/ lunes 6 de junio de 2022

Nunca un César entró más triunfante que Zapata a Cuernavaca: Rosa King

Les cuento queridos lectores que la acaudalada británica Rosa Eleanor King, quién vivió en Cuernavaca el inicio del movimiento zapatista, llegó a la ciudad en 1905 y fue a través de su estancia de más de una década, como años después pudo legar en su libro Tempestad sobre México, una espléndida visión de la ciudad capital de Morelos y sus alrededores precisamente en los años clave de la Revolución. Ahora les cuento qué hacía aquí doña Rosa. Habiendo conocido Cuernavaca de casada con un rico estadounidense, ya viuda regresó y abrió un elegante salón de té. Por consejo de su ínclito amigo, el doblemente millonario tanto por herencia familiar como por ser uno de los más poderosos hacendados de Morelos dueño de la Hacienda de Atlihuayán, Pablo Escandón, adquirió e inauguró cuatro años después, una antigua hospedería convertida por ella en el Hotel Bellavista, el mejor de la ciudad en esa época, siendo sus clientes los gobernadores de Morelos en ese entonces: Manuel Alarcón seguido de su amigo Pablo Escandón y Barrón el que en su afán de adquirir más tierras campesinas para sembrar más caña de azúcar, acuñó la frase: “o me vendes tus tierras, o se las compro a tu viuda”. Tanto sembró que hasta invadió las calles de tierra del entonces poblado de Yautepec en su afán de exportar más azúcar morelense al mundo, pero a esos hacendados-empresarios tan exitosos en su afán de aumentar cada vez más su economía, se les olvidó el corazón para tratar mejor al campesinado, antiguos dueños de esas mismas tierras a las que ahora estaban esclavizados. Mientras todo eso sucedía en el campo, en la ciudad Rosa King hospedó por igual en su Hotel Bellavista, a héroes que a villanos. De Victoriano Huerta, quien años después ordenaría asesinar, al presidente de México, Francisco I. Madero. a su hermano y asesor Gustavo así como al vicepresidente José María Pino Suárez, refiere que cuando ella lo conoció antes de esos terribles sucesos que marcaron el inicio de la llamada Decena Trágica, al tenerlo de cliente en su hotel, “pese a su impecable indumentaria militar, todas los noches se embriagaba hasta perderse y lo tenían que subir sosteniéndolo entre dos a su habitación; pero al día siguiente salía lúcido e impecable como si no hubiera probado jamás alcohol”. Entre sus clientes describe por igual a Francisco I. Madero, quien en plática con la británica mostró su desacuerdo en luchar contra los campesinos zapatistas, “porque, aunque soy un general, señora King, también soy un indio, decía muy serio”. De Emiliano Zapata, si bien Rosa King padeció a los pobres integrantes del ejército del sur que rodeaban su distinguido hotel y de su máximo líder, entendió que eran campesinos que dejaban el arado y el surco para luchar por sus derechos. Comprendió asimismo que Zapata no quería nada para él, sólo pedía la devolución de la tierra para su gente y la libertad para trabajarla en paz. Y detalla: “Nunca un César entró más triunfante a la ciudad de Roma, como lo hizo el Jefe Zapata a Cuernavaca”. Rosa King salió de México en 1920 llevando consigo su memoria y sus apuntes que debido a la quema o pérdida de algunos archivos oficiales, ella recuperó varios de los vacíos en su libro Tempestad sobre México ya que vivió la turbulencia de esos años hablando con sus protagonistas y contemplada por ella desde los balcones y ventanas de su Hotel Bellavista ubicado en el zócalo de la ciudad. Asegura el historiador y editor Ricardo Lugo Viñas, autor de Relatos e Historias en México, que la King nunca se imaginó que el levantamiento zapatista haría salir de Morelos a Escandón y aunque ella atendió a la élite que llegaba a la ciudad nunca dejó de conocerla. Así, fue ella la que descubrió y alentó el potencial de las macetas de barro que se producen hasta el día de hoy en el Barrio del Salto de San Antón. Treinta años después, termina Tempestad sobre México y lo presenta en primera instancia en los E.U. Cabe resaltar que la mejor traducción al español la hizo y la presentó en Cuernavaca en la Sala Manuel M. Ponce del Jardín Borda en 2013 una cuernavacense, la cronista Adriana Estrada Cajigal. Rosa King termina su libro con un suspiro escrito… ”Un suspiro que se dirige no a los nubarrones del pasado, sino un suspiro de contento por los cielos luminosos del futuro, en los días, en los años…que están todavía por venir a Cuernavaca”, y sí, llegó después la época de oro a la ciudad. Y hasta el próximo lunes queridos lectores.

