/ miércoles 27 de marzo de 2024

La izquierda sigue adelante en las preferencias del pueblo

Enorme revuelo causó en los medios políticos la nota recién publicada por el periódico “Reforma” -uno de los más destacados voceros de la derecha mexicana- sobre una encuesta donde establece con claridad la ventaja de la candidata Claudia Sheinbaum en la competencia presidencial, así como el crecimiento de la popularidad de AMLO.

No fue por casualidad que el mencionado diario publicó los dos resultados en la misma entrega. Ambos aspectos están estrechamente relacionados. Claudia Sheinbaum es la candidata “de la continuidad con cambio” --según su propia definición-- con lo cual deja bien claro que su candidatura no surgió como producto del esfuerzo individual, sino de un movimiento popular muy robusto, cristalizado en la coalición “Sigamos Haciendo Historia” integrada por los partidos Morena, PT y PVEM, de la Cuarta Transformación.

La organización político-electoral que postuló a Claudia Sheinbaum fue fundada y --hasta hace poco tiempo-- dirigida por el actual mandatario. El “cambio” que enarbola la exjefa de Gobierno se relaciona con la construcción de un “segundo piso” dentro del proyecto de transformación, tomando en cuenta que el gobierno obradorista construyó las bases iniciales de la presente reforma; la candidata se ha comprometido a conducirla a una etapa superior.

Las cifras que manejó el periódico “Reforma” son las siguientes: Claudia Sheinbaum tiene el 58 por ciento de las preferencias electorales, mientras Xóchitl Gálvez, de la oposición prianista alcanza solo el 34 por ciento, es decir, entre ambas existe una diferencia de 24 puntos porcentuales; Jorge Álvarez Máynez, del partido MC, apenas obtuvo el 8% de las simpatías.

Por cuanto a la popularidad del presidente AMLO, lo más notable es que creció 11 puntos porcentuales en este periodo, respecto a la anterior medición del propio “Reforma”: pasó de 62 a 73 por ciento de aceptación popular. Estas cifras son tanto más impactantes si tomamos en cuenta que durante todo el mes de febrero se realizó en diversos medios nacionales y extranjeros una intensa campaña de desprestigio, replicada en varios países, con base en la etiqueta de #narcopresidente que intentó destruir su popularidad.

Las nuevas encuestas que consignan el aumento de la popularidad del presidente, encierran varios interrogantes ante la clase política y la ciudadanía mexicana. Por ejemplo: no es la primera campaña de desprestigio que los prianistas han intentado contra AMLO. Todos los medios corporativos y la clase intelectual estaban en su contra desde principios del siglo, cuando era Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal. Realizaron una tremenda campaña combinada de calumnias, juicios amañados y ministros corruptos, que finalmente lo llevaron al desafuero. En aquellas condiciones críticas, las grandes manifestaciones populares le restituyeron su derecho a participar como candidato en las elecciones del 2006.

En los episodios del 2012, a la par que las grandes televisoras fabricaban un candidato telegénico, los intelectuales orgánicos del régimen, junto a los medios corporativos, realizaban campañas que lo presentaron como “un peligro para México”, etiqueta que finalmente produjo su derrota ante Enrique Peña Nieto, candidato que llegó al poder por medio de la corrupción, utilizando grandes aportes de dinero ilícito de empresas como Odebrecht, y con tarjetas de Monex y de Soriana que entregaron a miles de ciudadanos a cambio de su voto.

En la campaña de 2018, además del consabido peligro para México, los publicistas añadieron el episodio del “dinero de Moscú” y realizaron un dispendio de recursos para financiar los programas sobre “el populismo en América Latina” que vinculaban a AMLO directamente con Hugo Chávez y su heredero Nicolás Maduro; con Fidel Castro y Evo Morales, en una cadena de falsificaciones históricas que pretendieron presentarlo como un peligro para la paz, la estabilidad financiera, la bolsa de valores, etc. El fraude electoral asomó de nuevo su rostro de mapache, por lo que AMLO se vio obligado a advertir ante una reunión de banqueros: “Si se atreven a hacer un fraude yo me voy a Palenque, y a ver quién amarra al tigre; el que suelte al tigre que lo amarre..”. Con esto bastó para que los dueños del circo la pensaran dos veces.

Asimismo, según la tradición mexicana heredada de sexenios anteriores, la popularidad del jefe del estado comenzaba a declinar a partir del momento en que surgía un nuevo abanderado de la causa (en el caso presente una mujer). Sin embargo, actualmente está ocurriendo algo muy especial: AMLO está terminando su mandato igual que como lo inició, a tambor batiente.

