/ martes 2 de mayo de 2023

¿Es la justicia penal para adolescentes un sinónimo de impunidad?

Comencemos planteando que desde siempre hombres y mujeres enfrentan, al nacer, procesos de crecimiento que están enfocados a aspectos exteriores como la talla, el peso, el color de la piel, de ojos, de cabello, entre otros.

También al carácter, por ejemplo; si se es alegre, triste, depresivo, o bien, al intelecto, si tiene capacidades de aprendizaje destacadas o no.

Estos cambios nos dan la certeza de que los humanos pasamos por distintas etapas hasta alcanzar la adultez, y después sobrevienen etapas de envejecimiento.

Y así sucede con los niños hasta los 11 años, luego con los adolescentes al cumplir los doce y hasta que cumplen 18 años.

Aquí es donde vale la pena hacer un alto y preguntarnos ¿qué pasa en el cerebro del adolescente?

Esta quizá sea la interrogante más adecuada para entender su conducta, pero también para cuestionarnos ¿qué estamos haciendo para contribuir a su desarrollo integral?

Imaginemos por un momento que el cerebro adolescente es como una red de neuronas que se unen o se rompen según las condiciones de su entorno. Éste proceso se conoce como poda neuronal e implica un aumento rápido de conexiones entre las células del cerebro.

Pero también puede desechar aquellas redes que no le son de utilidad y es ahí, el momento justo en el que su ambiente influye de forma determinante en su desarrollo cognitivo y de memorización, auspiciado por células nerviosas que desarrollan una capa llamada mielina que ayuda a las células a comunicarse.

Entonces, si un adolescente en situación de calle aprende a robar justo en ésta etapa, como una forma de sobrevivencia, su red neuronal validará esa información como un comportamiento aceptado.

Pero, si por el contrario, aprende el valor de no tomar lo que no le pertenece, porque le es ajeno, entonces limitará su comportamiento cotidiano a no apropiarse de cosas que no son suyas.

La Organización Mundial de la Salud reconoce que la adolescencia tiene tres etapas: la adolescencia temprana de los 10 a los 13 años de edad, que es el momento en el que comienzan los cambios físicos como crecer, cambio de voz, las hormonas sexuales empiezan a hacerse presentes, aparece el acné, y cada vez comienzan a ser más sociables.

Después viene la adolescencia media entre los 14 y 16 años de edad. En ésta etapa los cambios a nivel psicológico son más evidentes como la construcción de su identidad.

Aquí es cuando algunos padres o nosotros mismos hemos lidiado en ese periodo al adoptar lo que está de moda, en respuesta a cómo se ve o cómo quiere ser visto el adolescente.

Entonces comienza la independencia de los jóvenes y por eso enfrentan situaciones de alto riesgo y en medio de todo esto, hoy en día las redes sociales son las que luchan por acaparar la atención de los adolescentes aprovechando estos cambios.

En la adolescencia tardía que va de los 17 años y que puede extenderse hasta los 21 años, empiezan a sentirse más cómodos con su cuerpo, y ahora buscan la aceptación para definir su identidad.

En éstas etapas los reclutadores de la delincuencia organizada explotan el sentido de pertenencia y construcción de identidad, para suplir sus carencias afectivas y de identidad familiar y/o comunitaria.

Es por ello que resulta importante reconocer lo que la ciencia ha validado sobre adolescentes al establecer que son personas en desarrollo y que por lo tanto, su cerebro experimenta un desarrollo neuronal, que implica adquirir la capacidad de analizar causas y sus efectos.

Aquí está el punto medular que dio pie a la promulgación de la Ley Nacional del Sistema Integral de Justicia Penal para Adolescentes, sustentado en la premisa fundamental de que el adolescente en contacto con la ley es una persona en desarrollo y que por lo tanto debe garantizarse su desarrollo integral e integridad personal.

Además de reconocerles que gozan de todos los derechos humanos inherentes a las personas, y que debe garantizarse que tengan las oportunidades y facilidades para asegurarles condiciones para su desarrollo físico, psicológico y social, en condiciones de dignidad.

Es por ello que el Sistema de Justicia Penal para Adolescentes en esencia responde a principios de carácter socioeducativo, proporcionalidad, mínima intervención, autonomía progresiva, justicia restaurativa y demás principios del Sistema, por lo que no busca el castigo de quien comete un delito, pero si sanciona la conducta delictiva teniendo como propósito en sus sentencias lograr que el adolescente se reintegre a su familia y reinsertarlo a la sociedad.

Por eso afirmamos que este sistema NO busca la impunidad, sino sancionar para reeducar al adolescente, con el apoyo de su familia, de la comunidad, de su entorno escolar, cultural, deportivo, de trabajo, entre otros.

Así que cuando encontremos un caso de un joven que fue detenido por algún delito detengámonos a pensar que sucedió en alguno de sus tres procesos y qué cambios podemos hacer para que pueda seguir su desarrollo.


