/ miércoles 24 de mayo de 2023

¿Qué sigue para Arabia Saudita e Irán?

David Hernández López

En 2016, Irán y Arabia Saudita rompieron relaciones diplomáticas luego del ataque contra la Embajada saudí en territorio iraní por un grupo de manifestantes que le pedía a las autoridades del reino árabe detener la ejecución de un clérigo chiita. En marzo pasado, luego de conversaciones que iniciaron desde abril de 2021 auspiciadas por Irak, Omán y China, los dos países restablecieron vínculos.

¿Por qué es importante la reparación de esta relación?

Tanto Irán como Arabia Saudita fungen como importantes liderazgos regionales y en distintos momentos sus intereses políticos, económicos y religiosos han rivalizado en varios escenarios de tensión y conflicto en la región. Esta competencia ha generado fricciones que alimentan la desestabilidad en la zona.

En materia religiosa, aunque la población de ambos países practica mayoritariamente el islam, Irán fungiría como líder de la comunidad chiita y Arabia Saudita de los musulmanes sunitas. La competencia resulta natural cuando se trata de la influencia sobre el segundo grupo religioso más grande del mundo, equivalente a una cuarta parte de la población global.

Ambas naciones se han enfrentado indirectamente en diversos escenarios de conflicto. El caso más destacado es el de Yemen, donde cada Estado favorece a distintos actores en la guerra interna. Pero en buena medida compiten por influencia regional en más espacios, como Irak, Líbano y Siria. El soporte que cada gobierno ha ofrecido a cada competente en conflicto en estos escenarios en buena medida ha prolongado la tensión, la crisis e incluso la violencia armada.

Por tanto, este acercamiento resulta en una excelente noticia que, entre otras cosas, permitiría construir mecanismos institucionales para resolver sus diferencias y, de esta manera, sumar a la estabilidad regional.

¿Qué sigue?

El acuerdo entre ambos países ha generado altas expectativas sobre la construcción de paz en Medio Oriente. Los gobiernos tanto de la república islámica como del reino saudí concluyeron que la alianza que firmaron para restablecer vínculos “cumpla un papel efectivo” para el impulso de la estabilidad y la paz en la zona. Aunque el objetivo es ambicioso, es posible que la cercanía sí sume a esta finalidad.

Por ejemplo, Arabia Saudita y el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCG), organismo regional que agrupa a los países árabes del golfo, han expresado en distintos momentos su preocupación por el programa nuclear iraní, dada la posible amenaza que supondría para su seguridad. La apertura de canales de comunicación formal para disminuir estas inquietudes ahora son una realidad. Esto no quiere decir que las diferencias políticas entre ambas potencias regionales vayan a terminar, pero será más fácil atenderlas a través del diálogo directo.

El camino de construcción de confianza no será fácil. La distensión será un camino llenó de dificultades. Por ejemplo, la oposición de Israel a este contacto podría reducir el potencial del acuerdo. Aunque, por ahora, las recién establecidas relaciones entre algunos países árabes y el Estado israelí se mantienen discretas frente al actual gobierno israelí de extrema derecha.

El auspicio de China a la iniciativa de acercamiento suma legitimidad y apoyo político de una potencia mundial que en los últimos meses ha fungido como un importante mediador en distintos espacios de conflicto. Por otra parte, el acompañamiento de Irak y Omán también muestra la relevancia que le dan otros actores regionales a este proceso, principalmente para buscar la disminución de la tensión.

Finalmente, aunque Estados Unidos no participó directamente en el proceso de aproximación, le resultaría conveniente que se reduzca la amenaza que -desde su punto de vista- representa Irán, a través del enlace con Arabia Saudita, uno de sus más cercanos aliados en Medio Oriente.

El restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Irán es una excelente noticia para Medio Oriente y para el mundo. Su comunicación constante a través de canales abiertos tendrá que beneficiar a la población en los lugares donde su actuación ha favorecido el conflicto, y, en consecuencia, a la estabilidad mundial.

