/ jueves 4 de marzo de 2021

El recuerdo del 8 de marzo

Nunca me había sentido tan libre, tan segura y tan fuerte. Era mi primera marcha. Tomé el autobús de mi municipio hacia Cuernavaca, ahí me encontré con algunas conocidas, inmediatamente supe que iban a la marcha, llevaban pañuelos verdes y morados, unas pancartas y la vestimenta negra. Sentí emoción, sentí esa complicidad de quienes no solo compartíamos la misma lucha, sino compartíamos también el venir de los mismos lugares que nos habían visto crecer.

Al tomar la ruta para llegar al lugar donde nos concentraríamos, la emoción y la impresión fue aún mayor. Éramos muchas, la ruta se llenó de color negro y pañuelos verdes y morados. Acompañadas de sus amigas, sus hermanas o incluso sus mamás, iban con la misma energía. Yo llegué sola, pero me sentía acompañada de todas ellas. La ruta se volvió una sintonía perfecta entre los colores de la ropa que vestíamos y el sentimiento de sentirnos libres y seguras. Nos mirábamos sin conocernos y nos sentíamos una misma.

Bajamos de la ruta, caminamos para encontrar al contingente, nos incorporamos. Comenzó la manifestación, recorrimos las avenidas y calles de Cuernavaca, gritando, cantando, exigiendo una vida libre de violencia y el respeto pleno a nuestros derechos. Eran tantas voces que sonaban como una sola. Latidos de revolución y resistencia. Las calles latían morado. Durante el recorrido había quienes con los claxons de sus coches mostraban su apoyo, otros tantos que asomados por sus ventanas y puertas nos daban un saludo o un aplauso como una especie de reconocimiento a nuestra lucha.

Entre mujeres abonamos a la construcción de espacios y entornos seguros, y el 8M fue uno de ellos. Espacios donde se siente la libertad y la paz, una libertad que allá afuera te arrebatan. Espacios donde nos sabemos juntas y acompañadas. No hay palabras que describan el sentimiento de sentirte libre, fuerte y segura como en el 8M. Fue imponente. Ellas me cuidaban, yo las cuidaba a todas ellas.

Esa marcha nos marcó a todas. Quizá para muchas por ser la primera vez, o quizá porque esta vez nos sumábamos más a la lucha. Un 8 de marzo se aproxima, uno distinto. Hoy no podremos salir todas a tomar las calles. Pero la resistencia se apropia en cada espacio donde existimos.

Lo que nos queda es el recuerdo del 8M del 2020, y seguir construyendo y exigiendo desde nuestras trincheras. El movimiento feminista estará en las calles pero también en los espacios donde resistimos. Pues nuestra resistencia es feminista y revolucionaria.

Somos “Inabarcables, invencibles, incontenibles, inhabitables, luz en un lugar que aún no es capaz de abarcarnos, vencernos, contenernos, habitarnos”. Elvira Sastre.

Nunca me había sentido tan libre, tan segura y tan fuerte. Era mi primera marcha. Tomé el autobús de mi municipio hacia Cuernavaca, ahí me encontré con algunas conocidas, inmediatamente supe que iban a la marcha, llevaban pañuelos verdes y morados, unas pancartas y la vestimenta negra. Sentí emoción, sentí esa complicidad de quienes no solo compartíamos la misma lucha, sino compartíamos también el venir de los mismos lugares que nos habían visto crecer.

Al tomar la ruta para llegar al lugar donde nos concentraríamos, la emoción y la impresión fue aún mayor. Éramos muchas, la ruta se llenó de color negro y pañuelos verdes y morados. Acompañadas de sus amigas, sus hermanas o incluso sus mamás, iban con la misma energía. Yo llegué sola, pero me sentía acompañada de todas ellas. La ruta se volvió una sintonía perfecta entre los colores de la ropa que vestíamos y el sentimiento de sentirnos libres y seguras. Nos mirábamos sin conocernos y nos sentíamos una misma.

Bajamos de la ruta, caminamos para encontrar al contingente, nos incorporamos. Comenzó la manifestación, recorrimos las avenidas y calles de Cuernavaca, gritando, cantando, exigiendo una vida libre de violencia y el respeto pleno a nuestros derechos. Eran tantas voces que sonaban como una sola. Latidos de revolución y resistencia. Las calles latían morado. Durante el recorrido había quienes con los claxons de sus coches mostraban su apoyo, otros tantos que asomados por sus ventanas y puertas nos daban un saludo o un aplauso como una especie de reconocimiento a nuestra lucha.

Entre mujeres abonamos a la construcción de espacios y entornos seguros, y el 8M fue uno de ellos. Espacios donde se siente la libertad y la paz, una libertad que allá afuera te arrebatan. Espacios donde nos sabemos juntas y acompañadas. No hay palabras que describan el sentimiento de sentirte libre, fuerte y segura como en el 8M. Fue imponente. Ellas me cuidaban, yo las cuidaba a todas ellas.

Esa marcha nos marcó a todas. Quizá para muchas por ser la primera vez, o quizá porque esta vez nos sumábamos más a la lucha. Un 8 de marzo se aproxima, uno distinto. Hoy no podremos salir todas a tomar las calles. Pero la resistencia se apropia en cada espacio donde existimos.

Lo que nos queda es el recuerdo del 8M del 2020, y seguir construyendo y exigiendo desde nuestras trincheras. El movimiento feminista estará en las calles pero también en los espacios donde resistimos. Pues nuestra resistencia es feminista y revolucionaria.

Somos “Inabarcables, invencibles, incontenibles, inhabitables, luz en un lugar que aún no es capaz de abarcarnos, vencernos, contenernos, habitarnos”. Elvira Sastre.

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