Comencemos planteando que desde siempre hombres y mujeres enfrentan, al nacer, procesos de crecimiento que están enfocados a aspectos exteriores como la talla, el peso, el color de la piel, de ojos, de cabello, entre otros.

También al carácter, por ejemplo; si se es alegre, triste, depresivo, o bien, al intelecto, si tiene capacidades de aprendizaje destacadas o no.

Estos cambios nos dan la certeza de que los humanos pasamos por distintas etapas hasta alcanzar la adultez, y después sobrevienen etapas de envejecimiento.

Y así sucede con los niños hasta los 11 años, luego con los adolescentes al cumplir los doce y hasta que cumplen 18 años.

Aquí es donde vale la pena hacer un alto y preguntarnos ¿qué pasa en el cerebro del adolescente?

Esta quizá sea la interrogante más adecuada para entender su conducta, pero también para cuestionarnos ¿qué estamos haciendo para contribuir a su desarrollo integral?

Imaginemos por un momento que el cerebro adolescente es como una red de neuronas que se unen o se rompen según las condiciones de su entorno. Éste proceso se conoce como poda neuronal e implica un aumento rápido de conexiones entre las células del cerebro.

Pero también puede desechar aquellas redes que no le son de utilidad y es ahí, el momento justo en el que su ambiente influye de forma determinante en su desarrollo cognitivo y de memorización, auspiciado por células nerviosas que desarrollan una capa llamada mielina que ayuda a las células a comunicarse.

Entonces, si un adolescente en situación de calle aprende a robar justo en ésta etapa, como una forma de sobrevivencia, su red neuronal validará esa información como un comportamiento aceptado.

Pero, si por el contrario, aprende el valor de no tomar lo que no le pertenece, porque le es ajeno, entonces limitará su comportamiento cotidiano a no apropiarse de cosas que no son suyas.

La Organización Mundial de la Salud reconoce que la adolescencia tiene tres etapas: la adolescencia temprana de los 10 a los 13 años de edad, que es el momento en el que comienzan los cambios físicos como crecer, cambio de voz, las hormonas sexuales empiezan a hacerse presentes, aparece el acné, y cada vez comienzan a ser más sociables.

Después viene la adolescencia media entre los 14 y 16 años de edad. En ésta etapa los cambios a nivel psicológico son más evidentes como la construcción de su identidad.

Aquí es cuando algunos padres o nosotros mismos hemos lidiado en ese periodo al adoptar lo que está de moda, en respuesta a cómo se ve o cómo quiere ser visto el adolescente.

Entonces comienza la independencia de los jóvenes y por eso enfrentan situaciones de alto riesgo y en medio de todo esto, hoy en día las redes sociales son las que luchan por acaparar la atención de los adolescentes aprovechando estos cambios.

En la adolescencia tardía que va de los 17 años y que puede extenderse hasta los 21 años, empiezan a sentirse más cómodos con su cuerpo, y ahora buscan la aceptación para definir su identidad.

En éstas etapas los reclutadores de la delincuencia organizada explotan el sentido de pertenencia y construcción de identidad, para suplir sus carencias afectivas y de identidad familiar y/o comunitaria.

Es por ello que resulta importante reconocer lo que la ciencia ha validado sobre adolescentes al establecer que son personas en desarrollo y que por lo tanto, su cerebro experimenta un desarrollo neuronal, que implica adquirir la capacidad de analizar causas y sus efectos.

Aquí está el punto medular que dio pie a la promulgación de la Ley Nacional del Sistema Integral de Justicia Penal para Adolescentes, sustentado en la premisa fundamental de que el adolescente en contacto con la ley es una persona en desarrollo y que por lo tanto debe garantizarse su desarrollo integral e integridad personal.

Además de reconocerles que gozan de todos los derechos humanos inherentes a las personas, y que debe garantizarse que tengan las oportunidades y facilidades para asegurarles condiciones para su desarrollo físico, psicológico y social, en condiciones de dignidad.

Es por ello que el Sistema de Justicia Penal para Adolescentes en esencia responde a principios de carácter socioeducativo, proporcionalidad, mínima intervención, autonomía progresiva, justicia restaurativa y demás principios del Sistema, por lo que no busca el castigo de quien comete un delito, pero si sanciona la conducta delictiva teniendo como propósito en sus sentencias lograr que el adolescente se reintegre a su familia y reinsertarlo a la sociedad.

Por eso afirmamos que este sistema NO busca la impunidad, sino sancionar para reeducar al adolescente, con el apoyo de su familia, de la comunidad, de su entorno escolar, cultural, deportivo, de trabajo, entre otros.

Así que cuando encontremos un caso de un joven que fue detenido por algún delito detengámonos a pensar que sucedió en alguno de sus tres procesos y qué cambios podemos hacer para que pueda seguir su desarrollo.