Durante las últimas semanas, ha ocurrido en México una tempestad de actos inaugurales de obras grandes, chicas y medianas. Van desde los diversos tramos del Tren Maya hasta el Ferrocarril Transístmico, pasando por varios aeropuertos (AIFA, Palenque) y del Tren México-Toluca. Los hospitales --ya inaugurados en otros sexenios aunque estuvieran en obra negra-- se remodelaron y equiparon; de manera simultánea, AMLO ha mostrado un acendrado nacionalismo (soberanismo le llaman algunos) en materia energética.

Por ejemplo: durante su mandato se remodelaron las 6 refinerías que en 2028 estaban deterioradas y producían solo una tercera parte de su capacidad instalada; con dichas remodelaciones, se pudo duplicar la producción de esas plantas; el gobierno inauguró una planta en Dos Bocas; compró la mitad de otra refinería (la mitad ya le pertenecía) en Texas, y elevó sustancialmente la producción nacional. Además, las reservas probadas de petróleo en México se incrementaron, de manera que el país tiene garantizada la autosuficiencia por unos 20 años más. Al mismo tiempo, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) fue rescatada y se compraron varias plantas a Iberdrola, empresa española, con lo cual la empresa del estado volvió a producir más de la mitad de la electricidad que consume el país.

Finalmente, los números del avance de la economía nacional son apabullantes: la pobreza extrema se redujo, al tiempo que más de 30 millones de hogares del país reciben al menos un apoyo de los programas del bienestar. Millones de trabajadores se han integrado al IMSS, al tiempo que el desempleo se ha reducido a proporciones muy moderadas.

La moneda mexicana se ha fortalecido, y las reservas internacionales de divisas han alcanzado cifras históricas. La Inflación está bajo control. En el horizonte ya se dibujan las oportunidades que se abrirán a partir de las inversiones que en breve llegarán al país como parte del reacomodo mundial de fuerzas productivas (nearshoring) lo que significa el arribo de miles de millones de dólares en inversiones.

En estas condiciones, los opositores que compraron bots para difamar al presidente realizaron una pésima inversión. Hicieron un mal negocio y no recibirán dividendos.

Enorme revuelo causó en los medios políticos la nota recién publicada por el periódico “Reforma” -uno de los más destacados voceros de la derecha mexicana- sobre una encuesta donde establece con claridad la ventaja de la candidata Claudia Sheinbaum en la competencia presidencial, así como el crecimiento de la popularidad de AMLO.

No fue por casualidad que el mencionado diario publicó los dos resultados en la misma entrega. Ambos aspectos están estrechamente relacionados. Claudia Sheinbaum es la candidata “de la continuidad con cambio” --según su propia definición-- con lo cual deja bien claro que su candidatura no surgió como producto del esfuerzo individual, sino de un movimiento popular muy robusto, cristalizado en la coalición “Sigamos Haciendo Historia” integrada por los partidos Morena, PT y PVEM, de la Cuarta Transformación.

La organización político-electoral que postuló a Claudia Sheinbaum fue fundada y --hasta hace poco tiempo-- dirigida por el actual mandatario. El “cambio” que enarbola la exjefa de Gobierno se relaciona con la construcción de un “segundo piso” dentro del proyecto de transformación, tomando en cuenta que el gobierno obradorista construyó las bases iniciales de la presente reforma; la candidata se ha comprometido a conducirla a una etapa superior.

Las cifras que manejó el periódico “Reforma” son las siguientes: Claudia Sheinbaum tiene el 58 por ciento de las preferencias electorales, mientras Xóchitl Gálvez, de la oposición prianista alcanza solo el 34 por ciento, es decir, entre ambas existe una diferencia de 24 puntos porcentuales; Jorge Álvarez Máynez, del partido MC, apenas obtuvo el 8% de las simpatías.

Por cuanto a la popularidad del presidente AMLO, lo más notable es que creció 11 puntos porcentuales en este periodo, respecto a la anterior medición del propio “Reforma”: pasó de 62 a 73 por ciento de aceptación popular. Estas cifras son tanto más impactantes si tomamos en cuenta que durante todo el mes de febrero se realizó en diversos medios nacionales y extranjeros una intensa campaña de desprestigio, replicada en varios países, con base en la etiqueta de #narcopresidente que intentó destruir su popularidad.

