/ martes 23 de enero de 2024

Orfandad sorora

Cuando se muere un esposo o pareja eres viudo, un padre o una madre huérfano, pero cuando perdemos a una amiga ¿qué somos?, si gran parte de lo que nos significa es justo ese telar que construimos en colectivo, ese tejido luminoso cuando la otra recibe con cariña nuestro verdadero rostro, sin máscaras, al contrario, la otra como un espacio seguro dónde gritar o susurrar, esa otra cuerpa que escucha cuando decimos: -tengo miedo de este mundo que nos odia-. Esa otra que responde a una invitación de cumpleaños temático con un -Sí, claro que voy de extraterrestre-. Esa otra a la que le puedes whatsapear a media noche, para contarle que te mueres de miedo, o que la tristeza no te deja cerrar los ojos.

Las otras que somos una, las amigas a las que les podemos describir a qué sabía esa boca que alguna vez amamos, amigas que responden al llamado de; ven por mí, las otras que ssomos legión, con las que cantamos, con las que marchamos, con las que se sueñan mundos posibles y echan a andar proyectos colectivos convencidas de la magia de ser entre nosotras, que de nuestras manos juntas nacen libros, proyectos, nuevos rituales, nuevas formas de nombrar nuestra munda, y también, claro, esa conquista feminista de derribar falsas ideas, de que; mujeres juntas ni difuntas.

¿Qué somos sin nosotras, en qué tipo de orfandad nos deja enterrar a nuestras amigas, más jóvenes o pares, porqué no podemos opinar que a ella, no le hubiese gustado esa misa o esas flores, que a ella le hubiese ugustado quemarlo todo en su nombre?

Con las amigas construimos espacios y metalenguajes, somos algo parecido a una familia, pero aquí no hay deudas u obligaciones en nombre del amor, aquí solo hay amor, con sus contradicciones porque el amor entre amigas es humano y, por consecuencia, a veces deficiente. Entonces somos algo más que familia (como se entiende en términos consanguíneos o civiles) somos ese lugar, ese espejo donde no hay que fingir, mujeres relacionándose libres del imperio del agrado, tan sueltas de cubrir expectativas, tan nosotras mismas, Milán Kundera decía que los amantes crean sus propios diccionarios, las amigas también creamos nuestra vocabularia, pues en todo ejercicio de amar en libertad se requiere escuchar, aprender y abrazar la diferencia.

Diciembre cerró de luto para la comunidad artística y activista de Morelos, el feminicidio de nuestra compañera artivista María Fernánda Rejón, (Mafer como la conocíamos) abrió una herida colectiva que nos hace un llamado como comunidad, frente a este paisaje forense que nos arrebata a las amigas ¿cómo puede seguir sucediendo día a día algo así?

Según el análisis realizado por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) muestra que en el Estado se han cometido 41 feminicidios en el periodo de enero a noviembre de 2023, lo que coloca a Morelos en el segundo lugar en este delito por cada 100 mil mujeres y en el sexto lugar más peligroso a nivel nacional para las niñas y mujeres. ¿Qué estamos haciendo para transformar esa realidad desde y para nosotras y nosotros como colectividad? Es un llamado a no olvidar que; citando un poema de Alma Karla Sandoval, -afuera están matando gente- y es nuestro compromiso querernos y cuidarnos los unos a las otras y viceversa, detener que nos sigan arrancando partes de nuestro cuerpo colectivo, cada vez que nos arrebatan a una, se llevan parte de nuestros órganos vitales, algo se rompe en el centro de lo humano, algo se apodera de nuestros espacios, de nuestras libertades, de un futuro que parecía radiante.

Perdí a un par de amigas en la transición del año 2023 al 2024, Mafer y Claudia Rodríguez, por causas distintas, pero sin importar cómo, ese dolorcito en el pecho, esa sensación de que nos falta el aire, porque ellas eran aliento para nuestra vida cotidiana, y pienso, ¿cómo se le llama a esto? ¿a esta orfandad sorora, a esta orfandad de no verlas nunca más, a esta rabia contra quien nos la arrebató? ¿qué término es propicio para describir una vida sin su risa, sin la generosidad de compartirse, frente a este paisaje desolador, dónde parece que la violencia se recrudece en lugar de disminuir? ¿Qué seríamos sin las amigas?

Deberíamos tener un nombre, las deudas del amor entre mujeres, las deudas del feminicidio, de las que bordamos con hilos invisibles una hermandad, un hogar donde guarecerse del mundo y sus violencias, un espacio dónde replantearse el amor y sus costumbres patriarcales, un sueño compartido, un mundo dónde nos nos maten.