Les cuento queridos lectores que la acaudalada británica Rosa Eleanor King, quién vivió en Cuernavaca el inicio del movimiento zapatista, llegó a la ciudad en 1905 y fue a través de su estancia de más de una década, como años después pudo legar en su libro Tempestad sobre México, una espléndida visión de la ciudad capital de Morelos y sus alrededores precisamente en los años clave de la Revolución. Ahora les cuento qué hacía aquí doña Rosa. Habiendo conocido Cuernavaca de casada con un rico estadounidense, ya viuda regresó y abrió un elegante salón de té. Por consejo de su ínclito amigo, el doblemente millonario tanto por herencia familiar como por ser uno de los más poderosos hacendados de Morelos dueño de la Hacienda de Atlihuayán, Pablo Escandón, adquirió e inauguró cuatro años después, una antigua hospedería convertida por ella en el Hotel Bellavista, el mejor de la ciudad en esa época, siendo sus clientes los gobernadores de Morelos en ese entonces: Manuel Alarcón seguido de su amigo Pablo Escandón y Barrón el que en su afán de adquirir más tierras campesinas para sembrar más caña de azúcar, acuñó la frase: “o me vendes tus tierras, o se las compro a tu viuda”. Tanto sembró que hasta invadió las calles de tierra del entonces poblado de Yautepec en su afán de exportar más azúcar morelense al mundo, pero a esos hacendados-empresarios tan exitosos en su afán de aumentar cada vez más su economía, se les olvidó el corazón para tratar mejor al campesinado, antiguos dueños de esas mismas tierras a las que ahora estaban esclavizados. Mientras todo eso sucedía en el campo, en la ciudad Rosa King hospedó por igual en su Hotel Bellavista, a héroes que a villanos. De Victoriano Huerta, quien años después ordenaría asesinar, al presidente de México, Francisco I. Madero. a su hermano y asesor Gustavo así como al vicepresidente José María Pino Suárez, refiere que cuando ella lo conoció antes de esos terribles sucesos que marcaron el inicio de la llamada Decena Trágica, al tenerlo de cliente en su hotel, “pese a su impecable indumentaria militar, todas los noches se embriagaba hasta perderse y lo tenían que subir sosteniéndolo entre dos a su habitación; pero al día siguiente salía lúcido e impecable como si no hubiera probado jamás alcohol”. Entre sus clientes describe por igual a Francisco I. Madero, quien en plática con la británica mostró su desacuerdo en luchar contra los campesinos zapatistas, “porque, aunque soy un general, señora King, también soy un indio, decía muy serio”. De Emiliano Zapata, si bien Rosa King padeció a los pobres integrantes del ejército del sur que rodeaban su distinguido hotel y de su máximo líder, entendió que eran campesinos que dejaban el arado y el surco para luchar por sus derechos. Comprendió asimismo que Zapata no quería nada para él, sólo pedía la devolución de la tierra para su gente y la libertad para trabajarla en paz. Y detalla: “Nunca un César entró más triunfante a la ciudad de Roma, como lo hizo el Jefe Zapata a Cuernavaca”. Rosa King salió de México en 1920 llevando consigo su memoria y sus apuntes que debido a la quema o pérdida de algunos archivos oficiales, ella recuperó varios de los vacíos en su libro Tempestad sobre México ya que vivió la turbulencia de esos años hablando con sus protagonistas y contemplada por ella desde los balcones y ventanas de su Hotel Bellavista ubicado en el zócalo de la ciudad. Asegura el historiador y editor Ricardo Lugo Viñas, autor de Relatos e Historias en México, que la King nunca se imaginó que el levantamiento zapatista haría salir de Morelos a Escandón y aunque ella atendió a la élite que llegaba a la ciudad nunca dejó de conocerla. Así, fue ella la que descubrió y alentó el potencial de las macetas de barro que se producen hasta el día de hoy en el Barrio del Salto de San Antón. Treinta años después, termina Tempestad sobre México y lo presenta en primera instancia en los E.U. Cabe resaltar que la mejor traducción al español la hizo y la presentó en Cuernavaca en la Sala Manuel M. Ponce del Jardín Borda en 2013 una cuernavacense, la cronista Adriana Estrada Cajigal. Rosa King termina su libro con un suspiro escrito… ”Un suspiro que se dirige no a los nubarrones del pasado, sino un suspiro de contento por los cielos luminosos del futuro, en los días, en los años…que están todavía por venir a Cuernavaca”, y sí, llegó después la época de oro a la ciudad. Y hasta el próximo lunes queridos lectores.