/ martes 5 de febrero de 2019

"La rebelión de las mansas"

Anilú Elías enfatiza con total racionalidad y objetividad cómo las religiones y las tradiciones han contemplado al mundo femenino desde sus diferentes ángulos


Hay tres libros que hablan de rebeliones y que han dejado una profunda huella en el pensamiento de los lectores ávidos: “La rebelión de las masas” de José Ortega Gasset, filósofo y ensayista español; “La rebelión de la granja” de George Orwell, escritor y periodista británico y “La rebelión de las mansas” de Anilú Elías, periodista, catedrática, publicista, y activista femenina mexicana en pro de los derechos reproductivos de las mujeres.

De alguna u otra manera estos tres libros están íntimamente ligados al análisis profundo del pensamiento humano irracional y sus atrocidades. Aunque el libro de George Orwell lo representa a modo de fábula, no ha dejado de ser premonitorio al igual que su otro libro 1984 con su gran visión de lo que ahora vemos en la televisión como divertimento del “Big Brother”. En estos libros encontramos consideraciones necesarias, de hecho, imperativas, que nos ayudarían a reflexionar este mundo que ya resulta incomprensible. De alguna u otra manera, estos libros nos hablan del resultado de una sobre población desordenada y su pensamiento individualista, la ignorancia, la corrupción, el delirio del poder y, en el caso particular del libro de Anilú, del enorme legado de la desigualdad en el que nos han obligado a vivir a las mujeres a partir de muchos de estos factores y a través de la historia.

No son obra de la casualidad ninguna de las palabras acomodadas en este libro con un orden impecable pero implacable. Anilú enfatiza con total racionalidad y objetividad cómo las religiones y las tradiciones han contemplado al mundo femenino desde sus diferentes ángulos y cómo han sido, en mucho, el resultado de la opresión, la subordinación y la discriminación a través de todos los tiempos. Es un libro muy fácil de leer, pero, como le dijeron algún día al maestro Eduardo Galiano: “que difícil ha de ser escribir un libro tan sencillo de leer”, pero, este en particular, difícil de analizar y de digerir. Es un libro feminista necesario, aunque muchas mujeres digan que no son feministas porque este término hoy día ha sido incomprendido y desgastado robándole el verdadero sentido de su existencia. Es un libro que conoce perfectamente la literatura femenina del mundo occidental pero con una visión muy mexicana, sin censura, que nos ayuda a descifrar con claridad el mundo que nos rodea y aterriza muchas de nuestras inquietudes, amplía nuestros conocimientos para enfrentar, como lo dice en su libro, las consecuencias que la actual rebeldía de la Mujer está trayendo a la humanidad.

De los feminismos existentes, el de Anilú gusta mucho porque todo lo escabroso lo enfrenta con elegante diplomacia, pero con desafío contundente. Sus palabras son objetivas, punzantes pero a la vez, muy versadas; sus críticas, siempre propositivas. Ella sabe, a cabalidad, que el estado patriarcal está personificado también en muchas mujeres y eso es importante reflexionarlo y dejar de pensar que sólo existe la imagen impoluta de las madres en México y en el mundo entero.

En el libro de la doctora Gabriela Cano: “Se llamaba Elena Arizmendi”, escribe que en el año 1924, es decir, hace ciene años, la sufragista Carrie Chapman Catt, un año después del Primer Congreso Femnista Panamericano y haber regresado a su país de una gira de trabajo por seis países sudamericanos, llegó a la conclusión de que no había posibilidades de extender el sufragismo hacia América Latina, debido al atraso en que vivían las mujeres de la región. A su juicio, la influencia de la Iglesia católlica, la legislación civil napoleónica y el elevado nivel de analfabetismo eran obstáculos infranqueables para alcanzar las metas igualitarias del feminismo.

