/ viernes 24 de mayo de 2024

La evaluación formativa en el discurso oficial actual

Por Netzahualcóyotl Estrada Ventura

El ámbito educativo tiene como característica inherente un carácter propositivo, es decir, se busca llegar a un objetivo, el cual se caracteriza por ser claro, real, preciso y coherente con el contexto. Lo anterior implica realizar una medición que permite, entre otras cosas, dar partida a una intervención; mejorar a ésta, o bien, conocer el desempeño. A lo anterior se le conoce como evaluación.

La evaluación es un elemento curricular imprescindible que debe ser atendido complejamente ya que a partir de este se inicia la intervención del agente educativo para transformar el contexto a trabajar. Esta evaluación puede realizarse al inicio, durante o al final de un periodo educativo. Este trabajo de medición puede ser de carácter cuantitativo o cualitativo y puede ser desarrollado por diferentes agentes que contribuyen a la mejora continua.

Hoy en día, el tema de la evaluación es muy amplio. Existe todo un banco de información que clasifica, ordena y desarrolla el campo de la evaluación educativa. Si bien es una actividad que cotidianamente realizamos los docentes, no siempre se ejecuta como se requiere.

Actualmente la Nueva Escuela Mexicana precisa que la evaluación formativa es la base de nuestro quehacer educativo. En esta se prioriza el proceso en vez del resultado; subraya la importancia del camino que se sigue para llegar de un punto “a” a un punto “b” para analizar cómo se llevó a cabo ese proceso dejando de lado el resultado per se.

La evaluación formativa en el currículo actual busca valorar el desarrollo de las competencias de los alumnos e identificar el nivel de los estudiantes para determinar oportunamente los cambios a la enseñanza que han de realizarse para cumplir con los fines de la educación.

Dentro de todo este proceso de evaluación se someten a revisión tanto alumnos como docentes. Los alumnos en cuanto al aprendizaje para saber cómo llegar a la construcción del mismo y los docentes para mejorar la enseñanza diversificándola y retroalimentando las acciones del alumno y profesor.

La actividad de evaluación formativa implica en los docentes un trabajo de seguimiento complejo que involucra una serie de funciones y finalidades. Por un lado, de acuerdo a sus funciones, obedece a una perspectiva pedagógica y otra social en las que se identifican las necesidades de los alumnos y a su vez crean oportunidades para transformar los procesos de enseñanza y aprendizaje a partir de su misma práctica. Ahora bien, las finalidades siempre apuntan a la retroalimentación donde tácitamente se sugiere todo aquello que se debe mejorar para cumplir con los distintos propósitos.

A grandes rasgos, la evaluación formativa en la Nueva Escuela Mexicana tiene un objetivo muy ambicioso que en teoría suena muy bien ya que engrana los comportamientos y productos de los Procesos de Desarrollo de Aprendizaje (PDA), además busca llegar a una metacognición que permita a los alumnos detectar sus errores, estar conscientes de su proceso de aprendizaje y mejorarse a sí mismos de forma continua.

Sin embargo, uno de los problemas a los que nos enfrentamos en las instituciones educativas es a una deficiente aplicación de la evaluación formativa en educación básica ya que se sigue priorizando una educación sumativa que ciega a los docentes e impide valorar el proceso de cada uno de los discentes. Además, los padres de familia y alumnos en general se muestran interesados en demasía en saber cuál va a ser su calificación final y cómo hacerle para llegar a la puntuación máxima, esto es, una expresión total de la educación bancaria que heredamos tiempo atrás.

Entonces, la evaluación formativa pocas veces se procura con la importancia que tiene en su naturaleza y, en vez de esto, se valora más la evaluación sumativa (calificación).

En la educación superior, la evaluación formativa es también la herramienta que permite mejorar las metodologías de enseñanza por parte de académicos y las estrategias que implementen los alumnos universitarios en su aprendizaje. Lo anterior obedece a que pocas veces los académicos se detienen a autoevaluarse en cuanto a su forma de enseñar o están pocos conscientes de cómo y qué están enseñando. Esto implica una autenticidad en la didáctica, es decir, utilizar mecanismos de enseñanza diferenciada que permita llegar a más alumnos y de una mejor manera.

