/ lunes 17 de julio de 2023

Clases a distancia: la lección que nos dejó la virtualidad

A tres años de cambiar las aulas físicas por entornos virtuales, tejemos un balance de la nueva dinámica a la que se enfrentaron miles de estudiantes

Una vez que se declaró la emergencia sanitaria por Covid-19, las clases presenciales se trasladaron a la virtualidad como una medida para mitigar la expansión del virus.

Así, la pandemia vino a cambiar el aprendizaje clásico, volcándolo hacia la era digital: “No podemos decir que las clases virtuales son malas, no todo fue malo; al contrario, aprendimos mucho de ello”, opina Luis Rey Vera Yáñez, director de la primaria Plan de Ayala, en Cuautla.

Sigue leyendo: Fracasan clases virtuales en los Altos de Morelos

“Definitivamente la pandemia por Covid-19 vino a mover toda una organización. Dos años fue mucho tiempo, pero se buscaron estrategias para seguir enseñando a nuestros alumnos”, agrega.

Sin embargo, las clases a distancia hicieron que se perdiera la convivencia diaria con los compañeros y maestros, que no existiera un vínculo personal porque no era lo mismo estar frente a frente que detrás de una pantalla.

Alumnos de primaria realizan actividades físicas. / Archivo Gude Servín | El Sol de Cuautla

“En una escuela se crean vínculos especiales entre maestros y alumnos, y ese vínculo, ese apego, se tiene más cuando se está de manera presencial”.

Las clases virtuales no solo hicieron que se perdieran las relaciones interpersonales, socioafectivas y emocionales, sino que también hubo cambios en la parte deportiva, pues el hecho de que los estudiantes estuvieran en casa de forma pasiva e inerte afectó su rendimiento físico e incluso incrementó el número de niños y niñas con sobrepeso y obesidad.

La importancia de socializar

“La pandemia ha cambiado nuestras relaciones interpersonales al limitar los encuentros físicos y promover más la comunicación a través de la tecnología, como videollamadas y mensajes. La tecnología permite mantenernos conectados, pero también puede generar cierta distancia emocional; se limita la utilización del lenguaje oral y corporal de los alumnos”, considera al respecto la maestra de preescolar Elda Rosa Quiroz.

Señala que es visible en los alumnos falta de interés en actividades, aburrimiento o fatiga. Por su parte, Ángeles Albarrán Herrera, docente de Educación Física, refiere que tras la pandemia y las clases a distancia los niños perdieron un contexto de aprendizaje importante y básico, donde se forma la identidad con hábitos, valores y en el cual la socialización con sus pares, en nuevos contextos visuales, auditivos y emocionales, influye directa e indirectamente en su formación psicosocial que posteriormente se va a proyectar en su desenvolvimiento en comunidad.

“Los niños presentan diferentes comportamientos que no les permiten integrarse de manera sana a su entorno. Veo niños más inseguros y violentos porque no saben lidiar con la frustración; niños con baja autoestima y con una necesidad de aprobación para todo lo que realizan, además de que su nivel de autonomía es menor al que deberían tener”.

Puntualiza que la tecnología tomó el papel de “primer cuidador porque los niños tuvieron que acceder a un dispositivo con muy poco acompañamiento para que se le diera el uso educativo (correcto); mucho de esto también por los tiempos de trabajo de los padres o el poco manejo de los dispositivos por parte de los adultos a cargo del niño”.

En ese sentido, algunos docentes han hecho del juego el medio de rescate para la interacción social de los menores: “Es como volver a reeducar la parte de integración a un medio donde hay reglas, límites y organización; factores que no tenían durante las clases en línea".

Volver a empezar

Emmanuel Pérez, docente de nivel medio superior, señala que cuando se encontraban en confinamiento muchos estudiantes no se conectaban constantemente a las clases, por lo que cuando regresaron a las aulas les costó trabajo acoplarse.

Destaca que fue difícil regularizarlos porque traían un rezago educativo de dos años y, aunado a eso, presentaban comportamientos de mala conducta.

Archivo Gude Servín | El Sol de Cuautla

“La falta de adaptación fue para esos jóvenes que en su momento tuvieron alguna precariedad, como el internet o una computadora, en sus casas, pues no pudieron entregar trabajos en Word”.

