/ lunes 7 de noviembre de 2022

Las vueltas que da la vida | ¿Qué significa ser declarado un tesoro humano vivo? (I)

Queridos lectores, ya pasados nuestros Días de Muertos, hoy estoy feliz de difundir lo que significa ser nominado “Tesoro Humano Vivo”.

Nada fácil porque, entre otras cualidades, los personajes elegidos deben representar y encarnar prácticas y técnicas propias de sus comunidades y sobre todo que las hayan demostrado en la práctica a lo largo de sus vidas, incluyendo, desde luego, la integración de diversos aspectos del quehacer cultural de un pueblo.

Pues bien, queridos lectores, me da mucho orgullo decirles, más bien presumirles sin arrogancia alguna, que en Morelos, el segundo estado más pequeño del país que formó Benito Juárez el 16 de abril de 1869 para tener una salida rápida de la capital del país en tiempos de guerra, rodeado como estaba del siempre poderoso estado de México, tenemos, sin embargo, por lo menos 10 tesoros humanos vivos. Y habrá quien se pregunte: ¿qué gana la Secretaría de Turismo y Cultura, con lanzar la convocatoria a todos los pueblos para que ellos mismos los promuevan?

Pues verán qué interesante es la respuesta, sobre todo aquí en un estado que desde que Venustiano Carranza, de infausta memoria en Morelos por haber sido el autor intelectual del asesinato del General Emiliano Zapata cometido por uno de sus enviados el 10 de abril de 1919 --aunque apenas lo sobrevivió Carranza un año y unos pocos días más--, desesperado por no haberlo podido atrapar antes y viendo el apoyo de parte de la ciudadanía a su movimiento, ordenara la evacuación ciudadana de gran parte de la ciudad y otros pueblos en 1917, fíjense desde cuando lo quería acabar. Mis abuelos, en ese entonces, tuvieron que dejar la casa que habitaban desde 1904 y trasladarse a la CDMX, como los abuelos de tantos amigos míos, entre ellos los del cronista Teodoro Lavín y tantos más. Muchos no regresaron y en cambio llegaron a Cuernavaca pobladores de otros estados, bienvenidos todos, pero con tantos nuevos, aunados a los miles más que llegaron décadas después en cuanto iniciaron los fuertes sismos a partir de 1985, se creó una nueva población, incluso la dependencia Caminos y Puentes Federales, CAPUFE, se desconcentró de la CDMX y abrió sus puertas en Cuernavaca, pero lo hicieron aunque con el gusto de vivir en este paraíso de precioso clima y cerca del entonces D.F., sin saber a dónde llegaban, sin conocer ni su historia, ni su vasto y rico patrimonio cultural, arqueológico, artístico, intelectual, científico y un largo etcétera por lo que desde entonces necesitamos fortalecer la identidad local y el sentido de pertenencia entre los nuevos lugareños. Gran parte de los abuelos de mis amigos, sí regresaron de vuelta a esta ciudad, y aquí siguen, más bien, aquí seguimos felices; por lo que aplaudo el destacar y mantener vigentes los saberes de las personas que son referente de identidad y valores en su comunidad.

Y los elegidos este año fueron don Lauro Vivanco Vázquez, de 84 años originario del poblado de Totolapan en el área de danza. María del Carmen Quevedo Acevedo de 75 años de edad, proveniente del municipio de Emiliano Zapata como partera tradicional y don Teódulo Tomás Santamaría Pedraza, de Tlayacapan, por su aportación en música tradicional. Pero fíjense queridos lectores, qué interesante es esta historia que inició en Japón, en 1950, fecha en que ese país, ya medio repuesto de los estragos de la II Guerra Mundial, comenzó a destacar a ciertos individuos o grupos que encarnaban los valores culturales intangibles como Tesoros Humanos Vivos.

Y seguiremos con este fascinante tema. Hasta el próximo lunes.

Queridos lectores, ya pasados nuestros Días de Muertos, hoy estoy feliz de difundir lo que significa ser nominado “Tesoro Humano Vivo”.

Nada fácil porque, entre otras cualidades, los personajes elegidos deben representar y encarnar prácticas y técnicas propias de sus comunidades y sobre todo que las hayan demostrado en la práctica a lo largo de sus vidas, incluyendo, desde luego, la integración de diversos aspectos del quehacer cultural de un pueblo.

Pues bien, queridos lectores, me da mucho orgullo decirles, más bien presumirles sin arrogancia alguna, que en Morelos, el segundo estado más pequeño del país que formó Benito Juárez el 16 de abril de 1869 para tener una salida rápida de la capital del país en tiempos de guerra, rodeado como estaba del siempre poderoso estado de México, tenemos, sin embargo, por lo menos 10 tesoros humanos vivos. Y habrá quien se pregunte: ¿qué gana la Secretaría de Turismo y Cultura, con lanzar la convocatoria a todos los pueblos para que ellos mismos los promuevan?

Pues verán qué interesante es la respuesta, sobre todo aquí en un estado que desde que Venustiano Carranza, de infausta memoria en Morelos por haber sido el autor intelectual del asesinato del General Emiliano Zapata cometido por uno de sus enviados el 10 de abril de 1919 --aunque apenas lo sobrevivió Carranza un año y unos pocos días más--, desesperado por no haberlo podido atrapar antes y viendo el apoyo de parte de la ciudadanía a su movimiento, ordenara la evacuación ciudadana de gran parte de la ciudad y otros pueblos en 1917, fíjense desde cuando lo quería acabar. Mis abuelos, en ese entonces, tuvieron que dejar la casa que habitaban desde 1904 y trasladarse a la CDMX, como los abuelos de tantos amigos míos, entre ellos los del cronista Teodoro Lavín y tantos más. Muchos no regresaron y en cambio llegaron a Cuernavaca pobladores de otros estados, bienvenidos todos, pero con tantos nuevos, aunados a los miles más que llegaron décadas después en cuanto iniciaron los fuertes sismos a partir de 1985, se creó una nueva población, incluso la dependencia Caminos y Puentes Federales, CAPUFE, se desconcentró de la CDMX y abrió sus puertas en Cuernavaca, pero lo hicieron aunque con el gusto de vivir en este paraíso de precioso clima y cerca del entonces D.F., sin saber a dónde llegaban, sin conocer ni su historia, ni su vasto y rico patrimonio cultural, arqueológico, artístico, intelectual, científico y un largo etcétera por lo que desde entonces necesitamos fortalecer la identidad local y el sentido de pertenencia entre los nuevos lugareños. Gran parte de los abuelos de mis amigos, sí regresaron de vuelta a esta ciudad, y aquí siguen, más bien, aquí seguimos felices; por lo que aplaudo el destacar y mantener vigentes los saberes de las personas que son referente de identidad y valores en su comunidad.

Y los elegidos este año fueron don Lauro Vivanco Vázquez, de 84 años originario del poblado de Totolapan en el área de danza. María del Carmen Quevedo Acevedo de 75 años de edad, proveniente del municipio de Emiliano Zapata como partera tradicional y don Teódulo Tomás Santamaría Pedraza, de Tlayacapan, por su aportación en música tradicional. Pero fíjense queridos lectores, qué interesante es esta historia que inició en Japón, en 1950, fecha en que ese país, ya medio repuesto de los estragos de la II Guerra Mundial, comenzó a destacar a ciertos individuos o grupos que encarnaban los valores culturales intangibles como Tesoros Humanos Vivos.

Y seguiremos con este fascinante tema. Hasta el próximo lunes.