/ lunes 12 de diciembre de 2022

[Extranjeros en Morelos] El ocaso de un narco que se refugió en Morelos

En 2010, el periodista Malcolm Beith publicó el libro El último narco y con relación al estado leemos los siguientes fragmentos

Británico/estadunidense, el periodista Malcolm Beith (1975) ha tenido una larga carrera en diarios y revistas y numerosas entrevistas y conferencias sobre el tema de la guerra contra el narcotráfico. En 2010 publicó el libro El último narco. Con relación al estado de Morelos leemos los siguientes fragmentos:

“El alto comandante de la Policía Federal Edgar Millán Gómez llegó tarde a su casa el 8 de mayo de 2008. Había estado trabajando con su equipo para atrapar a Marcos Arturo Beltrán Leyva, alias El Barbas, con datos confia­bles de inteligencia que situaban al narco sinaloense cerca de Cuernavaca. Llegaron y lo acorralaron. Pero el grupo de guardaespaldas de Beltrán Leyva (algunos exmilitares) se las arreglaron para superar la capacidad de fuego de la policía y se escaparon”.

“Marcos Arturo y El Mochomo se habían reunido en Cuernavaca con miembros elevados de Los Zetas. Acordaron formar una organización con el fin de llenar el vacío de poder en el país. No irían necesariamente tras los principales baluartes, como Sinaloa o el Golfo de México, sino que buscarían el control de estados del sur como Guerrero (donde los Beltrán Leyva ya tenían intereses), Oaxaca, Yucatán y Quintana Roo. También se abrirían paso en el centro del país, donde ningún grupo tenía afianzado el control. En la reunión de Cuernavaca también decidieron disol­ver La Federación”.

“El 11 de diciembre de 2009 las agencias federales recibieron una valiosa migaja de información: Marcos Arturo Beltrán Leyva iba a asistir a una fiesta en Ahuatepec, en Morelos. Un equipo de marinos mexicanos tomó el sitio por asalto, pero llega­ron demasiado tarde para atrapar al Barbas. Arrestaron a docenas de personas, incluyendo al cantante Ramón Ayala y a su grupo, los Bravos del Norte”.

“La DEA siguió proporcionándoles información, y los marinos no se apartaron de su rastro. Seis días después, en la tarde del 17 de diciembre, 200 marinos hicieron una redada en un barrio residencial en Cuernavaca. Acordonaron partes de la ciudad y rápidamente se diri­gieron a un bloque de lujosos departamentos de alto nivel. Los helicópteros sobrevolaban la zona; con discreción, los marinos llevaron a los residentes del edificio escaleras abajo, al gimnasio. Se dirigieron a un departamento en particular. Se organizó un tiroteo. Las balas zumbaban; se lanzaron granadas. Adentro, cinco narcos habían recibido disparos y estaban muertos; uno saltó hacia su muerte. Adentro del departamento, en el suelo, yacía El Barbas. El rival más grande del Chapo estaba muerto”.

“A pocas horas de su muerte, ya se habían escrito ocho narco-corridos y se habían subido a Internet. En Nogales, Sonora —territorio del Chapo—, la gente de la localidad disparó sus armas al aire para celebrar. ‘Una bala perdida hirió a una niña pequeña, pero se trataba de celebrar’, dijo un testigo. ‘Es una posada’”.

“El Barbas había sufrido de manera póstuma la narco-humillación final. Le habían bajado parcialmente los pantalones para exhibir su ropa interior; su panza y su pecho estaban cubiertos de signos de pesos y dólares. Todos los que habían estado implicados en el asalto negaron haber manipulado el cadáver; se trajo a un equipo de especialistas forenses para que investigaran”.

“Inmediatamente después de la incursión en que resultó muerto El Barbas, cuatro parientes de uno de los marinos que habían tomado parte en ella fueron asesinados”.

El periodista estadounidense aporta interesante y variada información: contrabando de drogas oculto en muñecas y otros juguetes, en estatuas de la Virgen María, en tiburones muertos, en el pañal del bebé de una madre traficante, atado a las piernas de dos niños de 11 y 13 años; en fin, una estatua de Jesús elaborada íntegramente con pasta de cocaína.