Sostiene que hubo estudiantes que por cuenta propia se pusieron al corriente, mientras que otros desistieron y eso se reflejó en sus calificaciones reprobatorias.

“Los maestros detectamos que existe una brecha digital y una económica entre alumnos que tienen en casa acceso a internet y quienes no", de ahí que algunos no sepan manejar herramientas digitales.

Hubo retos para todos

Brenda García, maestra de primaria, reconoce que el reto más abrumador para ella es que a través de la computadora, celular o tableta no había certeza de que los menores entendían lo que les enseñaba y mucho menos si estaban atentos durante las horas de clase.

Dice que la educación primaria tiene de fábrica retos porque por las edades de los estudiantes es fácil que se distraigan: “En un inicio para nosotros, los docentes, la adaptación a las plataformas fue complicada, y cuando regresamos a las clases presenciales fue de nuevo otro proceso de adaptación de ambas partes”.

Tras la pandemia algunos estudiantes mostraron un retraso educativo. / Archivo Gude Servín | El Sol de Cuautla

Comparte que durante las clases en línea formó a alumnos muy diferentes a los que tenían antes de la pandemia, porque al cambiar su vida cotidiana los hábitos también se modificaron, y así como aprendieron cosas nuevas igualmente olvidaron algunas otras.

El humor y participación activa de los estudiantes también fueron otros factores que cambiaron, opina, ya que cuando llegó el momento de usar nuevamente el pizarrón y los materiales en el salón de clases, la mayoría de alumnos y alumnas estaba apática y con temor participar.

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Esta situación en específico, agrega la maestra, le abrumó porque ella quería recuperar el tiempo perdido y enseñarles lo más que se pudiera; sin embargo, sabía que no podía presionar, de ahí que la paciencia fue su mayor virtud.

“Busqué herramientas y actividades diferentes, pero de verdad que no volvió a ser lo mismo. Ahora ya veo un mejor camino porque ya estamos al 100 por ciento en presenciales y no hay nada como resolver dudas así y no tras una pantalla”.

Por otra parte, la maestra de preescolar, Yorleni Aurora Damián Nava, cuenta que para ella y sus alumnos fue todo un reto la virtualidad porque durante la temporada más crítica de la pandemia ella trabajaba en una zona de bajos recursos, en Tres Marías, y por eso algunos alumnos no tomaron las clases, debido a que en sus casas no había acceso a internet y mucho menos los dispositivos tecnológicos.

Archivo Gude Servín | El Sol de Cuautla

“(El regreso a clases) fue de manera muy pausada. Se dividió a los grupos en dos para que fueran dos veces a la semana siguiendo aún los protocolos de seguridad, muchos papás no mandaban a sus hijos y perdieron el ciclo escolar, había muchas dudas y temor aún”, detalla.

Agrega que los niños regresaron más intolerantes porque no estaban acostumbrados a convivir con otros menores, además de que la mayoría era introvertida.

Explica que otro de los cambios que notó fue que para hacer la tarea había menos compromiso e interés en los niños y se desarrolló falta de atención y corresponsabilidad por parte de los padres.

Hacia la adaptabilidad

La psicóloga Mariel Elizalde Coro considera que lo mejor que pueden hacer los padres de familia es darles ánimos a sus hijos, involucrarse en las tareas y tener paciencia; en caso de detectar que a los menores se les dificulta más de lo normal se recomienda llevarlos con un psicólogo educativo para que traten la falta de comprensión o concentración que tengan.

Sostiene que los maestros, desde su área de trabajo, no deben presionar a los niños porque les causarán estrés y ansiedad: “Tienen que comprender que lo que vivieron es nuevo y las emociones navegan con libertad, se debe fomentar la expresión de éstas y conducirlas hacia actividades recreativas”.

Puntualiza que la escuela debe ser un lugar igual de seguro que casa, por lo cual la comunicación entre alumno y maestro es indispensable para el aprendizaje y la sana convivencia.

