/ lunes 29 de enero de 2024

Felipe Ángeles: el gran artillero de la Revolución

Pese a lo anterior, un consejo de guerra por mandato de Venustiano Carranza luego de un juicio sumario que más que esto fue un vil asesinato, pues sin aceptar ningún tipo de defensa, declaró al general traidor al movimiento armado ordenando su ejecución.

Lo respetaba tanto la tropa que el mismo general Ángeles dirigió el cumplimiento de la sentencia dando órdenes a sus ejecutores. Quien mejor denuncia este evento, fue la gran escritora Elena Garro, en su libro Felipe Ángeles, publicado en 1956. La misma Garro declaró: “Les leí esta obra a varios escritores y me dijeron que era impublicable e imposible de poner en escena, porque estaba en contra de la Revolución…sin embargo es la obra que más quiero, porque creo que rescaté a un gran mexicano que estaba olvidado”. Y sí lo rescató la Garro.

Antes que nada, queridos lectores, ya estoy de nuevo con ustedes en los Soles: Cuernavaca y Cuautla. Y seguimos.

Fíjense que el juicio al general ocurrido el 26 de noviembre de 1919, puso en evidencia la manera en cómo varios de los caudillos de la Revolución Mexicana se olvidaron de los principios de justicia por los que habían luchado y se entregaron a una despiadada y cruenta lucha por el poder. Esto me recuerda, queridos lectores, a otro gran mexicano, al también general Francisco R. Serrano, nacido en Santa Ana Choix, Sinaloa y masacrado en Huitzilac, Morelos, 38 años después, en 1927, por órdenes de otro caudillo: Álvaro Obregón enloquecido por el poder. “Son casos que por décadas los desapareció la historia oficial de México para no evidenciar la manera como los caudillos de la Revolución Mexicana se olvidaron de los principios de justicia por los que habían luchado y se entregaron a una despiadada y cruenta lucha por el poder”, refiere la Garro.

Ese simulacro de juicio sumario puso en evidencia que los líderes sobrevivientes del levantamiento armado contra Porfirio Díaz, muy pronto dejaron de representar los sueños de una nación para encarnar sólo sus ambiciones personales. “El pueblo, ya no se ve en nosotros, es como si hubiéramos caído detrás del espejo…La traición nos ronda, nos aguarda a cualquier hora y en cualquier esquina. Y todos hemos ido terminando así y ninguno de nosotros tendrá un final distinto…”, citó en su momento el generla chiapaneco Manuel M. Diéguez pese a haber sido uno de sus captores.

Lean estas líneas: “Yo soy el culpable de que desoyendo los despóticos mandatos de Carranza hayamos ido a dar el último golpe de muerte a los huertistas en Zacatecas, yo soy el culpable de haberle dicho a Carranza su miseria moral, su envidia, su falta de patriotismo, su ambición, su despotismo… Sepan carrancistas y huertistas que estoy con Villa y con Zapata y con Genovevo de la O y con todos los pobres que no se someten a la injusticia y que no presentan las espaldas al látigo de los dictadores”, escribió en una carta el general Felipe Ángeles, desde su destierro en El Paso, Texas, antes de regresar a México y ser arrestado y fusilado a los 51 años de edad.

Nuestro estado de Morelos fue testigo de que en 1912, siete años antes de su muerte, el ya Presidente de México Francisco I. Madero, lo envía a Morelos para intentar apaciguar al general Emiliano Zapata del que a pesar de que en 1910 era gran aliado del coahuilense, un año después, se inició el distanciamiento entre ambos al comprender Zapata que jamás un hacendado podría apoyar un movimiento contra otros hacendados lo que lo llevó a la ruptura con la federación. La primera vez ocurrió, ese mismo año, el 10 de marzo contra Porfirio Díaz por su apoyo a los hacendados morelenses, enemigos acérrimos del zapatismo. La segunda vez, el 28 de noviembre del mismo 1911 ya contra Madero llevando su Plan de Ayala, su proyecto de Nación, en la mano.

Porqué a tanto tiempo de ocurridos los hechos, me interesa difundir lo ya difundido pero olvidado queridos lectores, creo que es porque hay que conocer nuestra propia historia, como dice el dicho: “Pueblo que la olvida, está destinado a cometer los mismos errores del pasado”. Y Felilpe Ángeles fue un general altamente apreciado por los soldados, popular entre la población, pero incómodo para Carranza. Para Elena Garro, autora además de una extraordinaria novela llamada Los Recuerdos del Porvenir, que de alguna manera está ligada a su obra Felipe Ángeles, se dedicó durante años a recabar información encontrando valiosas citas como: “Si lo matamos a él, asesinamos a la Revolución”, dejó escrito el también general sinaloense –de Mazatlán-, José Gonzalo Escobar. Ahora bien, por haberlo rescatado del olvido, la memoria de la gran escritora Elena Garro queda ligada a la del gran artillero. Y hasta pronto.

