/ lunes 25 de julio de 2022

Las Vueltas que da la Vida | Una vida de película: de Siberia a Cuernavaca (1)

Fíjense, queridos lectores, que haciendo un repaso de los personajes que han dado nombre a Cuernavaca, me percato que varios de ellos he tenido la enorme fortuna de tenerlos de amigos a los que no sólo entrevisté, sino traté durante mi desempeño como reportera de diversos diarios nacionales y estatales y hasta su muerte.

Hoy los recuerdo porque nunca les he dejado de agradecer, además de su amistad, un consejo que aliviara en momentos de tensión mi vida y vaya que los viví con amenazas de muerte en llamadas nocturnas y un largo etcétera que por el momento hay que olvidar, pero lo que sí recuerdo, y siempre, son esos inmensos personajes con los que mis tres hijos y yo tuvimos la enorme fortuna de convivir, entre ellos el gran Vladimir Viktorovich Kibálchich Rusakov, más conocido como Vlady.

Con vida de película, este pintor trotskista de corazón, nacido en el bellísimo San Petersburgo en 1920 y fallecido en Cuernavaca en 2005, fue un pintor y grabador ruso-mexicano que luego del destierro de sus padres que lo llevan con ellos a Siberia por parte de Stalin, muerta su madre, luego de la liberación después de varios años, viaja con su padre a México en busca de Trotsky al que luego de su muerte, se establecen en Cuernavaca. Ya en su madurez, don Luis Echeverría Álvarez, siendo presidente de México, invitó a Vlady, que ya era un gran atormentado artista, a que pintara totalmente el interior de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada que se conoce como la Capilla de Vlady. Antes, le había ofrecido Echeverría a Vlady un espacio en el Palacio Nacional, como lo hicieron a grandes muralistas mexicanos como Diego Rivera, pero por alguna razón Vlady no aceptó y sí en cambio el trabajo pictórico en la Lerdo de Tejada.

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De extremada dulzura al hablar, que nunca perdió Vlady, siempre vestido como ruso, camisa fuera del pantalón con el cinturón sobre la camisa, cola de caballo atada con una agujeta, recordaba que su magnífica educación inicial le fue proporcionada por camaradas bolcheviques leninistas, presos como él y sus padres, el gran escritor Víctor Serge, en Oremburgo, pequeña ciudad siberiana. “Hacía tanto frío, que los mocos se hacían hielo y no se podía correr porque la respiración se helaba en los pulmones”, nos contaba Vlady, quien de niño, siendo su padre totalmente leal a León Lev Trotsky enemigo acérrimo del dictador comunista Iosif Stalin, sucesor de Lenin, por cierto la muerte de Lenin nunca ha sido esclarecida así es que subsiste la sospecha de ser Stalin el autor, parte de sus seguidores fueron enviados al destierro, sus padres con ellos.

Su madre Liuba Rusakova nacida en Bélgica pero que procedía de una familia de comunistas rusos y estenógrafa en francés de Stalin durante un tiempo, de nada valió, el dictador era implacable. Vlady fue por tanto un auténtico heredero de la ideología comunista y sufrió al lado de sus padres la persecución del régimen totalitario contra disidentes de Stalin en la Unión Soviética. En la gélida región, padre e hijo fueron confinados a un Gulag (campo de concentración soviético) de la ciudad. La vida era tan dura que la madre de Vlady, agobiada por las persecuciones pierde el juicio y es internada en la clínica psiquiátrica del Ejército Rojo.

El abuelo por parte de su padre, León Kibalchich, oficial de la guardia imperial pasa a la historia por haber participado en el complot y asesinato del zar Alejandro II en 1881.

Y hasta el próximo lunes.

Fíjense, queridos lectores, que haciendo un repaso de los personajes que han dado nombre a Cuernavaca, me percato que varios de ellos he tenido la enorme fortuna de tenerlos de amigos a los que no sólo entrevisté, sino traté durante mi desempeño como reportera de diversos diarios nacionales y estatales y hasta su muerte.

Hoy los recuerdo porque nunca les he dejado de agradecer, además de su amistad, un consejo que aliviara en momentos de tensión mi vida y vaya que los viví con amenazas de muerte en llamadas nocturnas y un largo etcétera que por el momento hay que olvidar, pero lo que sí recuerdo, y siempre, son esos inmensos personajes con los que mis tres hijos y yo tuvimos la enorme fortuna de convivir, entre ellos el gran Vladimir Viktorovich Kibálchich Rusakov, más conocido como Vlady.

Con vida de película, este pintor trotskista de corazón, nacido en el bellísimo San Petersburgo en 1920 y fallecido en Cuernavaca en 2005, fue un pintor y grabador ruso-mexicano que luego del destierro de sus padres que lo llevan con ellos a Siberia por parte de Stalin, muerta su madre, luego de la liberación después de varios años, viaja con su padre a México en busca de Trotsky al que luego de su muerte, se establecen en Cuernavaca. Ya en su madurez, don Luis Echeverría Álvarez, siendo presidente de México, invitó a Vlady, que ya era un gran atormentado artista, a que pintara totalmente el interior de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada que se conoce como la Capilla de Vlady. Antes, le había ofrecido Echeverría a Vlady un espacio en el Palacio Nacional, como lo hicieron a grandes muralistas mexicanos como Diego Rivera, pero por alguna razón Vlady no aceptó y sí en cambio el trabajo pictórico en la Lerdo de Tejada.

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De extremada dulzura al hablar, que nunca perdió Vlady, siempre vestido como ruso, camisa fuera del pantalón con el cinturón sobre la camisa, cola de caballo atada con una agujeta, recordaba que su magnífica educación inicial le fue proporcionada por camaradas bolcheviques leninistas, presos como él y sus padres, el gran escritor Víctor Serge, en Oremburgo, pequeña ciudad siberiana. “Hacía tanto frío, que los mocos se hacían hielo y no se podía correr porque la respiración se helaba en los pulmones”, nos contaba Vlady, quien de niño, siendo su padre totalmente leal a León Lev Trotsky enemigo acérrimo del dictador comunista Iosif Stalin, sucesor de Lenin, por cierto la muerte de Lenin nunca ha sido esclarecida así es que subsiste la sospecha de ser Stalin el autor, parte de sus seguidores fueron enviados al destierro, sus padres con ellos.

Su madre Liuba Rusakova nacida en Bélgica pero que procedía de una familia de comunistas rusos y estenógrafa en francés de Stalin durante un tiempo, de nada valió, el dictador era implacable. Vlady fue por tanto un auténtico heredero de la ideología comunista y sufrió al lado de sus padres la persecución del régimen totalitario contra disidentes de Stalin en la Unión Soviética. En la gélida región, padre e hijo fueron confinados a un Gulag (campo de concentración soviético) de la ciudad. La vida era tan dura que la madre de Vlady, agobiada por las persecuciones pierde el juicio y es internada en la clínica psiquiátrica del Ejército Rojo.

El abuelo por parte de su padre, León Kibalchich, oficial de la guardia imperial pasa a la historia por haber participado en el complot y asesinato del zar Alejandro II en 1881.

Y hasta el próximo lunes.