Hoy los niños pasan gran parte del tiempo jugando en sus celulares, pero hasta hace un par de décadas las cosas eran distintas: en la calle, era común reunirse con los vecinos para jugar otras cosas, actividades que nos hacían brincar, correr de un sitio a otro y con las que la diversión sólo se veía interrumpida cuando escuchábamos gritar a mamá para que volviéramos a la casa.
“El juego del calamar”, el gran éxito de crítica y público en Netflix, es sin duda un éxito del género thriller, pero también hay algo de nostalgia: desde su primera escena, cuando, en blanco y negro, los niños aparecen jugando el tradicional juego surcoreano con un dejo de añoranza del narrador.
Al final, también, un personaje le pregunta a otro sobre viejos tiempos, cuando ambos eran niños y la diversión surgía desde la inocencia. Quienes hoy somos adultos también podemos recordar esos tiempos.
La Rueda de San Miguel
Este juego tradicional mexicano se desarrolla por rondas. Para empezar, todos los participantes se toman de la mano y cierran un círculo, dejando a alguien en el centro. Entonces se canta la popular ronda del juego, mientras el círculo baila y gira en la dirección de las manecillas del reloj hasta que el jugador del centro señala a alguien en particular. El señalado habrá de darse media vuelta, volver a tomar las manos de sus compañeros y seguir bailando. Una vez que todos los jugadores han dado la media vuelta, el juego continúa hasta que todos vuelvan a su posición inicial.
Avión o Rayela
Muy parecido al juego del calamar que se muestra al principio de la serie, el juego del avión o “rayuela” consiste en trazar un avión en el suelo compuesta por distintas figuras geométricas, tradicionalmente cuadrados y un círculo al final, que habrán de numerarse del 1 al 10. Al jugarlo, cada integrante debe lanzar una piedra hacia alguna de las partes del avión y, brincando y sin pisar las líneas de las figuras, recoger la piedra y volver con ella al punto inicial.
La víbora de la mar
Lo empezamos jugando en el preescolar y en las calles, pero lo seguimos haciendo en prácticamente cualquier boda mexicana. Este juego, de tradición mexicana oral y con origen en el romance español, consiste en un arco formado por dos niños (melón y sandía) y una fila de niños, sujetos ya sea por los hombres o la cintura, que pasan corriendo debajo, con el reto de no romper la fila y no ser el desafortunado que pase bajo el arco cuando termine la canción: al terminar, melón y sandía bajan los brazos y “atrapan” a quien se encuentre cruzándolo, quien tendrá que formar un nuevo arco a uno de los dos lados.
