre feminismo y otros nos ponen el ejemplo mediante el deporte, siendo atletas olímpicos. Otros promueven la cultura afroamericana, algunos más realizan activismo contra la discriminación, entre muchas otras acciones.

Nuestra responsabilidad

Mientras que algunos adultos enfocan su actitud en deslindarse de su responsabilidad por haber generado las condiciones en que hoy NNyA se están desarrollando en un entorno inadecuado.

Para explicarlo mejor, pensemos en una receta de cocina.

Imaginemos que en una olla colocamos un hogar con violencia familiar, carencias económicas, analfabetismo, narco cultura (musical y visual), adicciones, desempleo, falta de valores, y respuestas agresivas ante cualquier conflicto.

Ahora ponga usted a un niño, niña o un adolescente ahí. ¿Cuál cree que sería el resultado de su desarrollo?, ¿cuál sería su comportamiento en la comunidad?, ¿podemos exigirle un comportamiento diferente al que se está cocinando?

Ahora, imagine que NNyA formados en ese tipo de hogares son parte de una colonia, y que cuando inician su convivencia con otros jóvenes de su comunidad, se dan cuenta de que tiene los mismos antivalores, que no tienen límites y no obedecen reglas.

La teoría Ecológica de los Sistemas de Urie Bronfenbrenner explica mejor este tema sobre el desarrollo del individuo a través de los diferentes ambientes sociales en los que se desenvuelve y que influyen directamente en su desarrollo cognitivo, moral y racional.

Problemas generacionales

Entonces, cuando se conjugan todas estas características en contra de nuestros NNyA, no es raro que cometan conductas antisociales o delictivas y que el barrio en el que viven sea por generaciones, considerado de alta criminalidad. ¿Le viene a la memoria alguna colonia con estas características aquí en Morelos?

Hasta este punto quizá ya tiene varios nombres en mente, pero debe saber que ese factor por si solo, es un componente esencial en el desarrollo de una persona o en este caso, de muchas. Algunas regiones de nuestro Estado han pasado más de 4 o 5 generaciones catalogadas como inseguras.

Hasta apodo les hemos puesto y lo mismo sucede a gran escala con algunos Estados de nuestro país, a los que también hemos modificado el nombre para asociarlo a la actividad criminal preponderante.

Piense también, en que, estas personas, “salidas de esa olla”, asisten a una escuela en la que los maestros colaboran poco en su educación conductual, porque los padres se molestan o los acusan ante la más mínima llamada de atención, bajo la idea de que nadie más que ellos, les pueden poner límites a sus hijos, o cuando asisten a un lugar donde hay reglas de comportamiento, pero las quebrantan por la omisión del cuidado de los padres.

¿No le parece que la violencia la estamos sembrando desde el hogar, en la comunidad y en las escuelas, por la falta de compromiso social que procure un desarrollo armonioso de nuestras NNyA, donde se respete y cultive la personalidad desde la primera infancia, donde los jóvenes tengan una participación activa y no solo participen de actividades de socialización o se les pretenda controlar?

¿Qué debemos hacer?

Entonces, como adultos, debemos reconocer que el resultado del incremento de la violencia tiene origen en la forma en que hemos educado a los jóvenes, que no se trata de ver qué generación fue o es mejor, sino de la importancia de involucrarnos todos en fomentar la cultura de la paz.

De no hacerlo, tendrá mayores repercusiones, de hecho, ya le hemos tenido, con sendos casos de niños y adolescentes sicarios cuyos testimonios encontramos en redes sociales.

¿Apoco no se acuerda del niño sicario de Tejalpa? o ¿De los adolescentes sicarios y secuestradores del sur de Morelos? o de ¿Adolescentes feminicidas?

Hagamos conciencia que, evitar la violencia juvenil no es tarea solo de los NNyA, que además representan el 30 por ciento de los habitantes de Morelos. Sino que el otro 60 por ciento, conformado por adultos, tenemos la obligación de mejorar las condiciones de desarrollo de los NNyA, esforzarnos en una crianza sana, orientativa y que fomente valores comunitarios.

Así lo ha puntualizado la Organización de las Naciones Unidas en las Directrices de Riad, adoptadas y proclamadas por la Asamblea General en su resolución 45/112, de 14 de diciembre de 1990. Como puede leerse, los lineamientos para la prevención de la justicia juvenil datan de hace 32 años, pero poco o casi nada se ha hecho, la prueba de ese retroceso está en la creciente violencia e inseguridad en nuestro estado y nuestro país. Entonces, empecemos hoy mismo cambiando uno de esos factores a la vez.

Hemos normalizado tanto la violencia, que hoy en día en internet o en redes sociales se vuelven virales videos sobre pelitos callejeros entre estudiantes, agresiones de jóvenes hacía sus padres, retos virales donde los jóvenes atentan contra su seguridad, salud y hasta la vida, incluso escenas de violencia que son producto de la comisión de delitos.

Sorprendentemente, en vez de rechazar este tipo de contenidos, en los comentarios NO nos encontramos pensamientos reflexivos o de rechazo. Por el contrario, muchas veces quienes se atreven a escribir lo hacen con un enfoque de morbo, a favor de la venganza y en el peor de los casos, aprueban esas conductas.

