/ jueves 24 de enero de 2019

La Guardia Nacional va…

Si todo sale bien, el Senado de la República se estará reuniendo este fin de semana para aprobar la iniciativa que crea la Guardia Nacional. Y uno puede estar o no de acuerdo en el funcionamiento del cuerpo integrado por mandos militares y civiles y que funcionará como el nuevo frente de combate al crimen que azota a muchos estados de forma ya insostenible, pero que se extiende rápidamente a todo el país; pero el asunto es que no hay una alternativa efectiva o por lo menos viable para discutir si conviene la Guardia Nacional o no, y es ése el drama.

Porque en términos de lo más generales, una democracia supondría poner ideas a debate, valorarlas, evaluarlas, pero en el tema de seguridad pública pareciera que se trata de seguir con el mismo modelo de combate al crimen, que ha mostrado enormes deficiencias; o aceptar la propuesta de Guardia Nacional, con todas las reservas y los temores sobre su operación que tienen muchos ciudadanos. Igual que con muchas otras iniciativas gubernamentales a través de la historia (en el pasado reciente recordamos las reformas al sistema de salud, la educativa, la energética, la financiera, las fiscales), se imponen a través de un toma y daca legislativo, una suerte de negociación que resulta más un intercambio. Los gobiernos proponen sus proyectos como únicas propuestas, y la oposición deja de hacer su tarea (generar planes alternativos) para dedicarse a matizar, suavizar o censurar la línea gubernamental. A lo mejor por eso en México es mucho más sencillo ser oposición.

En el caso de la Guardia Nacional ha ocurrido lo mismo que con todas las reformas que son propuestas desde la Presidencia de la República, pero mucho más grave. Lo dramático es que la mayor parte de los diputados y senadores que llegaron a las cámaras lo hicieron incluyendo el tema de cambios en la seguridad pública, uno esperaría que hubiera múltiples propuestas, cientos de ideas de cómo reorganizar los cuerpos de seguridad pública en el país, cómo prevenir el delito, cómo sancionarlo mejor. Pero no, cuando llegó la propuesta de la Guardia Nacional no había materiales de contraste, datos sí, denuncias también, quejas múltiples, pero no una propuesta alternativa. Así que la Guardia Nacional va no porque sea la mejor de las ideas, sino porque no hubo otra que se presentara lo que es terrible entre gente que suponemos pensante.

Pero tampoco hay los elementos que urgen para que el combate al crimen sea exitoso en México, como el fortalecimiento de los órganos de procuración de justicia locales; los programas de educación cívica, de formación ciudadana, de fortalecimiento de los valores; el combate a usos y costumbres que resultan lesivos de los derechos humanos más elementales. Tampoco se ve por ningún lado (y el tema huachicol, de que no profundizaremos mucho es un ejemplo), el fortalecimiento del Estado de Derecho, de la cultura de la legalidad.

Así que no sólo la propuesta de la Guardia Nacional es la única, sino además, está incompleta en tanto algunos presentan a la herramienta (a final de cuentas lo es) como la estrategia de seguridad del presidente. La apuesta para el combate al crimen debe ser mucho más amplia, mucho más integral, mucho más contundente, que un cuerpo policíaco.

Otro tema que debiera atenderse es la urgencia de que las oposiciones, en todo el país, hagan su tarea, que generen propuestas, planes, alternativas de solución. Vociferar en los congresos es fácil, genera espectacularidad, pero es altamente irresponsable. Sin propuestas el parlamentarismo se vuelve susceptible al fracaso, lo hemos vivido las últimas décadas.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Si todo sale bien, el Senado de la República se estará reuniendo este fin de semana para aprobar la iniciativa que crea la Guardia Nacional. Y uno puede estar o no de acuerdo en el funcionamiento del cuerpo integrado por mandos militares y civiles y que funcionará como el nuevo frente de combate al crimen que azota a muchos estados de forma ya insostenible, pero que se extiende rápidamente a todo el país; pero el asunto es que no hay una alternativa efectiva o por lo menos viable para discutir si conviene la Guardia Nacional o no, y es ése el drama.

Porque en términos de lo más generales, una democracia supondría poner ideas a debate, valorarlas, evaluarlas, pero en el tema de seguridad pública pareciera que se trata de seguir con el mismo modelo de combate al crimen, que ha mostrado enormes deficiencias; o aceptar la propuesta de Guardia Nacional, con todas las reservas y los temores sobre su operación que tienen muchos ciudadanos. Igual que con muchas otras iniciativas gubernamentales a través de la historia (en el pasado reciente recordamos las reformas al sistema de salud, la educativa, la energética, la financiera, las fiscales), se imponen a través de un toma y daca legislativo, una suerte de negociación que resulta más un intercambio. Los gobiernos proponen sus proyectos como únicas propuestas, y la oposición deja de hacer su tarea (generar planes alternativos) para dedicarse a matizar, suavizar o censurar la línea gubernamental. A lo mejor por eso en México es mucho más sencillo ser oposición.

En el caso de la Guardia Nacional ha ocurrido lo mismo que con todas las reformas que son propuestas desde la Presidencia de la República, pero mucho más grave. Lo dramático es que la mayor parte de los diputados y senadores que llegaron a las cámaras lo hicieron incluyendo el tema de cambios en la seguridad pública, uno esperaría que hubiera múltiples propuestas, cientos de ideas de cómo reorganizar los cuerpos de seguridad pública en el país, cómo prevenir el delito, cómo sancionarlo mejor. Pero no, cuando llegó la propuesta de la Guardia Nacional no había materiales de contraste, datos sí, denuncias también, quejas múltiples, pero no una propuesta alternativa. Así que la Guardia Nacional va no porque sea la mejor de las ideas, sino porque no hubo otra que se presentara lo que es terrible entre gente que suponemos pensante.

Pero tampoco hay los elementos que urgen para que el combate al crimen sea exitoso en México, como el fortalecimiento de los órganos de procuración de justicia locales; los programas de educación cívica, de formación ciudadana, de fortalecimiento de los valores; el combate a usos y costumbres que resultan lesivos de los derechos humanos más elementales. Tampoco se ve por ningún lado (y el tema huachicol, de que no profundizaremos mucho es un ejemplo), el fortalecimiento del Estado de Derecho, de la cultura de la legalidad.

Así que no sólo la propuesta de la Guardia Nacional es la única, sino además, está incompleta en tanto algunos presentan a la herramienta (a final de cuentas lo es) como la estrategia de seguridad del presidente. La apuesta para el combate al crimen debe ser mucho más amplia, mucho más integral, mucho más contundente, que un cuerpo policíaco.

Otro tema que debiera atenderse es la urgencia de que las oposiciones, en todo el país, hagan su tarea, que generen propuestas, planes, alternativas de solución. Vociferar en los congresos es fácil, genera espectacularidad, pero es altamente irresponsable. Sin propuestas el parlamentarismo se vuelve susceptible al fracaso, lo hemos vivido las últimas décadas.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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