Británico/estadunidense, el periodista Malcolm Beith (1975) ha tenido una larga carrera en diarios y revistas y numerosas entrevistas y conferencias sobre el tema de la guerra contra el narcotráfico. En 2010 publicó el libro El último narco. Con relación al estado de Morelos leemos los siguientes fragmentos:

“El alto comandante de la Policía Federal Edgar Millán Gómez llegó tarde a su casa el 8 de mayo de 2008. Había estado trabajando con su equipo para atrapar a Marcos Arturo Beltrán Leyva, alias El Barbas, con datos confia­bles de inteligencia que situaban al narco sinaloense cerca de Cuernavaca. Llegaron y lo acorralaron. Pero el grupo de guardaespaldas de Beltrán Leyva (algunos exmilitares) se las arreglaron para superar la capacidad de fuego de la policía y se escaparon”.

“Marcos Arturo y El Mochomo se habían reunido en Cuernavaca con miembros elevados de Los Zetas. Acordaron formar una organización con el fin de llenar el vacío de poder en el país. No irían necesariamente tras los principales baluartes, como Sinaloa o el Golfo de México, sino que buscarían el control de estados del sur como Guerrero (donde los Beltrán Leyva ya tenían intereses), Oaxaca, Yucatán y Quintana Roo. También se abrirían paso en el centro del país, donde ningún grupo tenía afianzado el control. En la reunión de Cuernavaca también decidieron disol­ver La Federación”.

“El 11 de diciembre de 2009 las agencias federales recibieron una valiosa migaja de información: Marcos Arturo Beltrán Leyva iba a asistir a una fiesta en Ahuatepec, en Morelos. Un equipo de marinos mexicanos tomó el sitio por asalto, pero llega­ron demasiado tarde para atrapar al Barbas. Arrestaron a docenas de personas, incluyendo al cantante Ramón Ayala y a su grupo, los Bravos del Norte”.

“La DEA siguió proporcionándoles información, y los marinos no se apartaron de su rastro. Seis días después, en la tarde del 17 de diciembre, 200 marinos hicieron una redada en un barrio residencial en Cuernavaca. Acordonaron partes de la ciudad y rápidamente se diri­gieron a un bloque de lujosos departamentos de alto nivel. Los helicópteros sobrevolaban la zona; con discreción, los marinos llevaron a los residentes del edificio escaleras abajo, al gimnasio. Se dirigieron a un departamento en particular. Se organizó un tiroteo. Las balas zumbaban; se lanzaron granadas. Adentro, cinco narcos habían recibido disparos y estaban muertos; uno saltó hacia su muerte. Adentro del departamento, en el suelo, yacía El Barbas. El rival más grande del Chapo estaba muerto”.

“A pocas horas de su muerte, ya se habían escrito ocho narco-corridos y se habían subido a Internet. En Nogales, Sonora —territorio del Chapo—, la gente de la localidad disparó sus armas al aire para celebrar. ‘Una bala perdida hirió a una niña pequeña, pero se trataba de celebrar’, dijo un testigo. ‘Es una posada’”.

“El Barbas había sufrido de manera póstuma la narco-humillación final. Le habían bajado parcialmente los pantalones para exhibir su ropa interior; su panza y su pecho estaban cubiertos de signos de pesos y dólares. Todos los que habían estado implicados en el asalto negaron haber manipulado el cadáver; se trajo a un equipo de especialistas forenses para que investigaran”.

“Inmediatamente después de la incursión en que resultó muerto El Barbas, cuatro parientes de uno de los marinos que habían tomado parte en ella fueron asesinados”.

El periodista estadounidense aporta interesante y variada información: contrabando de drogas oculto en muñecas y otros juguetes, en estatuas de la Virgen María, en tiburones muertos, en el pañal del bebé de una madre traficante, atado a las piernas de dos niños de 11 y 13 años; en fin, una estatua de Jesús elaborada íntegramente con pasta de cocaína.

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