Cuauhtémoc Blanco tiene el derecho de participar en la caminata por la paz que organizan para este sábado agrupaciones civiles y la Iglesia católica. Porque en todo caso, tiene que reiterarse en medio del clima de confrontación política que vive Morelos, la violencia y la inseguridad que agobian al estado no son causadas directamente por el gobierno estatal, el enemigo no es Cuauhtémoc Blanco, como no lo fueron los anteriores gobernadores.
En todo caso, son los grupos delincuenciales los autores del terrible desaguisado, a veces en complicidad con algunos malos funcionarios cuyas acciones u omisiones favorecen las actividades criminales.
En todo caso, el componente político de la violencia y criminalidad que Morelos enfrenta desde hace años estaría en la rebatinga por el poder entre algunos grupos llevando a descuidos facilitadores de la corrupción y en ocasiones hasta colusión de las autoridades de varios niveles con grupos delictivos. Con todo y eso, a la fecha no se ha podido atribuir con elementos fehacientes complicidad criminal a prácticamente ningún gobernador o secretario de estado, lo que resulta un enorme alivio.
Sin duda las estrategias de combate al crimen, y las políticas públicas destinadas a abatir los factores generadores de violencia en la sociedad deben reforzarse y probablemente hasta rediseñarse, pero para que estos cambios funcionen es necesaria la participación ciudadana y una condición para ella es que el gobierno estatal se encuentre lo bastante cerca de la sociedad, que conozca sus necesidades y deseos. Por ello es importante que Cuauhtémoc asista a la movilización convocada principalmente por el obispado de Cuernavaca.
El obispo Ramón Castro, hay que decirlo, se ha reunido ya en varias ocasiones con José Manuel Sanz, jefe de la oficina de la gubernatura, y con José Antonio Ortiz Guarneros, comisionado estatal de seguridad pública, en sus reuniones han tocado con especial atención el tema de la inseguridad que padece todo el estado y que ha afectado incluso a las parroquias. Cada reunión se ha coincidido en la urgencia de transitar a una cultura de paz y las autoridades estatales han pedido tiempo para abatir a la delincuencia.
La caminata por la paz es una forma de reencontrar la cohesión social extraviada después de muchos meses de miedo y confrontaciones inútiles. Sería absurdo hoy considerar que una marcha multitudinaria, como la que se espera el sábado próximo, incida en reducir la violencia. Las recientes ediciones de la misma caminata no han resultado, aunque las condiciones eran diferentes, entonces el gobierno enfrentaba a sus críticos como si se tratara de delincuentes.
Hoy Cuauhtémoc Blanco decide marchar con ellos lo que constituye por sí mismo una diferencia.
Y por supuesto que habrá quienes, enojados por la situación que vive el estado, reclamarán al gobernador o a sus colaboradores airadamente durante la marcha alegando, no sin cierta maña, que la movilización es contra las autoridades lo que resulta, por lo menos, inexacto cuando no perverso. “…un país vive en paz, no cuando tiene un gran ejército que infunde temor, o una policía que reprime por la fuerza cualquier brote de violencia, sino cuando en él se trabaja por dar a cada persona el goce de sus derechos humanos. Constructores de la paz son quienes hacen leyes justas y quienes las cumplen. Que la guerra, la violencia y la inseguridad son males endémicos de la sociedad contrarias al Evangelio, por eso, bienaventurados los que construyen la paz”, dice el Obispo en la invitación a la caminata y en ninguna parte de ella se percibe un enfrentamiento con el gobierno estatal. Por más que algunos quieran convertir ese movimiento de voluntades para transformar el entorno, como lo define Ramón Castro, en un linchamiento político.