/ viernes 22 de septiembre de 2023

Los problemas de los adolescentes

Para entrar de lleno al tema que abordaremos, es necesario que Usted, adulto, regrese al pasado y piense que pasó en su adolescencia. Recuerde cómo entró, pasó y salió de los 12 a los 18 años de edad.

Ahora, analice si ese modo de percibir y entender la vida es el mismo de hoy en día. Seguramente la respuesta es NO, y en la reflexión podremos fácilmente concluir que, con la experiencia actual, en la mayoría de los casos habríamos cambiado alguna de las decisiones tomadas.

Lamentablemente entre las malas elecciones pueden estar embarazos adolescentes, comisión de delitos, consumo de drogas, alcohol y tabaco, deserción escolar, abandono del hogar, vida en situación de calle.

Incluso matrimonio o concubinato, trabajo con remuneraciones bajas o en condiciones laborales abusivas, lesivas o peligrosas, peleas callejeras, ser víctima de pornografía, trata de personas o reclutamiento delictivo forzado, entre muchos otros, según sea el caso.

¿NEGACIÓN?

Generalmente cuando analizamos todo aquello que nos influyó para tomar esas malas decisiones, y tomamos en cuenta que en ese momento no teníamos la suficiente madurez para no hacerlo, es común que incluso se diga frente a estos equívocos: ¡fue un pecado de juventud! En señal de justificación de la conducta.

Pero, a medida que nos volvemos adultos entramos a algo así, como una carrera de obstáculos personales, emocionales y sociales. Estamos solo enfocados en tener y ser.

Y olvidamos nuestras experiencias personales cuando tratamos con adolescentes o cuando opinamos sobre ellos que tienen la suficiente conciencia para saber las consecuencias de sus actos.

Antes de opinar, debemos tomar en cuenta que la infancia y la adolescencia son los momentos del desarrollo humano en el que se forjan los valores, la personalidad, se construye la identidad mediante procesos de índole neuronal, físico, psicológico, social y sexual.

Por ejemplo, muchos adolescentes tienen un crecimiento acelerado y eso les trae problemas, porque los adultos asocian su talla o altura con la madurez cerebral, pero no.

No son adultos, ni tienen la capacidad plena para desarrollar procesos de análisis que les alerten sobre las consecuencias de sus actos y decisiones.

Así que, vuelva al pasado y recuerde cuando en casa y en la escuela le preguntaron a que se iba a dedicar de grande, qué profesión, oficio o trabajo iba a elegir para el resto de su vida.

Quizá esa elección no fue la adecuada y se fue notando entre cada cambio de escuela, carrera o incluso trabajo a lo largo de los años. En algunos casos pudo ser un punto de fracaso, porque nadie les enseñó a reconocer que se está en una etapa del desarrollo de la identidad propia.

Entonces lo que hoy le gusta, mañana ya no, y eso no debe interpretarse como algo negativo. Al contrario, esa actitud cambiante es una característica propia de la adolescencia.

SER ADOLESCENTE

Otro rasgo es su asombrosa capacidad de adaptación, de participar en nuevas experiencias sin analizar las consecuencias, por eso es muy común que, cuando se les pregunta por qué hiciste tal o cual cosa que le afectó, su respuesta regularmente es: “se me hizo fácil”.

Simplemente por el hecho porque en la etapa de desarrollo del cerebro de un adolescente es prioridad lo social, sobre el riesgo de asumir consecuencias, si no, recuerde algún episodio intrépido que haya realizado cuando era adolescente.

¿Le viene a la mente alguna situación, dos o más?

Una muy común, por ejemplo, es conducir el automóvil de papá aún sin tener licencia o permiso de algún adulto.

Así que a pesar de que veamos a muchos adolescentes alcanzar la estatura de un adulto, insistimos en que no lo son, por eso no hay justificación cuando los adultos les pedimos que tomen decisiones como si ya lo fueran, o que piensen y actúen como adultos.

Recordemos que la corteza prefrontal del cerebro (que se ubica a la altura de la frente), es una de las últimas partes en madurar, y es esta área la responsable de distintas habilidades como planificar, establecer prioridades y tomar buenas decisiones.

PROBLEMAS ADOLESCENTES

Por eso los principales problemas de los adolescentes no son solo los inherentes a su desarrollo, sino que lidian con la falta de comprensión y acompañamiento de los adultos, entonces es necesario que para prevenir efectivamente la delincuencia juvenil toda la sociedad procure un desarrollo armonioso de los adolescentes.

Que respete y cultive su personalidad a partir de la primera infancia, por eso los programas preventivos deben enfocarse en el bienestar de los jóvenes mediante el desempeño de una función activa, así como participativa en la sociedad y no deben ser considerados meros objetos de socialización o control.

Así fue establecido desde el 14 de diciembre de 1990 en las Directrices de las naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil, mejor conocidas como las Directrices de Riad, que advierte de la necesidad de aplicar políticas progresistas de prevención de la delincuencia, como estudiar y elaborar medidas pertinentes que eviten criminalizar y penalizar al niño por una conducta que no causa graves perjuicios a su desarrollo ni perjudica a los demás.

Así que cuando algún adolescente le cuente sus problemas, tómese un minuto para analizar y pensar que no es cosa menor, que ayudarlo y orientarlo a encontrar la solución puede traer grandes cosas para su comunidad o toda nuestra sociedad.