DAVID HERNÁNDEZ LÓPEZ es investigador del Centro de Estudios Internacionales Gilberto Bosques del Senado de la República. Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Maestrando en Estudios en Relaciones Internacionales de la UNAM. A su vez, es miembro asociado del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (PJ Comexi). Sígalo en @DavidHdzLpz

David Hernández López

En 2016, Irán y Arabia Saudita rompieron relaciones diplomáticas luego del ataque contra la Embajada saudí en territorio iraní por un grupo de manifestantes que le pedía a las autoridades del reino árabe detener la ejecución de un clérigo chiita. En marzo pasado, luego de conversaciones que iniciaron desde abril de 2021 auspiciadas por Irak, Omán y China, los dos países restablecieron vínculos.

¿Por qué es importante la reparación de esta relación?

Tanto Irán como Arabia Saudita fungen como importantes liderazgos regionales y en distintos momentos sus intereses políticos, económicos y religiosos han rivalizado en varios escenarios de tensión y conflicto en la región. Esta competencia ha generado fricciones que alimentan la desestabilidad en la zona.

En materia religiosa, aunque la población de ambos países practica mayoritariamente el islam, Irán fungiría como líder de la comunidad chiita y Arabia Saudita de los musulmanes sunitas. La competencia resulta natural cuando se trata de la influencia sobre el segundo grupo religioso más grande del mundo, equivalente a una cuarta parte de la población global.

Ambas naciones se han enfrentado indirectamente en diversos escenarios de conflicto. El caso más destacado es el de Yemen, donde cada Estado favorece a distintos actores en la guerra interna. Pero en buena medida compiten por influencia regional en más espacios, como Irak, Líbano y Siria. El soporte que cada gobierno ha ofrecido a cada competente en conflicto en estos escenarios en buena medida ha prolongado la tensión, la crisis e incluso la violencia armada.

Por tanto, este acercamiento resulta en una excelente noticia que, entre otras cosas, permitiría construir mecanismos institucionales para resolver sus diferencias y, de esta manera, sumar a la estabilidad regional.

¿Qué sigue?

El acuerdo entre ambos países ha generado altas expectativas sobre la construcción de paz en Medio Oriente. Los gobiernos tanto de la república islámica como del reino saudí concluyeron que la alianza que firmaron para restablecer vínculos “cumpla un papel efectivo” para el impulso de la estabilidad y la paz en la zona. Aunque el objetivo es ambicioso, es posible que la cercanía sí sume a esta finalidad.

Por ejemplo, Arabia Saudita y el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCG), organismo regional que agrupa a los países árabes del golfo, han expresado en distintos momentos su preocupación por el programa nuclear iraní, dada la posible amenaza que supondría para su seguridad. La apertura de canales de comunicación formal para disminuir estas inquietudes ahora son una realidad. Esto no quiere decir que las diferencias políticas entre ambas potencias regionales vayan a terminar, pero será más fácil atenderlas a través del diálogo directo.

El camino de construcción de confianza no será fácil. La distensión será un camino llenó de dificultades. Por ejemplo, la oposición de Israel a este contacto podría reducir el potencial del acuerdo. Aunque, por ahora, las recién establecidas relaciones entre algunos países árabes y el Estado israelí se mantienen discretas frente al actual gobierno israelí de extrema derecha.

El auspicio de China a la iniciativa de acercamiento suma legitimidad y apoyo político de una potencia mundial que en los últimos meses ha fungido como un importante mediador en distintos espacios de conflicto. Por otra parte, el acompañamiento de Irak y Omán también muestra la relevancia que le dan otros actores regionales a este proceso, principalmente para buscar la disminución de la tensión.

Finalmente, aunque Estados Unidos no participó directamente en el proceso de aproximación, le resultaría conveniente que se reduzca la amenaza que -desde su punto de vista- representa Irán, a través del enlace con Arabia Saudita, uno de sus más cercanos aliados en Medio Oriente.

El restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Irán es una excelente noticia para Medio Oriente y para el mundo. Su comunicación constante a través de canales abiertos tendrá que beneficiar a la población en los lugares donde su actuación ha favorecido el conflicto, y, en consecuencia, a la estabilidad mundial.

DAVID HERNÁNDEZ LÓPEZ es investigador del Centro de Estudios Internacionales Gilberto Bosques del Senado de la República. Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Maestrando en Estudios en Relaciones Internacionales de la UNAM. A su vez, es miembro asociado del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (PJ Comexi). Sígalo en @DavidHdzLpz