/ miércoles 20 de diciembre de 2023

En marcha el Tren Maya, obra insignia del régimen

El presidente López Obrador inauguró el primer tramo del Tren Maya, que va de Campeche a Cancún, el cual forma parte del proyecto de mayor impacto económico, ambiental, turístico y cultural que se haya emprendido en México, dentro de un régimen que se ha distinguido por la transformación radical de la vida económica y política del país.

Con este acto --en el cual AMLO estuvo acompañado por la gobernadora de Campeche, Layda Sansores y por buena parte del gabinete presidencial—el gobierno continúa con la inauguración de las grandes obras del sexenio. Más adelante vendrá la puesta en marcha de los demás tramos, así como el acto inaugural del Ferrocarril Transístmico, que correrá de Coatzacoalcos, en el Golfo, a Salina Cruz, en el Pacífico, obra fundamental que detonará el desarrollo económico del país a largo plazo.

AMLO pretende inaugurar todas las obras que se iniciaron durante su sexenio, y no dejar construcciones pendientes, como solía ocurrir en los gobiernos anteriores, en los cuales los presidentes inauguraban proyectos que aún estaban en obra civil. Lo hacían solo por inaugurar, aunque los edificios no contaban con instalaciones, equipo ni personal capacitado para realizar la labor propia de cada institución supuestamente inaugurada.

El Tren Maya tendrá una extensión total de 1 mil 554 kilómetros y se desplazará a lo largo de 5 entidades: Tabasco, Campeche, Yucatán, Quintana Roo y Chiapas. En la mayor parte de su recorrido se tuvo cuidado para no dañar cenotes y ríos subterráneos, así como vestigios de la civilización maya en sus diversos períodos. Por lo mismo, los diversos tramos se tuvieron que construir sobre terrenos previamente verificados, corregir algunos trazos y obtener la anuencia de las comunidades.

Asimismo, se realizaron varias consultas con los grupos indígenas de la región. La mayoría de ellas se pronunció a favor de la obra, sin cuya voluntad no hubiera sido posible siquiera imaginar la construcción de la misma. La participación activa de las comunidades en la construcción, así como el cuidado de los materiales, hizo posible el avance de las obras.

El Tren Maya se pudo construir en medio de una tempestad de críticas, sobre todo provenientes de la derecha, en este caso disfrazada de “ambientalista”. Es indudable el impacto que esta obra traerá sobre el entorno ecológico de la región, así como sobre la vida de las comunidades indígenas. Pero los constructores han procurado mitigar los efectos de la tala de árboles, y se ha reforestado la península con unos mil millones de árboles maderables.

Sobre el avance de los diversos tramos se abatió una tormenta de amparos promovidos, en parte, por algunas comunidades de la región, con las que se tuvo que dialogar y negociar. Pero la mayoría de ellos fueron promovidos por despachos jurídicos en representación de “ambientalistas” y de “organizaciones de la sociedad civil” que, enarbolando las más nobles banderas, se oponían al desarrollo de las obras solo por razones políticas.

El gobierno federal realizó las diversas inversiones por etapas. Desde 2022, cuando comenzó el proyecto hasta la fecha, se han invertido casi 500 mil millones de pesos, que incluyen el monto de lo que se invertirá en 2024. El propio presidente López Obrador ha admitido que la inversión global alcanza los 20 mil millones de dólares.

En el proyecto han participado empresas privadas, en especial Ingenieros Civiles Asociados (ICA) y Carso, de Carlos Slim. En algunos tramos, la dirección estuvo a cargo de los ingenieros militares. Por necesidades operativas del proyecto, así como para construir libramientos, el gobierno expropió algunos terrenos por causas de utilidad pública, lo cual se publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) en diversas fechas. En especial, se expropiaron más de 215 mil metros cuadrados de propiedades de particulares, para lo cual se aportaron recursos con objeto de indemnizar a los propietarios legalmente reconocidos.