Es espeluznante saber que en el sexenio pasado, solo en este país, hubieron más de tres mil niñas desaparecidas y sin embargo, no se ve la misma indignación en las calles, como tampoco aparece la indignación que causa saber de la pederastia y los sacerdotes involucrados. Está comenzando el año y ya tenemos nuevos nombres en la estadística, porque en eso se han quedado hasta ahora. En mera estadística. Como seres humanos, como especie, necesitamos defender nuestros derechos femeninos para que no hayan más niñas y mujeres violentadas y asesinadas. Tenemos que formar una nueva visión de sociedad que la modernidad nos exige y que las legisladoras y legisladores hagan algo para que los crímenes de género no sigan considerando crímenes menores.

El derecho al voto lo ganaron las mujeres, así como muchos otros derechos de los cuales gozamos hoy en día. Por eso lastima tanto escuchar a mujeres decir que no son feministas cuando todas hemos sido beneficiadas gracias a las feministas que nos anteceden. Es escalofriante escuchar que el feminismo está alterando el “estado natural” del mundo, cuando precisamente estamos descubriendo que ese estado no es tan “natural” como hemos pensado o más bien dicho, como se nos ha hecho creer hasta ahora. Enoja pensar que hay gente que se atreve a pensar que el feminismo es una cacería de brujas (término femenino), en contra de los hombres. Lastima profundamente escuchar a mujeres defendiendo el sistema patriarcal, pero lastima, aún más, ver a mujeres replicando este mismo sistema.

Contrariamente a lo que dice Ortega Gasset, es necesario pensar que sí hay gente que quiere aprender cosas nuevas y no solo acercarse a lo nuevo para sentenciarlo cuando no coincide con su pensamiento. El decía: “El alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone donde quiera “ser diferente es, indecente”, la masa arrolla todo lo diferente. Quien no sea como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado”.

–Y usted, señor (le preguntó Anilú un día en una entrevista a Octavio Paz), ¿qué opina del movimiento de las mujeres? –Sin titubear, Paz le respondió: –Opino que ustedes están haciendo una guerra nuclear. Están atacando al poder en el núcleo. Comparadas con su movimiento, todas las demás revoluciones de la Humanidad quedan como meros epifenómenos. Y ustedes, están preparadas para la contrarrevolución?.


Hay tres libros que hablan de rebeliones y que han dejado una profunda huella en el pensamiento de los lectores ávidos: “La rebelión de las masas” de José Ortega Gasset, filósofo y ensayista español; “La rebelión de la granja” de George Orwell, escritor y periodista británico y “La rebelión de las mansas” de Anilú Elías, periodista, catedrática, publicista, y activista femenina mexicana en pro de los derechos reproductivos de las mujeres.

De alguna u otra manera estos tres libros están íntimamente ligados al análisis profundo del pensamiento humano irracional y sus atrocidades. Aunque el libro de George Orwell lo representa a modo de fábula, no ha dejado de ser premonitorio al igual que su otro libro 1984 con su gran visión de lo que ahora vemos en la televisión como divertimento del “Big Brother”. En estos libros encontramos consideraciones necesarias, de hecho, imperativas, que nos ayudarían a reflexionar este mundo que ya resulta incomprensible. De alguna u otra manera, estos libros nos hablan del resultado de una sobre población desordenada y su pensamiento individualista, la ignorancia, la corrupción, el delirio del poder y, en el caso particular del libro de Anilú, del enorme legado de la desigualdad en el que nos han obligado a vivir a las mujeres a partir de muchos de estos factores y a través de la historia.

No son obra de la casualidad ninguna de las palabras acomodadas en este libro con un orden impecable pero implacable. Anilú enfatiza con total racionalidad y objetividad cómo las religiones y las tradiciones han contemplado al mundo femenino desde sus diferentes ángulos y cómo han sido, en mucho, el resultado de la opresión, la subordinación y la discriminación a través de todos los tiempos. Es un libro muy fácil de leer, pero, como le dijeron algún día al maestro Eduardo Galiano: “que difícil ha de ser escribir un libro tan sencillo de leer”, pero, este en particular, difícil de analizar y de digerir. Es un libro feminista necesario, aunque muchas mujeres digan que no son feministas porque este término hoy día ha sido incomprendido y desgastado robándole el verdadero sentido de su existencia. Es un libro que conoce perfectamente la literatura femenina del mundo occidental pero con una visión muy mexicana, sin censura, que nos ayuda a descifrar con claridad el mundo que nos rodea y aterriza muchas de nuestras inquietudes, amplía nuestros conocimientos para enfrentar, como lo dice en su libro, las consecuencias que la actual rebeldía de la Mujer está trayendo a la humanidad.