Con todo ello, la enseñanza sigue siendo un tema complejo, ya que el resultado no está asegurado, pues los estudiantes no siempre aprenden lo que les enseñamos, por tanto, la labor del docente no consiste únicamente en impartir las clases asignadas, sino procurar un aprendizaje – edificado por los mismos alumnos- y que, a su vez, pueda ser valorado en todo momento del proceso.

La evaluación formativa busca en todo momento del proceso ser el puente entre la enseñanza y el aprendizaje, es decir, valorar y comparar lo que se propuso con lo que realmente se logró.

En conclusión, la evaluación formativa es un tema central en la Nueva Escuela Mexicana, permite una enseñanza crítica y un aprendizaje consciente que a lo largo del proceso se va mejorando a sí mismo. Es una oportunidad de dejar atrás una educación bancaria donde la calificación es la meta a conseguir y no así el aprendizaje.

Sin duda alguna, estamos ante un nuevo discurso oficial, un nuevo lenguaje que tiene tendencia a valorar las dimensiones humanas de los alumnos, que procura una autonomía curricular y que promueve la innovación en el quehacer didáctico. Es decir, hay que entender que debemos dejar atrás una educación parcelada, sin sentido, sin aplicación y sin fundamentos pedagógicos que justifiquen el mundo en que hoy por hoy vivimos.

La evaluación formativa, y en general la Nueva Escuela Mexicana, debe ser apropiada por cada uno de los docentes y, a su vez, deben ser explicadas también a los padres de familia y alumnos con el fin de que comprendan también el nuevo lenguaje educativo y contribuyan en el proceso formativo. Esto nos va a permitir dar paso a la valorización de los procesos de enseñanza y aprendizaje para mejorar constantemente las prácticas que docentes y alumnos realizamos a diario en el quehacer educativo.

NETZAHUALCÓYOTL ESTRADA VENTURA es doctor en Planeación, Evaluación y Gestión Educativa, maestro en Educación (CUHE) y licenciado en Pedagogía (UPN). Actualmente se desempeña como profesor frente a grupo a nivel primaria en SEIEM, además, es catedrático de posgrado en el CENTRO UNIVERSITARIO HUMANISTA EN EDUCACIÓN (CUHE).

Por Netzahualcóyotl Estrada Ventura

El ámbito educativo tiene como característica inherente un carácter propositivo, es decir, se busca llegar a un objetivo, el cual se caracteriza por ser claro, real, preciso y coherente con el contexto. Lo anterior implica realizar una medición que permite, entre otras cosas, dar partida a una intervención; mejorar a ésta, o bien, conocer el desempeño. A lo anterior se le conoce como evaluación.

La evaluación es un elemento curricular imprescindible que debe ser atendido complejamente ya que a partir de este se inicia la intervención del agente educativo para transformar el contexto a trabajar. Esta evaluación puede realizarse al inicio, durante o al final de un periodo educativo. Este trabajo de medición puede ser de carácter cuantitativo o cualitativo y puede ser desarrollado por diferentes agentes que contribuyen a la mejora continua.

Hoy en día, el tema de la evaluación es muy amplio. Existe todo un banco de información que clasifica, ordena y desarrolla el campo de la evaluación educativa. Si bien es una actividad que cotidianamente realizamos los docentes, no siempre se ejecuta como se requiere.

Actualmente la Nueva Escuela Mexicana precisa que la evaluación formativa es la base de nuestro quehacer educativo. En esta se prioriza el proceso en vez del resultado; subraya la importancia del camino que se sigue para llegar de un punto “a” a un punto “b” para analizar cómo se llevó a cabo ese proceso dejando de lado el resultado per se.

La evaluación formativa en el currículo actual busca valorar el desarrollo de las competencias de los alumnos e identificar el nivel de los estudiantes para determinar oportunamente los cambios a la enseñanza que han de realizarse para cumplir con los fines de la educación.

Dentro de todo este proceso de evaluación se someten a revisión tanto alumnos como docentes. Los alumnos en cuanto al aprendizaje para saber cómo llegar a la construcción del mismo y los docentes para mejorar la enseñanza diversificándola y retroalimentando las acciones del alumno y profesor.