En toda la ruta del Tren Maya hay muchos vestigios de la portentosa cultura de los pueblos indígenas. El Fonatur ha realizado inversiones para mostrar al mundo la grandeza y brillantez de la cultura maya y el adelanto de sus conocimientos en varias disciplinas. Los visitantes nacionales y extranjeros podrán admirar hasta 25 sitios arqueológicos diferentes y visitar hasta 14 pueblos mágicos de la región. Los principales sitios arqueológicos que han sido remozados son Palenque, Chichén Itzá, Ek Balam, Uxmal, Dzibichaltún, El Tigre, Edzná, Calakmul y Xcalumkin. Hay por lo menos 6 sitios en la región que han sido declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad.

En todos los sitios arqueológicos, la población local ha participado directamente tanto en la búsqueda de vestigios como en su recolección. También han trabajado en el cuidado y remozamiento de las piezas, así como en la construcción de locales adecuados para su exhibición. Sin la valiosa participación de los pobladores de la región, no hubiera sido posible la edificación de los nuevos museos que serán abiertos al público.

La administración de la obra estará a cargo de la Sedena. El 1 de septiembre, Fonatur (Fondo Nacional de Fomento al Turismo) hizo entrega de la empresa “Tren Maya, S.A. de C.V.” al general Oscar Lozano Águila, quien será en adelante el administrador del proyecto en su conjunto.

Con este monto de inversiones, la región sur-sureste ha mostrado en los años recientes mayor dinamismo que otras entidades del país. Finalmente, la construcción del Tren Maya, las obras de infraestructura turística y el Ferrocarril del Istmo echan por tierra las viejas doctrinas de que “el norte trabaja, el centro piensa y el sur sueña”, consejas que hasta hoy aún manejan ciertos próceres del escenario político.

En unos días más será inaugurado el Ferrocarril del Istmo, que se conectará con el Tren Maya e insertará a nuestro país de lleno en el mundo de la globalidad como uno de los países beneficiarios de la nueva etapa de desarrollo, cuya característica central es el nearshoring, es decir, la reubicación de centenares de empresas de clase mundial, para formar nuevos polos de desarrollo en la franja del Istmo de Tehuantepec.

El presidente López Obrador inauguró el primer tramo del Tren Maya, que va de Campeche a Cancún, el cual forma parte del proyecto de mayor impacto económico, ambiental, turístico y cultural que se haya emprendido en México, dentro de un régimen que se ha distinguido por la transformación radical de la vida económica y política del país.

Con este acto --en el cual AMLO estuvo acompañado por la gobernadora de Campeche, Layda Sansores y por buena parte del gabinete presidencial—el gobierno continúa con la inauguración de las grandes obras del sexenio. Más adelante vendrá la puesta en marcha de los demás tramos, así como el acto inaugural del Ferrocarril Transístmico, que correrá de Coatzacoalcos, en el Golfo, a Salina Cruz, en el Pacífico, obra fundamental que detonará el desarrollo económico del país a largo plazo.

AMLO pretende inaugurar todas las obras que se iniciaron durante su sexenio, y no dejar construcciones pendientes, como solía ocurrir en los gobiernos anteriores, en los cuales los presidentes inauguraban proyectos que aún estaban en obra civil. Lo hacían solo por inaugurar, aunque los edificios no contaban con instalaciones, equipo ni personal capacitado para realizar la labor propia de cada institución supuestamente inaugurada.

El Tren Maya tendrá una extensión total de 1 mil 554 kilómetros y se desplazará a lo largo de 5 entidades: Tabasco, Campeche, Yucatán, Quintana Roo y Chiapas. En la mayor parte de su recorrido se tuvo cuidado para no dañar cenotes y ríos subterráneos, así como vestigios de la civilización maya en sus diversos períodos. Por lo mismo, los diversos tramos se tuvieron que construir sobre terrenos previamente verificados, corregir algunos trazos y obtener la anuencia de las comunidades.

Asimismo, se realizaron varias consultas con los grupos indígenas de la región. La mayoría de ellas se pronunció a favor de la obra, sin cuya voluntad no hubiera sido posible siquiera imaginar la construcción de la misma. La participación activa de las comunidades en la construcción, así como el cuidado de los materiales, hizo posible el avance de las obras.