Será difícil la recuperación: Itzel Carmona

Agustín Espinoza | El Sol de Cuernavaca

No nos vamos a poder recuperar porque el daño es muy serio, pero estamos trabajando en poder hacerlo. Y todo lo que no pudimos hacer el ciclo escolar que termina estamos considerando aplicarlo en el siguiente, sin saturar a los muchachos”, opinó Itzel Carmona Gándara, presidenta de la Asociación de Instituciones y Escuelas Superiores Privadas del Estado de Morelos (AIESPEM).

Sostuvo que durante la pandemia lograron entrar a los hogares de los estudiantes a través de medios remotos, lo cual empujó a los maestros a volverse especialistas en detección de circunstancias psicoemocionales para poder atenderlos.

Relaciones fracturadas

Sin embargo, tras el regreso a clases presenciales se dieron cuenta inmediatamente que había circunstancias que disminuyeron la capacidad de convivencia entre alumnos y profesores. Explicó, por ejemplo, que algunos estudiantes rehuían al contacto social:

“Era un tema de voluntad, entonces nos tardamos todo el ciclo escolar, en la mayoría de los colegios particulares, realizando actividades en exteriores, privilegiando el trabajo en equipo para (lograr) la convivencia, sobre todo entre los que salen de tercero de preparatoria”.

Sostuvo que precisamente esta generación de preparatoria que se gradúa es realmente complicada, ya que iniciaron el nivel educativo con clases en línea y así estuvieron prácticamente los dos primeros años, incluso algunos lo concluyeron de forma híbrida o 100 por ciento de forma presencial.

Búsqueda de soluciones

Una vez que se regresó a las aulas, explicó Carmona Gándara, optaron por privilegiar otras acciones o actividades por encima de lo académico:

“Tuvimos que hacer recuperación de objetivos de aprendizaje porque sí hubo pérdidas, nos atrasamos el equivalente a tres años de formación”, detalló.

Sin dar prioridad al conocimiento adquirido, agregó, lograron recuperar objetivos, por el ejemplo en matemáticas se enfocaron en operaciones básicas por encima de ecuaciones de segundo grado.

José Arturo Guerrero Piedrola, docente de secundaria, refirió que al regresar a las clases presenciales el reto mayor fue la adaptación y la empatía hacia los estudiantes y la socialización entre ellos.


Con información de Jessica Arellano y Valeria Díaz


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Una vez que se declaró la emergencia sanitaria por Covid-19, las clases presenciales se trasladaron a la virtualidad como una medida para mitigar la expansión del virus.

Así, la pandemia vino a cambiar el aprendizaje clásico, volcándolo hacia la era digital: “No podemos decir que las clases virtuales son malas, no todo fue malo; al contrario, aprendimos mucho de ello”, opina Luis Rey Vera Yáñez, director de la primaria Plan de Ayala, en Cuautla.

Sigue leyendo: Fracasan clases virtuales en los Altos de Morelos

“Definitivamente la pandemia por Covid-19 vino a mover toda una organización. Dos años fue mucho tiempo, pero se buscaron estrategias para seguir enseñando a nuestros alumnos”, agrega.

Sin embargo, las clases a distancia hicieron que se perdiera la convivencia diaria con los compañeros y maestros, que no existiera un vínculo personal porque no era lo mismo estar frente a frente que detrás de una pantalla.

Alumnos de primaria realizan actividades físicas. / Archivo Gude Servín | El Sol de Cuautla

“En una escuela se crean vínculos especiales entre maestros y alumnos, y ese vínculo, ese apego, se tiene más cuando se está de manera presencial”.

Las clases virtuales no solo hicieron que se perdieran las relaciones interpersonales, socioafectivas y emocionales, sino que también hubo cambios en la parte deportiva, pues el hecho de que los estudiantes estuvieran en casa de forma pasiva e inerte afectó su rendimiento físico e incluso incrementó el número de niños y niñas con sobrepeso y obesidad.

La importancia de socializar

“La pandemia ha cambiado nuestras relaciones interpersonales al limitar los encuentros físicos y promover más la comunicación a través de la tecnología, como videollamadas y mensajes. La tecnología permite mantenernos conectados, pero también puede generar cierta distancia emocional; se limita la utilización del lenguaje oral y corporal de los alumnos”, considera al respecto la maestra de preescolar Elda Rosa Quiroz.