Las nuevas encuestas que consignan el aumento de la popularidad del presidente, encierran varios interrogantes ante la clase política y la ciudadanía mexicana. Por ejemplo: no es la primera campaña de desprestigio que los prianistas han intentado contra AMLO. Todos los medios corporativos y la clase intelectual estaban en su contra desde principios del siglo, cuando era Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal. Realizaron una tremenda campaña combinada de calumnias, juicios amañados y ministros corruptos, que finalmente lo llevaron al desafuero. En aquellas condiciones críticas, las grandes manifestaciones populares le restituyeron su derecho a participar como candidato en las elecciones del 2006.

En los episodios del 2012, a la par que las grandes televisoras fabricaban un candidato telegénico, los intelectuales orgánicos del régimen, junto a los medios corporativos, realizaban campañas que lo presentaron como “un peligro para México”, etiqueta que finalmente produjo su derrota ante Enrique Peña Nieto, candidato que llegó al poder por medio de la corrupción, utilizando grandes aportes de dinero ilícito de empresas como Odebrecht, y con tarjetas de Monex y de Soriana que entregaron a miles de ciudadanos a cambio de su voto.

En la campaña de 2018, además del consabido peligro para México, los publicistas añadieron el episodio del “dinero de Moscú” y realizaron un dispendio de recursos para financiar los programas sobre “el populismo en América Latina” que vinculaban a AMLO directamente con Hugo Chávez y su heredero Nicolás Maduro; con Fidel Castro y Evo Morales, en una cadena de falsificaciones históricas que pretendieron presentarlo como un peligro para la paz, la estabilidad financiera, la bolsa de valores, etc. El fraude electoral asomó de nuevo su rostro de mapache, por lo que AMLO se vio obligado a advertir ante una reunión de banqueros: “Si se atreven a hacer un fraude yo me voy a Palenque, y a ver quién amarra al tigre; el que suelte al tigre que lo amarre..”. Con esto bastó para que los dueños del circo la pensaran dos veces.

Asimismo, según la tradición mexicana heredada de sexenios anteriores, la popularidad del jefe del estado comenzaba a declinar a partir del momento en que surgía un nuevo abanderado de la causa (en el caso presente una mujer). Sin embargo, actualmente está ocurriendo algo muy especial: AMLO está terminando su mandato igual que como lo inició, a tambor batiente.

Durante las últimas semanas, ha ocurrido en México una tempestad de actos inaugurales de obras grandes, chicas y medianas. Van desde los diversos tramos del Tren Maya hasta el Ferrocarril Transístmico, pasando por varios aeropuertos (AIFA, Palenque) y del Tren México-Toluca. Los hospitales --ya inaugurados en otros sexenios aunque estuvieran en obra negra-- se remodelaron y equiparon; de manera simultánea, AMLO ha mostrado un acendrado nacionalismo (soberanismo le llaman algunos) en materia energética.

Por ejemplo: durante su mandato se remodelaron las 6 refinerías que en 2028 estaban deterioradas y producían solo una tercera parte de su capacidad instalada; con dichas remodelaciones, se pudo duplicar la producción de esas plantas; el gobierno inauguró una planta en Dos Bocas; compró la mitad de otra refinería (la mitad ya le pertenecía) en Texas, y elevó sustancialmente la producción nacional. Además, las reservas probadas de petróleo en México se incrementaron, de manera que el país tiene garantizada la autosuficiencia por unos 20 años más. Al mismo tiempo, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) fue rescatada y se compraron varias plantas a Iberdrola, empresa española, con lo cual la empresa del estado volvió a producir más de la mitad de la electricidad que consume el país.

Finalmente, los números del avance de la economía nacional son apabullantes: la pobreza extrema se redujo, al tiempo que más de 30 millones de hogares del país reciben al menos un apoyo de los programas del bienestar. Millones de trabajadores se han integrado al IMSS, al tiempo que el desempleo se ha reducido a proporciones muy moderadas.

La moneda mexicana se ha fortalecido, y las reservas internacionales de divisas han alcanzado cifras históricas. La Inflación está bajo control. En el horizonte ya se dibujan las oportunidades que se abrirán a partir de las inversiones que en breve llegarán al país como parte del reacomodo mundial de fuerzas productivas (nearshoring) lo que significa el arribo de miles de millones de dólares en inversiones.

En estas condiciones, los opositores que compraron bots para difamar al presidente realizaron una pésima inversión. Hicieron un mal negocio y no recibirán dividendos.