El Tren Maya se pudo construir en medio de una tempestad de críticas, sobre todo provenientes de la derecha, en este caso disfrazada de “ambientalista”. Es indudable el impacto que esta obra traerá sobre el entorno ecológico de la región, así como sobre la vida de las comunidades indígenas. Pero los constructores han procurado mitigar los efectos de la tala de árboles, y se ha reforestado la península con unos mil millones de árboles maderables.

Sobre el avance de los diversos tramos se abatió una tormenta de amparos promovidos, en parte, por algunas comunidades de la región, con las que se tuvo que dialogar y negociar. Pero la mayoría de ellos fueron promovidos por despachos jurídicos en representación de “ambientalistas” y de “organizaciones de la sociedad civil” que, enarbolando las más nobles banderas, se oponían al desarrollo de las obras solo por razones políticas.

El gobierno federal realizó las diversas inversiones por etapas. Desde 2022, cuando comenzó el proyecto hasta la fecha, se han invertido casi 500 mil millones de pesos, que incluyen el monto de lo que se invertirá en 2024. El propio presidente López Obrador ha admitido que la inversión global alcanza los 20 mil millones de dólares.

En el proyecto han participado empresas privadas, en especial Ingenieros Civiles Asociados (ICA) y Carso, de Carlos Slim. En algunos tramos, la dirección estuvo a cargo de los ingenieros militares. Por necesidades operativas del proyecto, así como para construir libramientos, el gobierno expropió algunos terrenos por causas de utilidad pública, lo cual se publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) en diversas fechas. En especial, se expropiaron más de 215 mil metros cuadrados de propiedades de particulares, para lo cual se aportaron recursos con objeto de indemnizar a los propietarios legalmente reconocidos.

En toda la ruta del Tren Maya hay muchos vestigios de la portentosa cultura de los pueblos indígenas. El Fonatur ha realizado inversiones para mostrar al mundo la grandeza y brillantez de la cultura maya y el adelanto de sus conocimientos en varias disciplinas. Los visitantes nacionales y extranjeros podrán admirar hasta 25 sitios arqueológicos diferentes y visitar hasta 14 pueblos mágicos de la región. Los principales sitios arqueológicos que han sido remozados son Palenque, Chichén Itzá, Ek Balam, Uxmal, Dzibichaltún, El Tigre, Edzná, Calakmul y Xcalumkin. Hay por lo menos 6 sitios en la región que han sido declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad.

En todos los sitios arqueológicos, la población local ha participado directamente tanto en la búsqueda de vestigios como en su recolección. También han trabajado en el cuidado y remozamiento de las piezas, así como en la construcción de locales adecuados para su exhibición. Sin la valiosa participación de los pobladores de la región, no hubiera sido posible la edificación de los nuevos museos que serán abiertos al público.

La administración de la obra estará a cargo de la Sedena. El 1 de septiembre, Fonatur (Fondo Nacional de Fomento al Turismo) hizo entrega de la empresa “Tren Maya, S.A. de C.V.” al general Oscar Lozano Águila, quien será en adelante el administrador del proyecto en su conjunto.

Con este monto de inversiones, la región sur-sureste ha mostrado en los años recientes mayor dinamismo que otras entidades del país. Finalmente, la construcción del Tren Maya, las obras de infraestructura turística y el Ferrocarril del Istmo echan por tierra las viejas doctrinas de que “el norte trabaja, el centro piensa y el sur sueña”, consejas que hasta hoy aún manejan ciertos próceres del escenario político.

En unos días más será inaugurado el Ferrocarril del Istmo, que se conectará con el Tren Maya e insertará a nuestro país de lleno en el mundo de la globalidad como uno de los países beneficiarios de la nueva etapa de desarrollo, cuya característica central es el nearshoring, es decir, la reubicación de centenares de empresas de clase mundial, para formar nuevos polos de desarrollo en la franja del Istmo de Tehuantepec.