/ martes 11 de febrero de 2020

Con los ojos brillantes

Mirar hacia adentro

La música de banda tradicional es, junto con el corrido suriano, la que cuenta con un mayor arraigo y representatividad en Morelos. Existen más de cien bandas distribuidas en el estado. Unas cuantas de ellas llevan en activo más de un siglo y en ellas participan sucesivas generaciones de músicos de una familia. Tal es el caso de la Banda de Tlayacapan, de la familia Santamaría, de la que les hablaba la semana pasada.

Las bandas tradicionales acompañan los diferentes espacios y procesos de la comunidad en que residen: tocan en fiestas, funerales, celebraciones cívicas y religiosas, es por ello que esta banda acompañó a las huestes zapatistas en su entrada a la Ciudad de México. Con más de cien integrantes, que van de niñas y niños pequeños hasta adultos mayores, todos ellos han sido formados en el taller de la propia banda, en el que se les enseña el solfeo, es decir, esta banda lee partituras, razón por la cual no es de extrañar que hayan sido ellos quienes realizaran la notación de los sones de Chinelos y así garantizaran que hayan llegado hasta nuestros días y se escuchen en este tiempo de carnavales.

Es en verdad una ocasión muy especial el escucharlos en vivo no sólo por su altísima calidad, sino porque la conciencia que ellas y ellos tiene de ser músicos tradicionales, de ser un eslabón en una cadena que viene de muy lejos y que trabajan por proyectar hacia adelante, permea sus ejecuciones y las dota de una particular gama de emociones que enchina la piel.

Cornelio Santamaría, director de esta parte de la banda, es además un gran ideólogo de la música tradicional. Sus pensamientos han sido compartidos en un sinnúmero de encuentros musicales y leídos en conciertos, t son considerados por otros grandes músicos tradicionales del país como un componente valiosísimo de la música mexicana. Cornelio además es chirimitero, toca desde hace muchos años este instrumento y acompaña con él el ciclo festivo de las peregrinaciones de Tlayacapan al santuario de Chalma. Es serio y adusto, pero en confianza es alegre y muy divertido. Su posición como director no le permite tocar su adorado clarinete en todas las ejecuciones de la banda, pero cuando lo hace, se puede percibir un brillo especial en sus ojos. El brillo que le proporciona saberse artista, saberse parte de una tradición, de un pueblo con fuerte arraigo,saber que junto con su familia nos comparten algo muy especial, significativo, hermoso, que han cultivado por generaciones. Si se enteran que esta banda va a tocar en algún lugar al que puedan ir, no lo duden, vayan y después me cuentan.

La música de banda tradicional es, junto con el corrido suriano, la que cuenta con un mayor arraigo y representatividad en Morelos. Existen más de cien bandas distribuidas en el estado. Unas cuantas de ellas llevan en activo más de un siglo y en ellas participan sucesivas generaciones de músicos de una familia. Tal es el caso de la Banda de Tlayacapan, de la familia Santamaría, de la que les hablaba la semana pasada.

Las bandas tradicionales acompañan los diferentes espacios y procesos de la comunidad en que residen: tocan en fiestas, funerales, celebraciones cívicas y religiosas, es por ello que esta banda acompañó a las huestes zapatistas en su entrada a la Ciudad de México. Con más de cien integrantes, que van de niñas y niños pequeños hasta adultos mayores, todos ellos han sido formados en el taller de la propia banda, en el que se les enseña el solfeo, es decir, esta banda lee partituras, razón por la cual no es de extrañar que hayan sido ellos quienes realizaran la notación de los sones de Chinelos y así garantizaran que hayan llegado hasta nuestros días y se escuchen en este tiempo de carnavales.

Es en verdad una ocasión muy especial el escucharlos en vivo no sólo por su altísima calidad, sino porque la conciencia que ellas y ellos tiene de ser músicos tradicionales, de ser un eslabón en una cadena que viene de muy lejos y que trabajan por proyectar hacia adelante, permea sus ejecuciones y las dota de una particular gama de emociones que enchina la piel.

Cornelio Santamaría, director de esta parte de la banda, es además un gran ideólogo de la música tradicional. Sus pensamientos han sido compartidos en un sinnúmero de encuentros musicales y leídos en conciertos, t son considerados por otros grandes músicos tradicionales del país como un componente valiosísimo de la música mexicana. Cornelio además es chirimitero, toca desde hace muchos años este instrumento y acompaña con él el ciclo festivo de las peregrinaciones de Tlayacapan al santuario de Chalma. Es serio y adusto, pero en confianza es alegre y muy divertido. Su posición como director no le permite tocar su adorado clarinete en todas las ejecuciones de la banda, pero cuando lo hace, se puede percibir un brillo especial en sus ojos. El brillo que le proporciona saberse artista, saberse parte de una tradición, de un pueblo con fuerte arraigo,saber que junto con su familia nos comparten algo muy especial, significativo, hermoso, que han cultivado por generaciones. Si se enteran que esta banda va a tocar en algún lugar al que puedan ir, no lo duden, vayan y después me cuentan.

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