De los feminismos existentes, el de Anilú gusta mucho porque todo lo escabroso lo enfrenta con elegante diplomacia, pero con desafío contundente. Sus palabras son objetivas, punzantes pero a la vez, muy versadas; sus críticas, siempre propositivas. Ella sabe, a cabalidad, que el estado patriarcal está personificado también en muchas mujeres y eso es importante reflexionarlo y dejar de pensar que sólo existe la imagen impoluta de las madres en México y en el mundo entero.

En el libro de la doctora Gabriela Cano: “Se llamaba Elena Arizmendi”, escribe que en el año 1924, es decir, hace ciene años, la sufragista Carrie Chapman Catt, un año después del Primer Congreso Femnista Panamericano y haber regresado a su país de una gira de trabajo por seis países sudamericanos, llegó a la conclusión de que no había posibilidades de extender el sufragismo hacia América Latina, debido al atraso en que vivían las mujeres de la región. A su juicio, la influencia de la Iglesia católlica, la legislación civil napoleónica y el elevado nivel de analfabetismo eran obstáculos infranqueables para alcanzar las metas igualitarias del feminismo.

Es espeluznante saber que en el sexenio pasado, solo en este país, hubieron más de tres mil niñas desaparecidas y sin embargo, no se ve la misma indignación en las calles, como tampoco aparece la indignación que causa saber de la pederastia y los sacerdotes involucrados. Está comenzando el año y ya tenemos nuevos nombres en la estadística, porque en eso se han quedado hasta ahora. En mera estadística. Como seres humanos, como especie, necesitamos defender nuestros derechos femeninos para que no hayan más niñas y mujeres violentadas y asesinadas. Tenemos que formar una nueva visión de sociedad que la modernidad nos exige y que las legisladoras y legisladores hagan algo para que los crímenes de género no sigan considerando crímenes menores.

El derecho al voto lo ganaron las mujeres, así como muchos otros derechos de los cuales gozamos hoy en día. Por eso lastima tanto escuchar a mujeres decir que no son feministas cuando todas hemos sido beneficiadas gracias a las feministas que nos anteceden. Es escalofriante escuchar que el feminismo está alterando el “estado natural” del mundo, cuando precisamente estamos descubriendo que ese estado no es tan “natural” como hemos pensado o más bien dicho, como se nos ha hecho creer hasta ahora. Enoja pensar que hay gente que se atreve a pensar que el feminismo es una cacería de brujas (término femenino), en contra de los hombres. Lastima profundamente escuchar a mujeres defendiendo el sistema patriarcal, pero lastima, aún más, ver a mujeres replicando este mismo sistema.

Contrariamente a lo que dice Ortega Gasset, es necesario pensar que sí hay gente que quiere aprender cosas nuevas y no solo acercarse a lo nuevo para sentenciarlo cuando no coincide con su pensamiento. El decía: “El alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone donde quiera “ser diferente es, indecente”, la masa arrolla todo lo diferente. Quien no sea como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado”.

–Y usted, señor (le preguntó Anilú un día en una entrevista a Octavio Paz), ¿qué opina del movimiento de las mujeres? –Sin titubear, Paz le respondió: –Opino que ustedes están haciendo una guerra nuclear. Están atacando al poder en el núcleo. Comparadas con su movimiento, todas las demás revoluciones de la Humanidad quedan como meros epifenómenos. Y ustedes, están preparadas para la contrarrevolución?.

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