/ martes 30 de enero de 2024

¿Por qué es tan importante la salud emocional de los adolescentes?

Estoy segura que muchas veces como adultos no alcanzamos a comprender las actitudes e intereses de las personas adolescentes, y nos cuestionamos: ¿por qué están tan preocupados por su apariencia?, ¿por qué sienten tanta timidez para relacionarse con personas que no son de su edad?, o su rechazo a seguir reglas de comportamiento, el aislamiento y depresión, incluso ¿por qué huyen de casa o son influenciados fácilmente por personas adultas que promueven antivalores o causas que abanderan revoluciones del pensamiento?

Hace unos días, la noticia de un suceso trágico y muy lamentable en Cuernavaca que involucró a una adolescente donde desafortunadamente perdió la vida, despertó el interés social generando múltiples opiniones sobre si padecía alguna enfermedad mental, si fue o no atendida por instancias de salud, si los padres estaban atentos a su comportamiento que les hubiera podido alertar y prevenir el hecho.

También conmocionó socialmente la noticia de un adolescente que provocó un accidente de tránsito tras perder el control del vehículo que conducía e impactar varias unidades, en las notas periodísticas mencionaron que algunas se incendiaron y con ello, uno de sus ocupantes perdió la vida. Aquí la polémica fue si debía o no ser castigado como adulto, cómo iba a pagar por lo que hizo, si debía o no estar en la cárcel y si la culpa era de sus padres.

Asimismo, pudimos leer en redes sociales notas relativas a distintos ataques armados en los que perecieron víctimas de la delincuencia, tanto infantes como adolescentes, y donde el escarnio se volcó a saber si sus padres, también agredidos, estaban o no vinculados a un grupo delictivo.

Incluso, hubo noticias de la capacitación a estudiantes en protocolos para casos de balaceras, en zonas escolares de alta incidencia delictiva. Y un sinfín de problemáticas que acuñan un entorno violento, y poco o nada empático con los adolescentes.

Es aquí donde debemos hacer un alto para reflexionar, empezando por reconocer que el comportamiento de los adolescentes es el resultado de la crianza de los padres, de la injerencia que tiene la comunidad en ellos, de los valores que promuevan, de la educación escolar, y de todos los entes particulares, religiosos, de salud, deportivos, o gubernamentales que tengan contacto con ellos, porque cuando todos estos cumplen con su aporte puede detectarse oportunamente algún problema de salud mental, ya sea por enfermedad o adicciones, emocional o físico, y pueda detectarse y atenderse a tiempo.

La detección y los tratamientos resultan cruciales para la salud mental de niñas, niños y adolescentes (NNyA), nos ayudaría a evitar eventos tan lamentables como los que he mencionado, y hay acciones simples que desde casa podemos poner en marcha:

  • Verificar que tengan patronos de sueño saludables de acuerdo a su edad y desarrollo.
  • Procurar hábitos de alimentación saludables.
  • Enseñarle a tener relaciones interpersonales sanas y en marcos de respeto y equidad.
  • Mostrarle alternativas para resolver problemas de manera pacífica y en un marco de cordialidad, respeto a la opinión y el desacuerdo.
  • Gestionar sus emociones, explicando los estados de ánimo, las repercusiones que tiene en su organismo, y comportamiento.
  • Fortalecer los lazos familiares, escolares y en la comunidad para proveerles de protección.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que “cuanto más sean los factores de riesgo a los que estén expuestos los adolescentes, mayores serán los efectos que pueda tener para su salud mental”, un claro ejemplo de ello, es el creciente número de NNyA diagnosticados con Trastorno por Déficit de Atención e hiperactividad (TDA), por problemas para presentar o mantener la atención, un exceso de actividad y comportamientos en los que no se tienen en cuenta las consecuencias, o el trastorno disocial, con síntomas de comportamiento destructivo o desafiante que pueden generar comportamientos delictivos.

Entonces, debemos considerar que entre más problemas enfrenten nuestras infancias y adolescencias durante sus primeras etapas de vida mayor es el riesgo de padecer trastornos de salud mental, sea por su discriminación en cualquiera de sus formas, problemas económicos, exclusión, falta de servicios y apoyo, la calidad de su vida en familia, una educación severa de los padres, consumo de drogas o alcohol de padres, familiares y amigos.

Además de los factores de estrés que enfrentan por presiones sociales, de amistades, de las redes sociales, del estándar de belleza, estereotipos y modas promovidas en medios de comunicación, la exposición a la adversidad por orfandad, divorcio de los padres e incluso de su propia identidad.

Por eso es tan importante trabajar en la prevención de la salud, especialmente la mental, para que no tengamos más NNyA con trastornos emocionales, de ansiedad, pánico, preocupación excesiva, depresión, o trastornos del comportamiento que provocan hiperactividad.

O bien, los trastornos alimenticios como la anorexia y la bulimia; la psicosis que produce alucinaciones o delirios; el suicidio y autolesiones, además de conductas de riesgo como el consumo de droga, alcohol, tabaco, prácticas sexuales de riesgo, conducción temeraria de vehículos, conductas desafiantes frente a la autoridad, agresiones físicas, hasta conductas delictivas y su vinculación con organizaciones de la delincuencia organizada.