Señala que es visible en los alumnos falta de interés en actividades, aburrimiento o fatiga. Por su parte, Ángeles Albarrán Herrera, docente de Educación Física, refiere que tras la pandemia y las clases a distancia los niños perdieron un contexto de aprendizaje importante y básico, donde se forma la identidad con hábitos, valores y en el cual la socialización con sus pares, en nuevos contextos visuales, auditivos y emocionales, influye directa e indirectamente en su formación psicosocial que posteriormente se va a proyectar en su desenvolvimiento en comunidad.

“Los niños presentan diferentes comportamientos que no les permiten integrarse de manera sana a su entorno. Veo niños más inseguros y violentos porque no saben lidiar con la frustración; niños con baja autoestima y con una necesidad de aprobación para todo lo que realizan, además de que su nivel de autonomía es menor al que deberían tener”.

Puntualiza que la tecnología tomó el papel de “primer cuidador porque los niños tuvieron que acceder a un dispositivo con muy poco acompañamiento para que se le diera el uso educativo (correcto); mucho de esto también por los tiempos de trabajo de los padres o el poco manejo de los dispositivos por parte de los adultos a cargo del niño”.

En ese sentido, algunos docentes han hecho del juego el medio de rescate para la interacción social de los menores: “Es como volver a reeducar la parte de integración a un medio donde hay reglas, límites y organización; factores que no tenían durante las clases en línea".

Volver a empezar

Emmanuel Pérez, docente de nivel medio superior, señala que cuando se encontraban en confinamiento muchos estudiantes no se conectaban constantemente a las clases, por lo que cuando regresaron a las aulas les costó trabajo acoplarse.

Destaca que fue difícil regularizarlos porque traían un rezago educativo de dos años y, aunado a eso, presentaban comportamientos de mala conducta.

Archivo Gude Servín | El Sol de Cuautla

“La falta de adaptación fue para esos jóvenes que en su momento tuvieron alguna precariedad, como el internet o una computadora, en sus casas, pues no pudieron entregar trabajos en Word”.

Sostiene que hubo estudiantes que por cuenta propia se pusieron al corriente, mientras que otros desistieron y eso se reflejó en sus calificaciones reprobatorias.

“Los maestros detectamos que existe una brecha digital y una económica entre alumnos que tienen en casa acceso a internet y quienes no", de ahí que algunos no sepan manejar herramientas digitales.

Hubo retos para todos

Brenda García, maestra de primaria, reconoce que el reto más abrumador para ella es que a través de la computadora, celular o tableta no había certeza de que los menores entendían lo que les enseñaba y mucho menos si estaban atentos durante las horas de clase.

Dice que la educación primaria tiene de fábrica retos porque por las edades de los estudiantes es fácil que se distraigan: “En un inicio para nosotros, los docentes, la adaptación a las plataformas fue complicada, y cuando regresamos a las clases presenciales fue de nuevo otro proceso de adaptación de ambas partes”.

Tras la pandemia algunos estudiantes mostraron un retraso educativo. / Archivo Gude Servín | El Sol de Cuautla

Comparte que durante las clases en línea formó a alumnos muy diferentes a los que tenían antes de la pandemia, porque al cambiar su vida cotidiana los hábitos también se modificaron, y así como aprendieron cosas nuevas igualmente olvidaron algunas otras.

El humor y participación activa de los estudiantes también fueron otros factores que cambiaron, opina, ya que cuando llegó el momento de usar nuevamente el pizarrón y los materiales en el salón de clases, la mayoría de alumnos y alumnas estaba apática y con temor participar.

➡️ ¿Ya recibes las noticias en WhatsApp? ¡ES GRATIS!

Esta situación en específico, agrega la maestra, le abrumó porque ella quería recuperar el tiempo perdido y enseñarles lo más que se pudiera; sin embargo, sabía que no podía presionar, de ahí que la paciencia fue su mayor virtud.

“Busqué herramientas y actividades diferentes, pero de verdad que no volvió a ser lo mismo. Ahora ya veo un mejor camino porque ya estamos al 100 por ciento en presenciales y no hay nada como resolver dudas así y no tras una pantalla”.

