Por Samantha Sánchez
En enero de este año, Emmanuel Macron – presidente de Francia desde mayo de 2017 – anunció una serie de acciones que llevará a cabo durante su segundo mandato (reelecto en 2022) con el objetivo principal de crear una “Francia más fuerte”, reconociendo la complejidad del momento político, social y económico que atraviesa la nación. Estas acciones comenzaron por el cambio más importante en su gabinete, nombrando a Gabriel Attal, de 34 años, como primer ministro, el más joven de la historia.
Durante la conferencia de prensa, el presidente anunció una serie de medidas que pondrá en marcha su gobierno, bajo el principio de ejecutar una estrategia con "audacia, acción y eficacia". Entre las propuestas destacan una Reforma Educativa para reforzar la formación de los profesores y la educación cívica y cultural de los estudiantes; en materia fiscal, la reducción de impuestos para la clase media; en cuanto a la crisis por el cambio climático, Macron afirmó que su Gobierno pretende liderar la transición energética e industrial, presumiendo de los índices de descarbonización en Francia; y en el sector salud, anunció que pondrá en marcha un gran plan para luchar contra la infertilidad y lograr un rearme demográfico en Francia.
Históricamente, Francia ha sido uno de los países más poblados de Europa, encabezando la lista durante la Edad Media cuando más de una cuarta parte de Europa era francesa. Durante el sigo XVII y el siglo XIX esta cifra se redujo ligeramente, repuntando a finales de la Segunda Guerra Mundial. Citando a Macron durante la conferencia de prensa “Francia también será más fuerte si aumenta su tasa de natalidad. Hasta hace poco (…) esta era su fuerza”. En 2023, Francia registró 678,000 nacimientos; el número más bajo desde 1946, cuando el índice de natalidad comenzaba a recuperarse. Desde 2021, la tasa de fertilidad en Francia ha disminuido de 2.04 a 1.68 niños por mujer, siendo la infertilidad una de las causas principales que enfrenta más de 3.3 millones de franceses.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor del 17% de la población adulta mundial sufre infertilidad. Esta condición afecta a 1 de cada 6 personas, independientemente de su género, procedencia o situación económica. La Organización señala que estas cifras indican "la urgente necesidad de aumentar el acceso a una atención de la fertilidad asequible y de alta calidad para quienes la necesitan". El director de la OMS señala que esto revela la importante necesidad de aumentar la relevancia de las políticas sanitarias para garantizar el acceso a medios seguros, eficaces y asequibles para tratar esta afección; siento los principales obstáculos la falta de recursos, la escasa disponibilidad de métodos o la falta de financiación pública. Los altos costos de tratamientos para la infertilidad hacen de este no sólo un problema demográfico y económico, sino un problema de equidad; siendo para las poblaciones menos favorecidas también un medio hacia la pobreza.
El plan de acción del presidente Macron incluye una estrategia para luchar contra la infertilidad, y propone un nuevo permiso de paternidad y maternidad de "seis meses" para ambos progenitores, reemplazando al permiso actual que es más corto y menos remunerado.
Es importante prestar atención al hecho de que una nación como Francia, la segunda economía más fuerte de la Unión Europea, empiece a dar prioridad a la fertilidad en su plan de acción sanitario. Anteriormente, las políticas alrededor del mundo centraban sus esfuerzos en la anticoncepción; tratándose de uno de los principales retos del mundo actual, que posiciona a las economías y las sociedades ante nuevos desafíos.
En cuanto a la acción global, la OMS ha comenzado a cuantificar datos nacionales sobre infertilidad para determinar las edades y causas principales, con el fin de enfocar los esfuerzos y la ayuda para atender esta condición, y reducir los riesgos.
En términos prácticos, los problemas de infertilidad tienen un efecto directo en las economías nacionales y en la economía global. Mientras que las poblaciones empiezan a envejecer, la reducción en los nacimientos potencializa el riesgo de la pérdida de fuerza laboral y de garantizar su renovación, reduciendo el crecimiento económico a mediano y largo plazo. En 2016 la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) planteaba esta situación para Japón, en su Estudio Territorial de Japón 2016, donde alertaba a la economía de haber disminuido drásticamente su crecimiento poblacional, mientras que el nivel de su población de mayores de 65 años aumentaba con rapidez al mismo tiempo, resaltando que el principal factor del rápido descenso demográfico eran los problemas de fertilidad. El mismo estudio estimaba un aumento considerable en la población mayor en países europeos como Italia, Alemania, Grecia y Portugal; aunque con menor impacto en los países norteamericanos.
Las tasas de natalidad actuales del Banco Mundial indican un declive en la población mundial con respecto a los últimos 65 años, teniendo el pico más alto en 1963, con 35 nacimientos por cada 1,000 personas; cayendo a un mínimo histórico en 2024 con 15 nacimientos por cada 1,000 personas.
Esta situación va en aumento en todas las regiones del mundo. En un periodo histórico en el nos enfrentamos a más de 57 procesos electorales de alto nivel (presidente y parlamento) en países de todo el mundo, las políticas no deberían ignorar el tema sanitario y, específicamente, los problemas de natalidad e infertilidad; y el electorado debería prestar especial atención a cómo los nuevos representantes plantean abordar estas condiciones y sus efectos.
Si bien es cierto que la anticoncepción o la infertilidad pueden afectar de distintas maneras a las poblaciones en función de su cultura y economía; las cifras de natalidad y fertilidad a nivel mundial son claras. Las poblaciones envejecen rápidamente, mientras que la natalidad disminuye. Estas condiciones tienen efectos directos en las economías nacionales, y deberían ser abordados por la política actual, con el fin de propiciar una población más fuerte; cuyo efecto lateral en la economía global sea positivo.
SAMANTHA SÁNCHEZ es Licenciada en Negocios Internacionales por el Instituto Politécnico Nacional, con más de 8 años de experiencia en administración y finanzas en organismos internacionales. Actualmente radica en París, Francia, y en su cargo actual desempeña funciones de asesoramiento operativo y estratégico en los ámbitos de finanzas, recursos humanos y administración general.