“Este mundo de hoy sabe otra vez al miedo, al miedo de perdernos, al miedo de convencernos que les debemos y que a ellos nos debemos”.
Hace un año, esa frase dio inicio a esta travesía de escribir. “Nosotras no soltamos” fue mi primera columna en El Sol de Cuernavaca, una columna que expresó mi sentir, mi miedo, mi rabia y mi dolor ante una realidad perniciosa y cruel. Hoy, esos sentimientos no son diferentes. Todo sigue igual, y la realidad es aún más abrumadora sumando otra pandemia. Hoy, después de un año de escribir “Nosotras no soltamos”, los escenarios siguen siendo monótonos y la inacción política cada vez más lacerante.
“Nosotras no soltamos” se topa nuevamente con aquella realidad, esa que nos condena, nos consume, nos quita la calma y siembra miedo en nuestro andar. Se topa también con la simulación, la inacción y la impunidad que nos sigue arrebatando a miles de mujeres, y que nos ha arrebatado a 940 mujeres el año pasado, víctimas de feminicidio.
Escribir en El Sol de Cuernavaca ha sido una de las mejores oportunidades y retos que me ha tocado enfrentar a mis veintidós años. Estar frente a una hoja en blanco, muchas veces fue un reto. Uno acompañado de emociones, ideas y resistencia. Fue encontrar el sentido y significado a lo que enfrentamos. Escribir es un acto de rebeldía. Y esa rebeldía fue, es y será feminista.
Encontré en El Sol un espacio para escribir por las que ya no están, pero que, hoy, hemos de encontrar en la escritura la forma de nombrarles, para que sus nombres nunca se olviden y no se sumen a la violencia de la estadística, aquella que no tiene historias que contar, donde la muerte se vuelve un número más.
Seguimos exigiendo acción política y la planificación de un presente y un futuro que garantice nuestra libertad y nuestra vida, derechos que históricamente se nos han negado y obstaculizado. Hace un año nos decían que “ahorita no”, que nosotras no importamos, hoy pactan con el machismo, permitiendo que un violador llegue a ser gobernador.
Ya no tienen la comodidad de nuestro silencio. Somos esa voz ante las injusticias, las defensoras de las causas justas, las que cuidan, las que luchan, las que gritan, las que escriben, las que construyen, las que reivindican, las que buscan, las que acompañan, las que defienden, las que aman, las que acuerpan. Aquellas que lo revolucionan todo. Inquebrantables.
Nos sigue quedando una vida de lucha, sí. Pero ahí estaremos como madres, hermanas, amigas o desconocidas, próximas o distantes, luchando por todas, por las que aún estamos y por las que nos han arrebatado, porque nosotras no soltamos. Nosotras nunca soltamos.