Para entrar de lleno al tema que abordaremos, es necesario que Usted, adulto, regrese al pasado y piense que pasó en su adolescencia. Recuerde cómo entró, pasó y salió de los 12 a los 18 años de edad.

Ahora, analice si ese modo de percibir y entender la vida es el mismo de hoy en día. Seguramente la respuesta es NO, y en la reflexión podremos fácilmente concluir que, con la experiencia actual, en la mayoría de los casos habríamos cambiado alguna de las decisiones tomadas.

Lamentablemente entre las malas elecciones pueden estar embarazos adolescentes, comisión de delitos, consumo de drogas, alcohol y tabaco, deserción escolar, abandono del hogar, vida en situación de calle.

Incluso matrimonio o concubinato, trabajo con remuneraciones bajas o en condiciones laborales abusivas, lesivas o peligrosas, peleas callejeras, ser víctima de pornografía, trata de personas o reclutamiento delictivo forzado, entre muchos otros, según sea el caso.

¿NEGACIÓN?

Generalmente cuando analizamos todo aquello que nos influyó para tomar esas malas decisiones, y tomamos en cuenta que en ese momento no teníamos la suficiente madurez para no hacerlo, es común que incluso se diga frente a estos equívocos: ¡fue un pecado de juventud! En señal de justificación de la conducta.

Pero, a medida que nos volvemos adultos entramos a algo así, como una carrera de obstáculos personales, emocionales y sociales. Estamos solo enfocados en tener y ser.

Y olvidamos nuestras experiencias personales cuando tratamos con adolescentes o cuando opinamos sobre ellos que tienen la suficiente conciencia para saber las consecuencias de sus actos.

Antes de opinar, debemos tomar en cuenta que la infancia y la adolescencia son los momentos del desarrollo humano en el que se forjan los valores, la personalidad, se construye la identidad mediante procesos de índole neuronal, físico, psicológico, social y sexual.

Por ejemplo, muchos adolescentes tienen un crecimiento acelerado y eso les trae problemas, porque los adultos asocian su talla o altura con la madurez cerebral, pero no.

No son adultos, ni tienen la capacidad plena para desarrollar procesos de análisis que les alerten sobre las consecuencias de sus actos y decisiones.

Así que, vuelva al pasado y recuerde cuando en casa y en la escuela le preguntaron a que se iba a dedicar de grande, qué profesión, oficio o trabajo iba a elegir para el resto de su vida.

Quizá esa elección no fue la adecuada y se fue notando entre cada cambio de escuela, carrera o incluso trabajo a lo largo de los años. En algunos casos pudo ser un punto de fracaso, porque nadie les enseñó a reconocer que se está en una etapa del desarrollo de la identidad propia.

Entonces lo que hoy le gusta, mañana ya no, y eso no debe interpretarse como algo negativo. Al contrario, esa actitud cambiante es una característica propia de la adolescencia.

SER ADOLESCENTE

Otro rasgo es su asombrosa capacidad de adaptación, de participar en nuevas experiencias sin analizar las consecuencias, por eso es muy común que, cuando se les pregunta por qué hiciste tal o cual cosa que le afectó, su respuesta regularmente es: “se me hizo fácil”.

Simplemente por el hecho porque en la etapa de desarrollo del cerebro de un adolescente es prioridad lo social, sobre el riesgo de asumir consecuencias, si no, recuerde algún episodio intrépido que haya realizado cuando era adolescente.

¿Le viene a la mente alguna situación, dos o más?

Una muy común, por ejemplo, es conducir el automóvil de papá aún sin tener licencia o permiso de algún adulto.

Así que a pesar de que veamos a muchos adolescentes alcanzar la estatura de un adulto, insistimos en que no lo son, por eso no hay justificación cuando los adultos les pedimos que tomen decisiones como si ya lo fueran, o que piensen y actúen como adultos.

Recordemos que la corteza prefrontal del cerebro (que se ubica a la altura de la frente), es una de las últimas partes en madurar, y es esta área la responsable de distintas habilidades como planificar, establecer prioridades y tomar buenas decisiones.

PROBLEMAS ADOLESCENTES

Por eso los principales problemas de los adolescentes no son solo los inherentes a su desarrollo, sino que lidian con la falta de comprensión y acompañamiento de los adultos, entonces es necesario que para prevenir efectivamente la delincuencia juvenil toda la sociedad procure un desarrollo armonioso de los adolescentes.

Que respete y cultive su personalidad a partir de la primera infancia, por eso los programas preventivos deben enfocarse en el bienestar de los jóvenes mediante el desempeño de una función activa, así como participativa en la sociedad y no deben ser considerados meros objetos de socialización o control.

Así fue establecido desde el 14 de diciembre de 1990 en las Directrices de las naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil, mejor conocidas como las Directrices de Riad, que advierte de la necesidad de aplicar políticas progresistas de prevención de la delincuencia, como estudiar y elaborar medidas pertinentes que eviten criminalizar y penalizar al niño por una conducta que no causa graves perjuicios a su desarrollo ni perjudica a los demás.

Así que cuando algún adolescente le cuente sus problemas, tómese un minuto para analizar y pensar que no es cosa menor, que ayudarlo y orientarlo a encontrar la solución puede traer grandes cosas para su comunidad o toda nuestra sociedad.