Por otra parte, la maestra de preescolar, Yorleni Aurora Damián Nava, cuenta que para ella y sus alumnos fue todo un reto la virtualidad porque durante la temporada más crítica de la pandemia ella trabajaba en una zona de bajos recursos, en Tres Marías, y por eso algunos alumnos no tomaron las clases, debido a que en sus casas no había acceso a internet y mucho menos los dispositivos tecnológicos.

Archivo Gude Servín | El Sol de Cuautla

“(El regreso a clases) fue de manera muy pausada. Se dividió a los grupos en dos para que fueran dos veces a la semana siguiendo aún los protocolos de seguridad, muchos papás no mandaban a sus hijos y perdieron el ciclo escolar, había muchas dudas y temor aún”, detalla.

Agrega que los niños regresaron más intolerantes porque no estaban acostumbrados a convivir con otros menores, además de que la mayoría era introvertida.

Explica que otro de los cambios que notó fue que para hacer la tarea había menos compromiso e interés en los niños y se desarrolló falta de atención y corresponsabilidad por parte de los padres.

Hacia la adaptabilidad

La psicóloga Mariel Elizalde Coro considera que lo mejor que pueden hacer los padres de familia es darles ánimos a sus hijos, involucrarse en las tareas y tener paciencia; en caso de detectar que a los menores se les dificulta más de lo normal se recomienda llevarlos con un psicólogo educativo para que traten la falta de comprensión o concentración que tengan.

Sostiene que los maestros, desde su área de trabajo, no deben presionar a los niños porque les causarán estrés y ansiedad: “Tienen que comprender que lo que vivieron es nuevo y las emociones navegan con libertad, se debe fomentar la expresión de éstas y conducirlas hacia actividades recreativas”.

Puntualiza que la escuela debe ser un lugar igual de seguro que casa, por lo cual la comunicación entre alumno y maestro es indispensable para el aprendizaje y la sana convivencia.

Será difícil la recuperación: Itzel Carmona

Agustín Espinoza | El Sol de Cuernavaca

No nos vamos a poder recuperar porque el daño es muy serio, pero estamos trabajando en poder hacerlo. Y todo lo que no pudimos hacer el ciclo escolar que termina estamos considerando aplicarlo en el siguiente, sin saturar a los muchachos”, opinó Itzel Carmona Gándara, presidenta de la Asociación de Instituciones y Escuelas Superiores Privadas del Estado de Morelos (AIESPEM).

Sostuvo que durante la pandemia lograron entrar a los hogares de los estudiantes a través de medios remotos, lo cual empujó a los maestros a volverse especialistas en detección de circunstancias psicoemocionales para poder atenderlos.

Relaciones fracturadas

Sin embargo, tras el regreso a clases presenciales se dieron cuenta inmediatamente que había circunstancias que disminuyeron la capacidad de convivencia entre alumnos y profesores. Explicó, por ejemplo, que algunos estudiantes rehuían al contacto social:

“Era un tema de voluntad, entonces nos tardamos todo el ciclo escolar, en la mayoría de los colegios particulares, realizando actividades en exteriores, privilegiando el trabajo en equipo para (lograr) la convivencia, sobre todo entre los que salen de tercero de preparatoria”.

Sostuvo que precisamente esta generación de preparatoria que se gradúa es realmente complicada, ya que iniciaron el nivel educativo con clases en línea y así estuvieron prácticamente los dos primeros años, incluso algunos lo concluyeron de forma híbrida o 100 por ciento de forma presencial.

Búsqueda de soluciones

Una vez que se regresó a las aulas, explicó Carmona Gándara, optaron por privilegiar otras acciones o actividades por encima de lo académico:

“Tuvimos que hacer recuperación de objetivos de aprendizaje porque sí hubo pérdidas, nos atrasamos el equivalente a tres años de formación”, detalló.

Sin dar prioridad al conocimiento adquirido, agregó, lograron recuperar objetivos, por el ejemplo en matemáticas se enfocaron en operaciones básicas por encima de ecuaciones de segundo grado.

José Arturo Guerrero Piedrola, docente de secundaria, refirió que al regresar a las clases presenciales el reto mayor fue la adaptación y la empatía hacia los estudiantes y la socialización entre ellos.


Con información de Jessica Arellano y Valeria Díaz


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