Pese a lo anterior, un consejo de guerra por mandato de Venustiano Carranza luego de un juicio sumario que más que esto fue un vil asesinato, pues sin aceptar ningún tipo de defensa, declaró al general traidor al movimiento armado ordenando su ejecución.

Lo respetaba tanto la tropa que el mismo general Ángeles dirigió el cumplimiento de la sentencia dando órdenes a sus ejecutores. Quien mejor denuncia este evento, fue la gran escritora Elena Garro, en su libro Felipe Ángeles, publicado en 1956. La misma Garro declaró: “Les leí esta obra a varios escritores y me dijeron que era impublicable e imposible de poner en escena, porque estaba en contra de la Revolución…sin embargo es la obra que más quiero, porque creo que rescaté a un gran mexicano que estaba olvidado”. Y sí lo rescató la Garro.

Antes que nada, queridos lectores, ya estoy de nuevo con ustedes en los Soles: Cuernavaca y Cuautla. Y seguimos.

Fíjense que el juicio al general ocurrido el 26 de noviembre de 1919, puso en evidencia la manera en cómo varios de los caudillos de la Revolución Mexicana se olvidaron de los principios de justicia por los que habían luchado y se entregaron a una despiadada y cruenta lucha por el poder. Esto me recuerda, queridos lectores, a otro gran mexicano, al también general Francisco R. Serrano, nacido en Santa Ana Choix, Sinaloa y masacrado en Huitzilac, Morelos, 38 años después, en 1927, por órdenes de otro caudillo: Álvaro Obregón enloquecido por el poder. “Son casos que por décadas los desapareció la historia oficial de México para no evidenciar la manera como los caudillos de la Revolución Mexicana se olvidaron de los principios de justicia por los que habían luchado y se entregaron a una despiadada y cruenta lucha por el poder”, refiere la Garro.

Ese simulacro de juicio sumario puso en evidencia que los líderes sobrevivientes del levantamiento armado contra Porfirio Díaz, muy pronto dejaron de representar los sueños de una nación para encarnar sólo sus ambiciones personales. “El pueblo, ya no se ve en nosotros, es como si hubiéramos caído detrás del espejo…La traición nos ronda, nos aguarda a cualquier hora y en cualquier esquina. Y todos hemos ido terminando así y ninguno de nosotros tendrá un final distinto…”, citó en su momento el generla chiapaneco Manuel M. Diéguez pese a haber sido uno de sus captores.

Lean estas líneas: “Yo soy el culpable de que desoyendo los despóticos mandatos de Carranza hayamos ido a dar el último golpe de muerte a los huertistas en Zacatecas, yo soy el culpable de haberle dicho a Carranza su miseria moral, su envidia, su falta de patriotismo, su ambición, su despotismo… Sepan carrancistas y huertistas que estoy con Villa y con Zapata y con Genovevo de la O y con todos los pobres que no se someten a la injusticia y que no presentan las espaldas al látigo de los dictadores”, escribió en una carta el general Felipe Ángeles, desde su destierro en El Paso, Texas, antes de regresar a México y ser arrestado y fusilado a los 51 años de edad.

Nuestro estado de Morelos fue testigo de que en 1912, siete años antes de su muerte, el ya Presidente de México Francisco I. Madero, lo envía a Morelos para intentar apaciguar al general Emiliano Zapata del que a pesar de que en 1910 era gran aliado del coahuilense, un año después, se inició el distanciamiento entre ambos al comprender Zapata que jamás un hacendado podría apoyar un movimiento contra otros hacendados lo que lo llevó a la ruptura con la federación. La primera vez ocurrió, ese mismo año, el 10 de marzo contra Porfirio Díaz por su apoyo a los hacendados morelenses, enemigos acérrimos del zapatismo. La segunda vez, el 28 de noviembre del mismo 1911 ya contra Madero llevando su Plan de Ayala, su proyecto de Nación, en la mano.

Porqué a tanto tiempo de ocurridos los hechos, me interesa difundir lo ya difundido pero olvidado queridos lectores, creo que es porque hay que conocer nuestra propia historia, como dice el dicho: “Pueblo que la olvida, está destinado a cometer los mismos errores del pasado”. Y Felilpe Ángeles fue un general altamente apreciado por los soldados, popular entre la población, pero incómodo para Carranza. Para Elena Garro, autora además de una extraordinaria novela llamada Los Recuerdos del Porvenir, que de alguna manera está ligada a su obra Felipe Ángeles, se dedicó durante años a recabar información encontrando valiosas citas como: “Si lo matamos a él, asesinamos a la Revolución”, dejó escrito el también general sinaloense –de Mazatlán-, José Gonzalo Escobar. Ahora bien, por haberlo rescatado del olvido, la memoria de la gran escritora Elena Garro queda ligada a la del gran artillero. Y hasta pronto.