/ domingo 10 de octubre de 2021

Los maestros de Monroy: Un escándalo y una bengala de luz. (II)

Para entender como un artista como Guillermo Monroy aprendió y aprendió bien de ese mundo que él vivió y de los grandes pintores de la época, hay que analizar quienes fueron los que inspiraron su temprana formación artística o quienes lo influenciaron y para eso nos remontamos al pasado y así llegamos al análisis de aquella época fascinante que ya pasó, como pasan todas a su debido tiempo. Pero me referiré en estas líneas solo a una y así abordo el legado que heredaron a México y al mundo artistas plásticos como Diego Rivera, José Clemente Orozco, José Chávez Morado, Frida Kahlo y demás vanguardistas, que fue tan valioso, que aún recuerdo cuando el Museo de Arte de Dallas presentó en 2017 en coordinación con la Secretaría de Cultura, el Instituto Nacional de Bellas Artes y el Museo Nacional de Arte, todos de México, una espléndida exposición llamada “México 1900-1950”, tras el gran éxito que obtuvo pocos meses antes la misma exposición en el Grand Palais des Champs Elysées, en París, Francia. Pero la de Dallas fue mayor, ya que se trató de una de las retrospectivas de arte más importantes de los últimos años que incluyó más de 200 obras entre pinturas, esculturas, fotografías, dibujos y documentos cinematográficos que reflejaron el renacimiento artístico mexicano durante la primera mitad del siglo XX. Y es que el arte de México durante esa época, ofreció una singularidad increíble y un poder que desafió a las miradas europeas que no entendían cómo la modernidad mexicana se inspiró en la imaginación colectiva y en las tradiciones del siglo XIX y que lograron que su arte entrara con el pie derecho al Arte Mundial cuando nació el siglo XX. En ese entonces, nuestros grandes artistas fueron influenciados y a la vez mostraron la relación entre el arte académico desarrollado después de la restauración de la República en 1867 y que se prolongó en los preceptos ideológicos de la Escuela Mexicana de Pintura y Escultura guiada por el gran educador don José Vasconcelos a partir de 1921. Pero para las corrientes internacionales fue tan impactante la irrupción y posterior devenir de nuestros grandes pintores y muralistas de la primera mitad del siglo XX, que incluso hubo norteamericanos en ese tiempo que viajaron a la Cd. de México en busca de las obras de sus homólogos mexicanos pintadas aún en alguna fonda o pulquería con el fin de entender su arte y después entrevistarse y aprender de ellos aunque por lo visto sin gran y ni siquiera mediano éxito. Lo viví, queridos lectores en Nueva York, en febrero de 2020, justo cuando comenzaba la pandemia y mis hijas y yo sin saberlo, como Mr. Magoo en medio de las balas anduvimos felices del tingo al tango en esa maravillosa urbe. Una de nuestras visitas, recomendada por Arturo Aguilar fue al Museo Whitney de Arte Estadounidense, donde una exposición que exhibía lo mejor de los muralistas Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, triunfaba rotundamente por sobre la obra de los estadounidenses y allí pude contemplar por primera vez el mural llamado “El hombre en el cruce de caminos”, que Diego hizo a los Rockefeller de 1930 a 1933 y que al final ellos mandaron cubrir con una gran lona cuando Diego se negó a borrar el rostro de Lenin, estaba Stalin en pleno poder, y sustituirlo por el de un trabajador anónimo a lo que se negó rotundamente Rivera. Dicen que lo destruyeron, aunque es un misterio lo que realmente pasó con ese mural lleno de simbolismos con una profunda inspiración comunista y en el que aparecen las imágenes de Trotsky, Stalin, Lenin y de Karl Marx. Debo reconocer que fue muy temeraria la decisión de elegir a Rivera para decorar el vestíbulo del Rockefeller Center, la meca ó mayor ícono mundial del capitalismo, absurda decisión ya que Rivera, era un comunista que utilizaba su gran arte como forma de propaganda social. Elección que hizo Abigail -Aby- Greene Aldrich Rockefeller, filántropa y socialité estadounidense y miembro muy destacado de la familia gracias a su matrimonio con el financiero y también filántropo John D. Rockefeller, hijo del cofundador de la Standar Oil Company del mismo nombre que su padre. Por fortuna se dice que un asistente de Rivera fotografío el mural, pero también lo pudo fotografiar algún estadounidense, el caso es que vi una reproducción perfecta del mismo en el Whitney de Nueva York. Pero de vuelta a Guillermo Monroy, que felizmente le escuchamos decir en su último homenaje, que: °con Frida aprendí a ver y pintar a los niños de México°. Monroy, de 97 años de edad expresó casi al final del evento: “Cuando se acerque el final, quiero que una bengala me suba al cielo y que al explotar en mil colores, al caer a la tierra me convierta en semillas de amor que sigan dando su fruto”. Ya para cerrar, el escultor Víctor Manuel Contreras, autor de la Paloma de la Paz a la entrada de Cuernavaca y de las maravillosas esculturas de Serpientes, símbolos de Guadalajara, dijo de él: “Monroy a lo largo de su vida ha sido un manantial que ha dado tanto amor a sus alumnos que su arte hará que su palabra llegue a Dios”. Y hasta el próximo lunes queridos amigos.