La actividad de evaluación formativa implica en los docentes un trabajo de seguimiento complejo que involucra una serie de funciones y finalidades. Por un lado, de acuerdo a sus funciones, obedece a una perspectiva pedagógica y otra social en las que se identifican las necesidades de los alumnos y a su vez crean oportunidades para transformar los procesos de enseñanza y aprendizaje a partir de su misma práctica. Ahora bien, las finalidades siempre apuntan a la retroalimentación donde tácitamente se sugiere todo aquello que se debe mejorar para cumplir con los distintos propósitos.

A grandes rasgos, la evaluación formativa en la Nueva Escuela Mexicana tiene un objetivo muy ambicioso que en teoría suena muy bien ya que engrana los comportamientos y productos de los Procesos de Desarrollo de Aprendizaje (PDA), además busca llegar a una metacognición que permita a los alumnos detectar sus errores, estar conscientes de su proceso de aprendizaje y mejorarse a sí mismos de forma continua.

Sin embargo, uno de los problemas a los que nos enfrentamos en las instituciones educativas es a una deficiente aplicación de la evaluación formativa en educación básica ya que se sigue priorizando una educación sumativa que ciega a los docentes e impide valorar el proceso de cada uno de los discentes. Además, los padres de familia y alumnos en general se muestran interesados en demasía en saber cuál va a ser su calificación final y cómo hacerle para llegar a la puntuación máxima, esto es, una expresión total de la educación bancaria que heredamos tiempo atrás.

Entonces, la evaluación formativa pocas veces se procura con la importancia que tiene en su naturaleza y, en vez de esto, se valora más la evaluación sumativa (calificación).

En la educación superior, la evaluación formativa es también la herramienta que permite mejorar las metodologías de enseñanza por parte de académicos y las estrategias que implementen los alumnos universitarios en su aprendizaje. Lo anterior obedece a que pocas veces los académicos se detienen a autoevaluarse en cuanto a su forma de enseñar o están pocos conscientes de cómo y qué están enseñando. Esto implica una autenticidad en la didáctica, es decir, utilizar mecanismos de enseñanza diferenciada que permita llegar a más alumnos y de una mejor manera.

Con todo ello, la enseñanza sigue siendo un tema complejo, ya que el resultado no está asegurado, pues los estudiantes no siempre aprenden lo que les enseñamos, por tanto, la labor del docente no consiste únicamente en impartir las clases asignadas, sino procurar un aprendizaje – edificado por los mismos alumnos- y que, a su vez, pueda ser valorado en todo momento del proceso.

La evaluación formativa busca en todo momento del proceso ser el puente entre la enseñanza y el aprendizaje, es decir, valorar y comparar lo que se propuso con lo que realmente se logró.

En conclusión, la evaluación formativa es un tema central en la Nueva Escuela Mexicana, permite una enseñanza crítica y un aprendizaje consciente que a lo largo del proceso se va mejorando a sí mismo. Es una oportunidad de dejar atrás una educación bancaria donde la calificación es la meta a conseguir y no así el aprendizaje.

Sin duda alguna, estamos ante un nuevo discurso oficial, un nuevo lenguaje que tiene tendencia a valorar las dimensiones humanas de los alumnos, que procura una autonomía curricular y que promueve la innovación en el quehacer didáctico. Es decir, hay que entender que debemos dejar atrás una educación parcelada, sin sentido, sin aplicación y sin fundamentos pedagógicos que justifiquen el mundo en que hoy por hoy vivimos.

La evaluación formativa, y en general la Nueva Escuela Mexicana, debe ser apropiada por cada uno de los docentes y, a su vez, deben ser explicadas también a los padres de familia y alumnos con el fin de que comprendan también el nuevo lenguaje educativo y contribuyan en el proceso formativo. Esto nos va a permitir dar paso a la valorización de los procesos de enseñanza y aprendizaje para mejorar constantemente las prácticas que docentes y alumnos realizamos a diario en el quehacer educativo.

NETZAHUALCÓYOTL ESTRADA VENTURA es doctor en Planeación, Evaluación y Gestión Educativa, maestro en Educación (CUHE) y licenciado en Pedagogía (UPN). Actualmente se desempeña como profesor frente a grupo a nivel primaria en SEIEM, además, es catedrático de posgrado en el CENTRO UNIVERSITARIO HUMANISTA EN EDUCACIÓN (CUHE).