/ jueves 17 de diciembre de 2020

El significado del cubrebocas

La revolución de los paraguas fue una serie de protestas durante el 2014 en Hong Kong para exigir un sistema democrático frente a reformas electorales y educativas.

Después de más de 150 años que Hong Kong perteneciera como colonia a Reino Unido, la corona británica, en 1997, cedió el territorio a China. Bajo el proyecto “un país, dos sistemas”, los dirigentes eran seleccionados desde el gobierno de Pekín para establecer el orden, mientras imposiciones educativas del Partido Comunista Chino buscaba adoctrinar a los más jóvenes con una ideología afín. El nombre de las movilizaciones hace referencia al uso que tuvieron los paraguas como escudo cuando una manifestación de estudiantes logró conglomerar más protestantes de lo previsto y el cuerpo policiaco intentó dispersarlos con gas lacrimógenos y gas pimienta.

Sin embargo, el uso del paraguas tuvo un significado más profundo que su mera funcionalidad de protección contra la lluvia y represiones. La revolución de los paraguas radicaba en la simpleza y necesidad con que se tomaba al objeto, en la facilidad de adquirirlo y su peso simbólico. Se podía entrar a un Seven Eleven para comprar una botella de agua, hacerse de uno y después presentarse en las manifestaciones. Convertía un objeto imperceptible y cotidiano en un símbolo político de resistencia. Abrirlo y salir a la calle, era una protesta. El paraguas no sólo era un paraguas.

Podemos hacer una retrospectiva sobre los objetos que han logrado cambiar tanto nuestra vida que su importancia no sólo radica en su función, también en el significado que simboliza. En algunas ocasiones, estos objetos pasan desapercibidos por su escasa utilidad fuera del campo en que normalmente se usan, en otras, como el caso del paraguas en las manifestaciones hongkonesas, su doble utilidad lo impregna de mayor significado en el inconsciente colectivo.

La mayor parte de nuestro año se ha cubierto bajo la necesidad del cubrebocas. Si antes de la pandemia alguien nos hubiera dicho que escasearían, o que en los establecimientos no permitirían la entrada sin tener uno puesto, no lo hubiéramos creído. Sin ir más lejos, hasta el día de hoy y a pesar de las distintas recomendaciones de instituciones de salud, muchas personas siguen sin concebir el uso del cubrebocas en su vida cotidiana.

Recientemente el debate parece encuadrarse en el sector de la población que no lo utiliza. Ya no se trata de qué tipo de cubrebocas es el más eficiente y, en gran medida, no se alberga mucha confianza en las autoridades para apaciguar los problemas; ahora, todos los ojos están puestos en las personas. La decisión de un individuo que opta seguir las recomendaciones no es la luz al final del túnel, pero es el comienzo para asegurar el fin.

Muchos siguen sin creer en el virus, otros tantos creen en él pero hacen caso omiso a las medidas. Incluso hay quienes prefieren normalizar los casos de contagio, o yendo más lejos, protestan contra las medidas y no lo utilizan como acto rebelde. La preocupación de las personas no sólo radica en quienes no usan los cubrebocas, sino en el razonamiento que los lleva a hacerlo.

Usar cubrebocas en nuestros días significa más que preocuparnos por nosotros mismos, es ser conscientes con los demás. Refleja solidaridad y empatía con las circunstancias que otros sufren; representa no aceptar una realidad como es, sino como se supone que debería ser. El cubrebocas ya no sólo es un cubrebocas. También es un acto resistencia.

La revolución de los paraguas fue una serie de protestas durante el 2014 en Hong Kong para exigir un sistema democrático frente a reformas electorales y educativas.

Después de más de 150 años que Hong Kong perteneciera como colonia a Reino Unido, la corona británica, en 1997, cedió el territorio a China. Bajo el proyecto “un país, dos sistemas”, los dirigentes eran seleccionados desde el gobierno de Pekín para establecer el orden, mientras imposiciones educativas del Partido Comunista Chino buscaba adoctrinar a los más jóvenes con una ideología afín. El nombre de las movilizaciones hace referencia al uso que tuvieron los paraguas como escudo cuando una manifestación de estudiantes logró conglomerar más protestantes de lo previsto y el cuerpo policiaco intentó dispersarlos con gas lacrimógenos y gas pimienta.

Sin embargo, el uso del paraguas tuvo un significado más profundo que su mera funcionalidad de protección contra la lluvia y represiones. La revolución de los paraguas radicaba en la simpleza y necesidad con que se tomaba al objeto, en la facilidad de adquirirlo y su peso simbólico. Se podía entrar a un Seven Eleven para comprar una botella de agua, hacerse de uno y después presentarse en las manifestaciones. Convertía un objeto imperceptible y cotidiano en un símbolo político de resistencia. Abrirlo y salir a la calle, era una protesta. El paraguas no sólo era un paraguas.

Podemos hacer una retrospectiva sobre los objetos que han logrado cambiar tanto nuestra vida que su importancia no sólo radica en su función, también en el significado que simboliza. En algunas ocasiones, estos objetos pasan desapercibidos por su escasa utilidad fuera del campo en que normalmente se usan, en otras, como el caso del paraguas en las manifestaciones hongkonesas, su doble utilidad lo impregna de mayor significado en el inconsciente colectivo.

La mayor parte de nuestro año se ha cubierto bajo la necesidad del cubrebocas. Si antes de la pandemia alguien nos hubiera dicho que escasearían, o que en los establecimientos no permitirían la entrada sin tener uno puesto, no lo hubiéramos creído. Sin ir más lejos, hasta el día de hoy y a pesar de las distintas recomendaciones de instituciones de salud, muchas personas siguen sin concebir el uso del cubrebocas en su vida cotidiana.

Recientemente el debate parece encuadrarse en el sector de la población que no lo utiliza. Ya no se trata de qué tipo de cubrebocas es el más eficiente y, en gran medida, no se alberga mucha confianza en las autoridades para apaciguar los problemas; ahora, todos los ojos están puestos en las personas. La decisión de un individuo que opta seguir las recomendaciones no es la luz al final del túnel, pero es el comienzo para asegurar el fin.

Muchos siguen sin creer en el virus, otros tantos creen en él pero hacen caso omiso a las medidas. Incluso hay quienes prefieren normalizar los casos de contagio, o yendo más lejos, protestan contra las medidas y no lo utilizan como acto rebelde. La preocupación de las personas no sólo radica en quienes no usan los cubrebocas, sino en el razonamiento que los lleva a hacerlo.

Usar cubrebocas en nuestros días significa más que preocuparnos por nosotros mismos, es ser conscientes con los demás. Refleja solidaridad y empatía con las circunstancias que otros sufren; representa no aceptar una realidad como es, sino como se supone que debería ser. El cubrebocas ya no sólo es un cubrebocas. También es un acto resistencia.

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