Hasta aquí este importante tema que incita a promover la prevención y atención. Leo sus comentarios.

Estoy segura que muchas veces como adultos no alcanzamos a comprender las actitudes e intereses de las personas adolescentes, y nos cuestionamos: ¿por qué están tan preocupados por su apariencia?, ¿por qué sienten tanta timidez para relacionarse con personas que no son de su edad?, o su rechazo a seguir reglas de comportamiento, el aislamiento y depresión, incluso ¿por qué huyen de casa o son influenciados fácilmente por personas adultas que promueven antivalores o causas que abanderan revoluciones del pensamiento?

Hace unos días, la noticia de un suceso trágico y muy lamentable en Cuernavaca que involucró a una adolescente donde desafortunadamente perdió la vida, despertó el interés social generando múltiples opiniones sobre si padecía alguna enfermedad mental, si fue o no atendida por instancias de salud, si los padres estaban atentos a su comportamiento que les hubiera podido alertar y prevenir el hecho.

También conmocionó socialmente la noticia de un adolescente que provocó un accidente de tránsito tras perder el control del vehículo que conducía e impactar varias unidades, en las notas periodísticas mencionaron que algunas se incendiaron y con ello, uno de sus ocupantes perdió la vida. Aquí la polémica fue si debía o no ser castigado como adulto, cómo iba a pagar por lo que hizo, si debía o no estar en la cárcel y si la culpa era de sus padres.

Asimismo, pudimos leer en redes sociales notas relativas a distintos ataques armados en los que perecieron víctimas de la delincuencia, tanto infantes como adolescentes, y donde el escarnio se volcó a saber si sus padres, también agredidos, estaban o no vinculados a un grupo delictivo.

Incluso, hubo noticias de la capacitación a estudiantes en protocolos para casos de balaceras, en zonas escolares de alta incidencia delictiva. Y un sinfín de problemáticas que acuñan un entorno violento, y poco o nada empático con los adolescentes.

Es aquí donde debemos hacer un alto para reflexionar, empezando por reconocer que el comportamiento de los adolescentes es el resultado de la crianza de los padres, de la injerencia que tiene la comunidad en ellos, de los valores que promuevan, de la educación escolar, y de todos los entes particulares, religiosos, de salud, deportivos, o gubernamentales que tengan contacto con ellos, porque cuando todos estos cumplen con su aporte puede detectarse oportunamente algún problema de salud mental, ya sea por enfermedad o adicciones, emocional o físico, y pueda detectarse y atenderse a tiempo.

La detección y los tratamientos resultan cruciales para la salud mental de niñas, niños y adolescentes (NNyA), nos ayudaría a evitar eventos tan lamentables como los que he mencionado, y hay acciones simples que desde casa podemos poner en marcha:

  • Verificar que tengan patronos de sueño saludables de acuerdo a su edad y desarrollo.
  • Procurar hábitos de alimentación saludables.
  • Enseñarle a tener relaciones interpersonales sanas y en marcos de respeto y equidad.
  • Mostrarle alternativas para resolver problemas de manera pacífica y en un marco de cordialidad, respeto a la opinión y el desacuerdo.
  • Gestionar sus emociones, explicando los estados de ánimo, las repercusiones que tiene en su organismo, y comportamiento.
  • Fortalecer los lazos familiares, escolares y en la comunidad para proveerles de protección.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que “cuanto más sean los factores de riesgo a los que estén expuestos los adolescentes, mayores serán los efectos que pueda tener para su salud mental”, un claro ejemplo de ello, es el creciente número de NNyA diagnosticados con Trastorno por Déficit de Atención e hiperactividad (TDA), por problemas para presentar o mantener la atención, un exceso de actividad y comportamientos en los que no se tienen en cuenta las consecuencias, o el trastorno disocial, con síntomas de comportamiento destructivo o desafiante que pueden generar comportamientos delictivos.

Entonces, debemos considerar que entre más problemas enfrenten nuestras infancias y adolescencias durante sus primeras etapas de vida mayor es el riesgo de padecer trastornos de salud mental, sea por su discriminación en cualquiera de sus formas, problemas económicos, exclusión, falta de servicios y apoyo, la calidad de su vida en familia, una educación severa de los padres, consumo de drogas o alcohol de padres, familiares y amigos.

Además de los factores de estrés que enfrentan por presiones sociales, de amistades, de las redes sociales, del estándar de belleza, estereotipos y modas promovidas en medios de comunicación, la exposición a la adversidad por orfandad, divorcio de los padres e incluso de su propia identidad.

Por eso es tan importante trabajar en la prevención de la salud, especialmente la mental, para que no tengamos más NNyA con trastornos emocionales, de ansiedad, pánico, preocupación excesiva, depresión, o trastornos del comportamiento que provocan hiperactividad.

O bien, los trastornos alimenticios como la anorexia y la bulimia; la psicosis que produce alucinaciones o delirios; el suicidio y autolesiones, además de conductas de riesgo como el consumo de droga, alcohol, tabaco, prácticas sexuales de riesgo, conducción temeraria de vehículos, conductas desafiantes frente a la autoridad, agresiones físicas, hasta conductas delictivas y su vinculación con organizaciones de la delincuencia organizada.

Hasta aquí este importante tema que incita a promover la prevención y atención. Leo sus comentarios.