Cuando se muere un esposo o pareja eres viudo, un padre o una madre huérfano, pero cuando perdemos a una amiga ¿qué somos?, si gran parte de lo que nos significa es justo ese telar que construimos en colectivo, ese tejido luminoso cuando la otra recibe con cariña nuestro verdadero rostro, sin máscaras, al contrario, la otra como un espacio seguro dónde gritar o susurrar, esa otra cuerpa que escucha cuando decimos: -tengo miedo de este mundo que nos odia-. Esa otra que responde a una invitación de cumpleaños temático con un -Sí, claro que voy de extraterrestre-. Esa otra a la que le puedes whatsapear a media noche, para contarle que te mueres de miedo, o que la tristeza no te deja cerrar los ojos.

Las otras que somos una, las amigas a las que les podemos describir a qué sabía esa boca que alguna vez amamos, amigas que responden al llamado de; ven por mí, las otras que ssomos legión, con las que cantamos, con las que marchamos, con las que se sueñan mundos posibles y echan a andar proyectos colectivos convencidas de la magia de ser entre nosotras, que de nuestras manos juntas nacen libros, proyectos, nuevos rituales, nuevas formas de nombrar nuestra munda, y también, claro, esa conquista feminista de derribar falsas ideas, de que; mujeres juntas ni difuntas.

¿Qué somos sin nosotras, en qué tipo de orfandad nos deja enterrar a nuestras amigas, más jóvenes o pares, porqué no podemos opinar que a ella, no le hubiese gustado esa misa o esas flores, que a ella le hubiese ugustado quemarlo todo en su nombre?

Con las amigas construimos espacios y metalenguajes, somos algo parecido a una familia, pero aquí no hay deudas u obligaciones en nombre del amor, aquí solo hay amor, con sus contradicciones porque el amor entre amigas es humano y, por consecuencia, a veces deficiente. Entonces somos algo más que familia (como se entiende en términos consanguíneos o civiles) somos ese lugar, ese espejo donde no hay que fingir, mujeres relacionándose libres del imperio del agrado, tan sueltas de cubrir expectativas, tan nosotras mismas, Milán Kundera decía que los amantes crean sus propios diccionarios, las amigas también creamos nuestra vocabularia, pues en todo ejercicio de amar en libertad se requiere escuchar, aprender y abrazar la diferencia.

Diciembre cerró de luto para la comunidad artística y activista de Morelos, el feminicidio de nuestra compañera artivista María Fernánda Rejón, (Mafer como la conocíamos) abrió una herida colectiva que nos hace un llamado como comunidad, frente a este paisaje forense que nos arrebata a las amigas ¿cómo puede seguir sucediendo día a día algo así?

Según el análisis realizado por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) muestra que en el Estado se han cometido 41 feminicidios en el periodo de enero a noviembre de 2023, lo que coloca a Morelos en el segundo lugar en este delito por cada 100 mil mujeres y en el sexto lugar más peligroso a nivel nacional para las niñas y mujeres. ¿Qué estamos haciendo para transformar esa realidad desde y para nosotras y nosotros como colectividad? Es un llamado a no olvidar que; citando un poema de Alma Karla Sandoval, -afuera están matando gente- y es nuestro compromiso querernos y cuidarnos los unos a las otras y viceversa, detener que nos sigan arrancando partes de nuestro cuerpo colectivo, cada vez que nos arrebatan a una, se llevan parte de nuestros órganos vitales, algo se rompe en el centro de lo humano, algo se apodera de nuestros espacios, de nuestras libertades, de un futuro que parecía radiante.

Perdí a un par de amigas en la transición del año 2023 al 2024, Mafer y Claudia Rodríguez, por causas distintas, pero sin importar cómo, ese dolorcito en el pecho, esa sensación de que nos falta el aire, porque ellas eran aliento para nuestra vida cotidiana, y pienso, ¿cómo se le llama a esto? ¿a esta orfandad sorora, a esta orfandad de no verlas nunca más, a esta rabia contra quien nos la arrebató? ¿qué término es propicio para describir una vida sin su risa, sin la generosidad de compartirse, frente a este paisaje desolador, dónde parece que la violencia se recrudece en lugar de disminuir? ¿Qué seríamos sin las amigas?

Deberíamos tener un nombre, las deudas del amor entre mujeres, las deudas del feminicidio, de las que bordamos con hilos invisibles una hermandad, un hogar donde guarecerse del mundo y sus violencias, un espacio dónde replantearse el amor y sus costumbres patriarcales, un sueño compartido, un mundo dónde nos nos maten.