Uno de los estados en que el chismorreo sobre los altos salarios de funcionarios públicos ha resultado más efectivo para la causa de la izquierda es Morelos.

La discusión sobre la que podríamos llamar la infamia salarial en México, ha adquirido especial resonancia en la entidad donde, a partir del triunfo de Morena se apostó (equivocadamente) a la disminución de los altos salarios de funcionarios públicos en un estado donde (si bien hay asuntos insultantes que tienen qué ver con el ingreso de los burócratas), el problema no es que se gane mucho, sino que más de la mitad de la población tiene ingresos inferiores a la canasta alimentaria, de acuerdo con la cifra más reciente de Coneval.

Con todo y las jubilaciones y pensiones doradas, con el arrepentimiento de los funcionarios que en campaña prometieron reducir los sueldos que ahora dejarán como están, a pesar incluso de la mínima eficiencia gubernamental (todas ellas líneas censurables y de las que nos hemos ocupado con anterioridad), el problema salarial de Morelos está en que el ingreso per cápita ha caído en 35 por ciento los últimos trece años y que esa caída ha provocado que, al tercer trimestre de 2018, el 55.3 por ciento de los morelenses tengan ingresos inferiores a la canasta alimentaria. Lo que ubica a los morelenses en el quinto lugar nacional en términos de pobreza laboral.

Y claro que si el sujeto que no tiene para comer hoy ve al funcionario entrar a un lujoso restaurante y cargar la cuenta al erario, la molestia será de enormes proporciones. Y si bien la medida de reducir los altos salarios de la burocracia puede ser muy popular, lo cierto es que en términos reales no ayudará mucho a componer los salarios del 55 por ciento que no puede adquirir la canasta alimentaria con su salario. Es decir, el problema mayor no es que algunos ganen muchísimo, sino la barbaridad de gente que gana muy poco o casi nada. Pero los políticos son sujetos que cargan soluciones en busca de problemas, y resulta siempre mucho más sencillo aventar medidas populistas que soluciones de fondo al problema de la caída en el ingreso laboral per cápita, que a final de cuentas se asocia con la pobreza, con la inseguridad, con el crecimiento de la economía informal, con los problemas de sociabilidad, con el índice de alcoholismo y otras adicciones, en fin, con los dramas que diariamente vemos en Morelos y atribuimos, de forma reduccionista y por lo mismo, inexacta, a una estructura de gobierno que de sí es injusta, indolente, inhumana. Porque además parece innegable que la llegada de Cuauhtémoc Blanco a la gubernatura y de López Obrador a la presidencia de la República, no han traído aún cambios significativos, pero tampoco el anuncio de planes verdaderamente sustentados para corregir el problema de la falta de ingreso.

Y claro que no faltarán los que digan que gobernador y presidente van llegando apenas, luego dirán que no los dejan trabajar, luego que no traen varita mágica. En efecto, sólo un irracional podría exigir tan pronto resultados, pero lo cierto es que el problema de la caída en los ingresos ha sido prácticamente erradicada de los discursos hasta ahora y no parece que haya un programa bien estructurado para mejorar atender la pobreza laboral, y sin un proyecto, no habrá consensos, y sin consensos no habrá acciones, y sin acciones, los morelenses parecemos destinados a correr el mismo triste destino que el tráiler de Endgame parece prefigurar en Tony Stark, con la tristeza adicional de que los morelenses nunca fuimos tan opulentos, y tampoco fuimos Iron Man.

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