Los adultos generalmente acusamos a los jóvenes de ser los responsables de tanto disturbio, asumimos que carecen de valores, que son inadaptados, que su educación no es la misma de antaño, donde el cinturón y la chancla fueron los mejores formadores. Además, muchos aseguran que el futuro está comprometido porque ellos, los jóvenes, quieren todo fácil.

Pero también en redes sociales y en la vida cotidiana, encontramos casos que son todo lo contrario; hay muchos niños, niñas y adolescentes (NNyA) que nos han puesto el ejemplo para mejorar el entorno en el que vivimos. Los hemos visto entrarle al tema ambiental protestado por el cambio climático.

Pero también les preocupan otros problemas como el control de las armas, la creación de sistemas para detectar el cáncer, la promoción de productos sanitarios gratuitos para mujeres. Hasta escriben ensayos sobre feminismo y otros nos ponen el ejemplo mediante el deporte, siendo atletas olímpicos. Otros promueven la cultura afroamericana, algunos más realizan activismo contra la discriminación, entre muchas otras acciones.

Nuestra responsabilidad

Mientras que algunos adultos enfocan su actitud en deslindarse de su responsabilidad por haber generado las condiciones en que hoy NNyA se están desarrollando en un entorno inadecuado.

Para explicarlo mejor, pensemos en una receta de cocina.

Imaginemos que en una olla colocamos un hogar con violencia familiar, carencias económicas, analfabetismo, narco cultura (musical y visual), adicciones, desempleo, falta de valores, y respuestas agresivas ante cualquier conflicto.

Ahora ponga usted a un niño, niña o un adolescente ahí. ¿Cuál cree que sería el resultado de su desarrollo?, ¿cuál sería su comportamiento en la comunidad?, ¿podemos exigirle un comportamiento diferente al que se está cocinando?

Ahora, imagine que NNyA formados en ese tipo de hogares son parte de una colonia, y que cuando inician su convivencia con otros jóvenes de su comunidad, se dan cuenta de que tiene los mismos antivalores, que no tienen límites y no obedecen reglas.

La teoría Ecológica de los Sistemas de Urie Bronfenbrenner explica mejor este tema sobre el desarrollo del individuo a través de los diferentes ambientes sociales en los que se desenvuelve y que influyen directamente en su desarrollo cognitivo, moral y racional.

Problemas generacionales

Entonces, cuando se conjugan todas estas características en contra de nuestros NNyA, no es raro que cometan conductas antisociales o delictivas y que el barrio en el que viven sea por generaciones, considerado de alta criminalidad. ¿Le viene a la memoria alguna colonia con estas características aquí en Morelos?

Hasta este punto quizá ya tiene varios nombres en mente, pero debe saber que ese factor por si solo, es un componente esencial en el desarrollo de una persona o en este caso, de muchas. Algunas regiones de nuestro Estado han pasado más de 4 o 5 generaciones catalogadas como inseguras.

Hasta apodo les hemos puesto y lo mismo sucede a gran escala con algunos Estados de nuestro país, a los que también hemos modificado el nombre para asociarlo a la actividad criminal preponderante.

Piense también, en que, estas personas, “salidas de esa olla”, asisten a una escuela en la que los maestros colaboran poco en su educación conductual, porque los padres se molestan o los acusan ante la más mínima llamada de atención, bajo la idea de que nadie más que ellos, les pueden poner límites a sus hijos, o cuando asisten a un lugar donde hay reglas de comportamiento, pero las quebrantan por la omisión del cuidado de los padres.

¿No le parece que la violencia la estamos sembrando desde el hogar, en la comunidad y en las escuelas, por la falta de compromiso social que procure un desarrollo armonioso de nuestras NNyA, donde se respete y cultive la personalidad desde la primera infancia, donde los jóvenes tengan una participación activa y no solo participen de actividades de socialización o se les pretenda controlar?

¿Qué debemos hacer?

Entonces, como adultos, debemos reconocer que el resultado del incremento de la violencia tiene origen en la forma en que hemos educado a los jóvenes, que no se trata de ver qué generación fue o es mejor, sino de la importancia de involucrarnos todos en fomentar la cultura de la paz.

De no hacerlo, tendrá mayores repercusiones, de hecho, ya le hemos tenido, con sendos casos de niños y adolescentes sicarios cuyos testimonios encontramos en redes sociales.

¿Apoco no se acuerda del niño sicario de Tejalpa? o ¿De los adolescentes sicarios y secuestradores del sur de Morelos? o de ¿Adolescentes feminicidas?

Hagamos conciencia que, evitar la violencia juvenil no es tarea solo de los NNyA, que además representan el 30 por ciento de los habitantes de Morelos. Sino que el otro 60 por ciento, conformado por adultos, tenemos la obligación de mejorar las condiciones de desarrollo de los NNyA, esforzarnos en una crianza sana, orientativa y que fomente valores comunitarios.

Así lo ha puntualizado la Organización de las Naciones Unidas en las Directrices de Riad, adoptadas y proclamadas por la Asamblea General en su resolución 45/112, de 14 de diciembre de 1990. Como puede leerse, los lineamientos para la prevención de la justicia juvenil datan de hace 32 años, pero poco o casi nada se ha hecho, la prueba de ese retroceso está en la creciente violencia e inseguridad en nuestro estado y nuestro país. Entonces, empecemos hoy mismo cambiando uno de esos factores a la vez.