Para entender como un artista como Guillermo Monroy aprendió y aprendió bien de ese mundo que él vivió y de los grandes pintores de la época, hay que analizar quienes fueron los que inspiraron su temprana formación artística o quienes lo influenciaron y para eso nos remontamos al pasado y así llegamos al análisis de aquella época fascinante que ya pasó, como pasan todas a su debido tiempo. Pero me referiré en estas líneas solo a una y así abordo el legado que heredaron a México y al mundo artistas plásticos como Diego Rivera, José Clemente Orozco, José Chávez Morado, Frida Kahlo y demás vanguardistas, que fue tan valioso, que aún recuerdo cuando el Museo de Arte de Dallas presentó en 2017 en coordinación con la Secretaría de Cultura, el Instituto Nacional de Bellas Artes y el Museo Nacional de Arte, todos de México, una espléndida exposición llamada “México 1900-1950”, tras el gran éxito que obtuvo pocos meses antes la misma exposición en el Grand Palais des Champs Elysées, en París, Francia. Pero la de Dallas fue mayor, ya que se trató de una de las retrospectivas de arte más importantes de los últimos años que incluyó más de 200 obras entre pinturas, esculturas, fotografías, dibujos y documentos cinematográficos que reflejaron el renacimiento artístico mexicano durante la primera mitad del siglo XX. Y es que el arte de México durante esa época, ofreció una singularidad increíble y un poder que desafió a las miradas europeas que no entendían cómo la modernidad mexicana se inspiró en la imaginación colectiva y en las tradiciones del siglo XIX y que lograron que su arte entrara con el pie derecho al Arte Mundial cuando nació el siglo XX. En ese entonces, nuestros grandes artistas fueron influenciados y a la vez mostraron la relación entre el arte académico desarrollado después de la restauración de la República en 1867 y que se prolongó en los preceptos ideológicos de la Escuela Mexicana de Pintura y Escultura guiada por el gran educador don José Vasconcelos a partir de 1921. Pero para las corrientes internacionales fue tan impactante la irrupción y posterior devenir de nuestros grandes pintores y muralistas de la primera mitad del siglo XX, que incluso hubo norteamericanos en ese tiempo que viajaron a la Cd. de México en busca de las obras de sus homólogos mexicanos pintadas aún en alguna fonda o pulquería con el fin de entender su arte y después entrevistarse y aprender de ellos aunque por lo visto sin gran y ni siquiera mediano éxito. Lo viví, queridos lectores en Nueva York, en febrero de 2020, justo cuando comenzaba la pandemia y mis hijas y yo sin saberlo, como Mr. Magoo en medio de las balas anduvimos felices del tingo al tango en esa maravillosa urbe. Una de nuestras visitas, recomendada por Arturo Aguilar fue al Museo Whitney de Arte Estadounidense, donde una exposición que exhibía lo mejor de los muralistas Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, triunfaba rotundamente por sobre la obra de los estadounidenses y allí pude contemplar por primera vez el mural llamado “El hombre en el cruce de caminos”, que Diego hizo a los Rockefeller de 1930 a 1933 y que al final ellos mandaron cubrir con una gran lona cuando Diego se negó a borrar el rostro de Lenin, estaba Stalin en pleno poder, y sustituirlo por el de un trabajador anónimo a lo que se negó rotundamente Rivera. Dicen que lo destruyeron, aunque es un misterio lo que realmente pasó con ese mural lleno de simbolismos con una profunda inspiración comunista y en el que aparecen las imágenes de Trotsky, Stalin, Lenin y de Karl Marx. Debo reconocer que fue muy temeraria la decisión de elegir a Rivera para decorar el vestíbulo del Rockefeller Center, la meca ó mayor ícono mundial del capitalismo, absurda decisión ya que Rivera, era un comunista que utilizaba su gran arte como forma de propaganda social. Elección que hizo Abigail -Aby- Greene Aldrich Rockefeller, filántropa y socialité estadounidense y miembro muy destacado de la familia gracias a su matrimonio con el financiero y también filántropo John D. Rockefeller, hijo del cofundador de la Standar Oil Company del mismo nombre que su padre. Por fortuna se dice que un asistente de Rivera fotografío el mural, pero también lo pudo fotografiar algún estadounidense, el caso es que vi una reproducción perfecta del mismo en el Whitney de Nueva York. Pero de vuelta a Guillermo Monroy, que felizmente le escuchamos decir en su último homenaje, que: °con Frida aprendí a ver y pintar a los niños de México°. Monroy, de 97 años de edad expresó casi al final del evento: “Cuando se acerque el final, quiero que una bengala me suba al cielo y que al explotar en mil colores, al caer a la tierra me convierta en semillas de amor que sigan dando su fruto”. Ya para cerrar, el escultor Víctor Manuel Contreras, autor de la Paloma de la Paz a la entrada de Cuernavaca y de las maravillosas esculturas de Serpientes, símbolos de Guadalajara, dijo de él: “Monroy a lo largo de su vida ha sido un manantial que ha dado tanto amor a sus alumnos que su arte hará que su palabra llegue a Dios”. Y hasta el próximo lunes queridos amigos.