/ martes 30 de enero de 2024

Hablemos de violencia sexual infantil

Lamentablemente no hay una sola forma de ser un abusador sexual infantil, no hay un perfil homogéneo de abusador. Puede sí ser un extraño que jamás hemos visto, un depredador ocasional, pero desafortunadamente, la mayoría de los abusadores sexuales son personas que conocemos y que tenían, entre sus tareas fundamentales, cuidar a las infancias que tienen a su lado.

No me crea a mí, le invito a que haga investigación con las mujeres de su familia, le sorprendería descubrir que la mayoría de ellas se han encontrado con un abusador sexual en su vida; ahora bien, si les preguntamos si les contaron a alguien, seguro dirán que no, pues tenían miedo de que nadie les creyera, pues los testimonios y estadísticas nos refieren, en la mayoría de los casos, a que el principal abusador pueden los padres, padrastros, abuelo, tío, etc personas cercanas al círculo familiar.

¿Lo ve? cualquiera puede ser y puede estar más cerca de lo que creemos. Y no, no están enfermos, ni es que su cabeza no funcione. Es triste, pero los depredadores sexuales atacan aún a sabiendas del daño que pueden causar. Por eso buscan manipular a sus víctimas para que no hablen, y a su entorno para que no sospeche. Se sabe que los abusadores identifican los puntos vulnerables en las infancias. Se dice que generalmente buscan niños vulnerables a sus tácticas, pero en realidad cualquier niña o niño puede ser vulnerable si en casa no tenemos la paciencia y las herramientas para hablar de prevención sexual infantil.

La confianza se convierte en un peligro cuando suponemos que nada malo pasará porque estamos en familia, lamentablemente en México, la mayoría de los casos de abuso ocurren en sus entornos más cercanos, más íntimos como la familia, la casa, el colegio, la

parroquia de la comunidad, y estos espacios tienen un común denominador: la confianza: y si lo pensamos bien, así debería ser, las y los niños debería tener lugares seguros y personas de confianza; por eso suele ser tan difícil identificar a tiempo una situación de riesgo. En ocasiones el abusador puede incluso ser el sacerdote de la colonia, el tío más divertido o el abuelito consentidor, porque también son, por lo común, personas muy agradables.

Tal vez sirva pensarlo desde otra óptica: naturalmente, solemos anteponer el vínculo amoroso o familiar por sobre la sospecha, es muy difícil creer que alguien que nos debe proteger, pueda hacernos daño; sin embargo los lobos siempre buscan ganarse la confianza de la niña, el niño o adolescente: intentan ser muy cercanos, se inventan actividades lúdicas y divertidas con el propósito de compartir mucho tiempo con ellas y ellos, tienden a ser muy cariñosos, les “gusta” escuchar el universo de las infancias y darles regalos sin motivo alguno. Así es como van construyendo una atmósfera en la que sus intenciones pasan desapercibidas y, eventualmente, logran ganar espacios de privacidad donde, al fin, puedan quedarse a solas con nuestros hijas o hijos. Recordemos que no sólo buscan ganarse la confianza de las infancias, sino de sus cuidadores. Ahora bien, los expertos en el tema coinciden en señalar algunos factores que incrementan el riesgo de que una niña, niño o adolescente sea víctima de agresión sexual. Entre ellos, la falta de educación sexual, lo cual no es sinónimo de hablar de relaciones sexuales, ni mucho menos.

La educación sexual no roba la inocencia; los abusadores y violadores, sí. Otra creencia extendida es que al hablar de sexo a las infancias podemos robar la inocencia. Se ha creado el mito de que, si se les informa sobre el cuerpo, el placer, los sentimientos, la autoexploración y el autoconocimiento, se les sexualiza antes de tiempo. Nada más alejado de la realidad. Educar sobre nuestras sexualidades no es más que responder a la curiosidad propia de esas edades.

Es fundamental entender el cuerpo que habitamos, conocerlo para apropiarnos de éste, para entender lo que sentimos y poder protegernos. La educación sexual nos permite tener en cuenta las emociones de las infancias y sus procesos. Lo que caracteriza a los niños es el afán por saber. Y esto incluye descubrir todo lo que tiene que ver con la sexualidad, con cómo nacemos, cómo se forman los niños, cómo nos amamos los seres humanos, el placer, cómo se forma nuestra identidad, cómo cambia nuestro cuerpo. Y al final de cuentas, mire usted, la educación sexual es un derecho y al parecer la única herramienta que podemos otorgarle a nuestros niños y niñas, para que puedan defenderse de un abusador, con rostro de familia.

