/ miércoles 30 de diciembre de 2020

Velasco Piña y Tlacaélel, el gran reformador

“Porque no siendo rey,

hacía más que si lo fuera...

ya que no se hacía en todo el reino

más que lo que él,

TLACAÉLEL, mandaba.”

(Códice Ramírez)

El pasado 27 de diciembre lamentablemente falleció Antonio Velasco Piña, abogado de profesión egresado de la entonces Escuela Nacional de Jurisprudencia, amante de la historia y fundador de la licenciatura en Ciencias Políticas de la Universidad Iberoamericana, fue un hombre multifacético mayormente reconocido como escritor de aspectos históricos no muy explorados. Y ante esta breve introducción, veo la oportunidad de cerrar este 2020 escribiendo sobre un personaje que fue objeto de una de las principales obras de Velasco Piña: Tlacaélel.

En 1979 se publicó “Tlacaélel, el azteca entre los aztecas”, una novela histórica del género de ficción, que pone en el centro a Tlacaélel, pieza clave en el desarrollo y expansión del Imperio Mexica, y que si bien es cierto no fue tlatoani, su labor de consejero fue de tal importancia que se le asemejaba. ¿Y en qué consistió la participación en el engrandecimiento del señorío azteca?

Tlacaélel nació en 1398, fue hijo del segundo tlatoani, Huitzilíhuitl, sin embargo, no fue tlatoani a pesar de tener la posibilidad de ello. Su papel fue el de Ciahucóatl, al ser portador del emblema sagrado de Quetzalcóatl, es decir, fue el principal consejero del imperio. Era un personaje sabio que supo encausar en los tlatoanis una actitud de liberación ante el señorío de Azcapotzalco, quienes tenían sometidos a los aztecas; posteriormente emprendió toda una labor de estadista que implicó una reforma tanto ideológica como espiritual, y hasta político-militar.

Podemos decir que Tlacaélel es un claro ejemplo del político, no del grillero que caracteriza la política mexicana y que ve en ella un negocio, sin una ideología firme saltando de partido en partido esperando un puesto que no se ha ganado a pulso por su sapiencia, sino de aquel virtuoso del poder, que ve por el bien común a mediano y largo plazo, y que incluso no es necesario que figure en primer plano sino que su actuar es tras bambalinas, y Tlacaélel fue eso, un político que vio la manera de que el señorío mexica o azteca se consolidara bajo una ideología de predestinación aconsejando a Itzcoátl, Moctezuma Ilhuicamina y Axayácatl.

Para poder emprender su reforma de Estado, si la podemos llamar así, Tlacaélel tuvo que imprimir un cambio de ideología en los líderes aztecas que permitiera en primer lugar su liberación política de otros señoríos y posteriormente reescribir su historia como pueblo peregrino para convertirse en los herederos de la cultura tolteca, y que esto se replicara en las diferentes capas de la sociedad azteca. Por ello, mandó quemar todos los códices que plasmaran la historia de su pueblo para ahora ser vistos como el pueblo que Huitzilopochtli había guiado para la grandeza, y al ser ahora vistos como el pueblo elegido para mandar. Esto último lo podemos relacionar con el aspecto militar en vista que al tener una justificación mística de ser los señalados por Quetzalcóatl, podían expandir su poder territorialmente hablando para someter a los demás pueblos mesoamericanos. Vemos así que la ideología vinculada con aspectos religiosos que permean en una estructura social puede ser un mecanismo para expandir su fuerza política hacia otras estructuras de poder.

También hay que mencionar la cuestión diplomática, los mexicas consolidaron su poder gracias a las alianzas que hicieron con los señoríos de Texcoco y Tlacopan, constituyendo así la Triple Alianza. Por lo tanto, debemos tener presente que en política la negociación es necesaria tomando en consideración los contextos, no por nada, si lo vemos en un sentido más contemporáneo, López Obrador tardó 12 años en llegar a la presidencia porque su estrategia política en 2006 fue errática en criticar al presidente de ese entonces, Vicente Fox. Cosa contraria en 2018 donde manejó un discurso más conciliador de “borrón y cuenta nueva”, pero que a la vez le ha valido severas críticas de tener en las filas de la 4T a personajes del viejo régimen.

En este sentido, vemos y podemos relacionar que el papel de Tlacaélel fue el de un reformador que supo manejar su papel de máximo consejero del tlatoani para así emprender una serie de políticas que dieron como resultado el gran esplendor del señorío mexica que abarcó su poder hasta Centroamérica. Por ende, vemos que si se quiere hablar en México de un cambio de régimen, se necesita una reconfiguarción en las estructuras de poder, y esto implica reformas legales e institucionales, e incluso una transformación ideológica que permee en la sociedad y que permita una cohesión, creándose así una mayor conciencia social.

De tal forma que se exhorta al lector a adentrase en la obra de Velasco Piña, particularmente en la novela “Tlacaélel, el azteca entre los aztecas”, para conocer de un personaje que fue vital en una etapa histórica de lo que hoy llamamos México.