Lamentablemente no hay una sola forma de ser un abusador sexual infantil, no hay un perfil homogéneo de abusador. Puede sí ser un extraño que jamás hemos visto, un depredador ocasional, pero desafortunadamente, la mayoría de los abusadores sexuales son personas que conocemos y que tenían, entre sus tareas fundamentales, cuidar a las infancias que tienen a su lado.

No me crea a mí, le invito a que haga investigación con las mujeres de su familia, le sorprendería descubrir que la mayoría de ellas se han encontrado con un abusador sexual en su vida; ahora bien, si les preguntamos si les contaron a alguien, seguro dirán que no, pues tenían miedo de que nadie les creyera, pues los testimonios y estadísticas nos refieren, en la mayoría de los casos, a que el principal abusador pueden los padres, padrastros, abuelo, tío, etc personas cercanas al círculo familiar.

¿Lo ve? cualquiera puede ser y puede estar más cerca de lo que creemos. Y no, no están enfermos, ni es que su cabeza no funcione. Es triste, pero los depredadores sexuales atacan aún a sabiendas del daño que pueden causar. Por eso buscan manipular a sus víctimas para que no hablen, y a su entorno para que no sospeche. Se sabe que los abusadores identifican los puntos vulnerables en las infancias. Se dice que generalmente buscan niños vulnerables a sus tácticas, pero en realidad cualquier niña o niño puede ser vulnerable si en casa no tenemos la paciencia y las herramientas para hablar de prevención sexual infantil.

La confianza se convierte en un peligro cuando suponemos que nada malo pasará porque estamos en familia, lamentablemente en México, la mayoría de los casos de abuso ocurren en sus entornos más cercanos, más íntimos como la familia, la casa, el colegio, la

parroquia de la comunidad, y estos espacios tienen un común denominador: la confianza: y si lo pensamos bien, así debería ser, las y los niños debería tener lugares seguros y personas de confianza; por eso suele ser tan difícil identificar a tiempo una situación de riesgo. En ocasiones el abusador puede incluso ser el sacerdote de la colonia, el tío más divertido o el abuelito consentidor, porque también son, por lo común, personas muy agradables.

Tal vez sirva pensarlo desde otra óptica: naturalmente, solemos anteponer el vínculo amoroso o familiar por sobre la sospecha, es muy difícil creer que alguien que nos debe proteger, pueda hacernos daño; sin embargo los lobos siempre buscan ganarse la confianza de la niña, el niño o adolescente: intentan ser muy cercanos, se inventan actividades lúdicas y divertidas con el propósito de compartir mucho tiempo con ellas y ellos, tienden a ser muy cariñosos, les “gusta” escuchar el universo de las infancias y darles regalos sin motivo alguno. Así es como van construyendo una atmósfera en la que sus intenciones pasan desapercibidas y, eventualmente, logran ganar espacios de privacidad donde, al fin, puedan quedarse a solas con nuestros hijas o hijos. Recordemos que no sólo buscan ganarse la confianza de las infancias, sino de sus cuidadores. Ahora bien, los expertos en el tema coinciden en señalar algunos factores que incrementan el riesgo de que una niña, niño o adolescente sea víctima de agresión sexual. Entre ellos, la falta de educación sexual, lo cual no es sinónimo de hablar de relaciones sexuales, ni mucho menos.

La educación sexual no roba la inocencia; los abusadores y violadores, sí. Otra creencia extendida es que al hablar de sexo a las infancias podemos robar la inocencia. Se ha creado el mito de que, si se les informa sobre el cuerpo, el placer, los sentimientos, la autoexploración y el autoconocimiento, se les sexualiza antes de tiempo. Nada más alejado de la realidad. Educar sobre nuestras sexualidades no es más que responder a la curiosidad propia de esas edades.

Es fundamental entender el cuerpo que habitamos, conocerlo para apropiarnos de éste, para entender lo que sentimos y poder protegernos. La educación sexual nos permite tener en cuenta las emociones de las infancias y sus procesos. Lo que caracteriza a los niños es el afán por saber. Y esto incluye descubrir todo lo que tiene que ver con la sexualidad, con cómo nacemos, cómo se forman los niños, cómo nos amamos los seres humanos, el placer, cómo se forma nuestra identidad, cómo cambia nuestro cuerpo. Y al final de cuentas, mire usted, la educación sexual es un derecho y al parecer la única herramienta que podemos otorgarle a nuestros niños y niñas, para que puedan defenderse de un abusador, con rostro de familia.