“Porque no siendo rey,

hacía más que si lo fuera...

ya que no se hacía en todo el reino

más que lo que él,

TLACAÉLEL, mandaba.”

(Códice Ramírez)

El pasado 27 de diciembre lamentablemente falleció Antonio Velasco Piña, abogado de profesión egresado de la entonces Escuela Nacional de Jurisprudencia, amante de la historia y fundador de la licenciatura en Ciencias Políticas de la Universidad Iberoamericana, fue un hombre multifacético mayormente reconocido como escritor de aspectos históricos no muy explorados. Y ante esta breve introducción, veo la oportunidad de cerrar este 2020 escribiendo sobre un personaje que fue objeto de una de las principales obras de Velasco Piña: Tlacaélel.

En 1979 se publicó “Tlacaélel, el azteca entre los aztecas”, una novela histórica del género de ficción, que pone en el centro a Tlacaélel, pieza clave en el desarrollo y expansión del Imperio Mexica, y que si bien es cierto no fue tlatoani, su labor de consejero fue de tal importancia que se le asemejaba. ¿Y en qué consistió la participación en el engrandecimiento del señorío azteca?

Tlacaélel nació en 1398, fue hijo del segundo tlatoani, Huitzilíhuitl, sin embargo, no fue tlatoani a pesar de tener la posibilidad de ello. Su papel fue el de Ciahucóatl, al ser portador del emblema sagrado de Quetzalcóatl, es decir, fue el principal consejero del imperio. Era un personaje sabio que supo encausar en los tlatoanis una actitud de liberación ante el señorío de Azcapotzalco, quienes tenían sometidos a los aztecas; posteriormente emprendió toda una labor de estadista que implicó una reforma tanto ideológica como espiritual, y hasta político-militar.

Podemos decir que Tlacaélel es un claro ejemplo del político, no del grillero que caracteriza la política mexicana y que ve en ella un negocio, sin una ideología firme saltando de partido en partido esperando un puesto que no se ha ganado a pulso por su sapiencia, sino de aquel virtuoso del poder, que ve por el bien común a mediano y largo plazo, y que incluso no es necesario que figure en primer plano sino que su actuar es tras bambalinas, y Tlacaélel fue eso, un político que vio la manera de que el señorío mexica o azteca se consolidara bajo una ideología de predestinación aconsejando a Itzcoátl, Moctezuma Ilhuicamina y Axayácatl.

Para poder emprender su reforma de Estado, si la podemos llamar así, Tlacaélel tuvo que imprimir un cambio de ideología en los líderes aztecas que permitiera en primer lugar su liberación política de otros señoríos y posteriormente reescribir su historia como pueblo peregrino para convertirse en los herederos de la cultura tolteca, y que esto se replicara en las diferentes capas de la sociedad azteca. Por ello, mandó quemar todos los códices que plasmaran la historia de su pueblo para ahora ser vistos como el pueblo que Huitzilopochtli había guiado para la grandeza, y al ser ahora vistos como el pueblo elegido para mandar. Esto último lo podemos relacionar con el aspecto militar en vista que al tener una justificación mística de ser los señalados por Quetzalcóatl, podían expandir su poder territorialmente hablando para someter a los demás pueblos mesoamericanos. Vemos así que la ideología vinculada con aspectos religiosos que permean en una estructura social puede ser un mecanismo para expandir su fuerza política hacia otras estructuras de poder.

También hay que mencionar la cuestión diplomática, los mexicas consolidaron su poder gracias a las alianzas que hicieron con los señoríos de Texcoco y Tlacopan, constituyendo así la Triple Alianza. Por lo tanto, debemos tener presente que en política la negociación es necesaria tomando en consideración los contextos, no por nada, si lo vemos en un sentido más contemporáneo, López Obrador tardó 12 años en llegar a la presidencia porque su estrategia política en 2006 fue errática en criticar al presidente de ese entonces, Vicente Fox. Cosa contraria en 2018 donde manejó un discurso más conciliador de “borrón y cuenta nueva”, pero que a la vez le ha valido severas críticas de tener en las filas de la 4T a personajes del viejo régimen.

En este sentido, vemos y podemos relacionar que el papel de Tlacaélel fue el de un reformador que supo manejar su papel de máximo consejero del tlatoani para así emprender una serie de políticas que dieron como resultado el gran esplendor del señorío mexica que abarcó su poder hasta Centroamérica. Por ende, vemos que si se quiere hablar en México de un cambio de régimen, se necesita una reconfiguarción en las estructuras de poder, y esto implica reformas legales e institucionales, e incluso una transformación ideológica que permee en la sociedad y que permita una cohesión, creándose así una mayor conciencia social.

De tal forma que se exhorta al lector a adentrase en la obra de Velasco Piña, particularmente en la novela “Tlacaélel, el azteca entre los aztecas”, para conocer de un personaje que fue vital en una etapa histórica de lo que hoy llamamos México.

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