/ jueves 9 de julio de 2020

Alejandra Atala y Ricardo Garibay

Sororidad

Entre las estructuras arbóreas y de asfalto que ocultan las aulas de las diferentes universidades de Cuernavaca, surge una voz potente, categórica, pero de amable modulación; con una dicción inconfundible, pero despojada de cualquier señal de petulancia. Al contrario.

Ella es, Alejandra Atala, la misma que a sus 13 años, sin saberlo, escribía la metáfora de su propia vida en el cuaderno negro beteado de contador que había elegido para que la pasta dura protegiera las delicadas y primerizas letras de su infancia cuando todavía no sabía que la escritura podía también ser un oficio. Cuando la conocí, estaba en la UAEM coordinando el Programa de Cátedras en el auditorio de la Biblioteca que organizaba la Secretaría de Extensión y la dirección de Difusión Cultural. Ese día se llevaba a cabo la Cátedra Rosario Castellanos y me atreví a leer, tímidamente, un poema que yo había escrito a propósito de nuestra gran escritora mexicana. Me fui a casa feliz y plena, había cumplido mi cometido, además de llevarme la deliciosa retórica de Alejandra había dejado en mi pensamiento.

¡Por fin pudimos reunirnos! Había esperado tanto tiempo este momento...

El restaurante está semivacío. Las cosas son diferentes en estos tiempos por la espeluznante pandemia que envuelve a nuestro aterido mundo. Hemos sorteado todo tipo de protocolos de sana distancia para reunirnos aunque sea con nuestros tapabocas que opacan nuestros lentes cada vez que respiramos. Pedimos fruta, pan y café. Desde la portada de su paginario "Señor mío y Dios mío, Ricardo Garibay: la fiera inteligencia" que Alejandra pone en la mesa, Garibay nos observa sentado en la banca de madera adornada con dos magníficos medallones. Su inconfundible sombra robusta está expectante. Él se sabe el gran maestro del lenguaje por el "orden casi perfecto de las palabras". Exhala el humo de su cigarrillo, tiene la pierna cruzada, disfrutando de su personalidad aguerrida, violenta e intolerante; su mirada sigue siendo penetrante y voluntariosa al igual que su indómito sarcasmo. El humo de su cigarro se apodera de nuestra escena.

–Bien Alejandra, bien –le dice Garibay con el pecho henchido cuando escucha a Alejandra deleitarme con la historia de este libro, de otros libros, de su poesía y de todos sus logros esta mañana fresca cuando ha dejado de llover. Quién dijera, acaso, que esa niña se convertiría en la vasta escritora y poeta que abriría, no solamente las puertas sobre el mar como decía Rafael Alberti, sino también las puertas del cielo de par en par, acompañando a su mentor en los días de su evanescencia, tomando su mano con tortuosa delicadeza por la insoslayable tristeza que la envolvía.

Esta historia me resulta como en el mágico cuento de Oscar Wilde. Es la "Estrellita" de 13 años y ojos arabescos que entra al jardín prohibido de los libros de aquel ogro que ella supo escuchar, aguantar y comprender durante 17 años. La adolescente que a sus 13 años subía exultante las escaleras que la conducían al paraíso de la erudición. La que tomaba su banquito de mimbre y se sentaba muy derechita para escuchar con embeleso la ínclita sapiencia que emanaba de los labios de su mentor de 57 años. Su naturaleza amable, pero férrea, le permitió persuadir, desde pequeña, al hombre de la infancia escabrosa que le dejó imborrable huella en el alma. El hombre que siempre se debatió entre su deber ser y el ímpetu de la carne. El hombre que la enseñó a oír y oyendo... aprendió todo de él. El maestro que la moldeó conforme a su literatura, conforme a sus libros. Ningún otro. El hombre que le enseñara a estremecerse con los poemas más hermosos, hasta que un día ella tomó su propio camino para continuar sus letras y se alejó de la tutela del que se había convertido también en su suegro, aunque a él no le gustara el apelativo.

Alejandra es una mujer de fe y sus letras, en determinado momento, dieron un giro de 180 grados llevándola a la cercanía y revelación de dos mujeres "amantes espirituales" en razón de que participa el cuerpo y el alma en sus relaciones que cambiaron al mundo. Un linaje que la ha llamado y acompañado desde hace muchos años. Entre poema y poema que acariciaban sus hojas de papel abrazando también el pensamiento de María Zambrano, entre muchas y muchos otros más, Alejandra encontró la respuestas de las cosas, de lo divino y así lo plasmó en sus libros.

En el "Reposo en el silencio", por ejemplo, escribió XXXIV magníficos cantos que recrean los momentos de María Magdalena durante la agonía y la muerte de Jesús. "Ella ahí, la tersa piel desnuda; las rodillas hincadas sobre el áspero tapiz del suelo; el cabello como el atardecer en el mar de Galilea, ondulante preludio a la tragedia de su espalda lacerada en estrías verticales". María Magdalena, una de las mujeres más polémicas del mundo judeocristiano, de quien se ha escrito tanto y tan poco a la vez, principalmente por mujeres. "¿Quién podía ser esta mujer que rebasaba toda mortal posibilidad de admiración, quién el hombre a su lado, apenas visible, en la misma postura que ella, acompañándola?". No es difícil imaginarse a Alejandra postrada ante sus profundas reflexiones convirtiéndolas en letras, en palabras, en poesía. "Llevo varios días buscándote, buscando la salvación" escribe Alejandra desde el estremecimiento de su cuerpo, desde las burbujas de su propia luz, rezando esos nuevos rezos que acallan los clamores de un averno. "Entró una noche / Se quitó las sandalias / no lavó sus pies / e hizo a un lado / los velos del dosel./ Magdalena dormía / el sueño del Eterno,/ sueño que, como todo sueño, / le fue regalado..."

En el libro "Del delirio al amor", nos encontramos con la doctora de la iglesia y fundadora de más de 17 conventos; política, consejera y humilde escritora de más de cinco mil páginas; ama y señora de ríos de tinta que han recorrido el mundo alrededor de su obra. Como prócer que cabalga entre palacios y castillos junto a las letras del Siglo de Oro, Alejandra nos abre paso hasta llegar a la pequeña ventana del locutorio de Santa Teresa de Ávila para leerla en todo su esplendor en medio de sus visiones y sus experiencias místicas de Dios. "Vuestra soy / para Vos nací, /¿qué mandáis hacer de mí? /Soberana Majestad, / eterna sabiduría, / bondad buena al alma mía; / Dios alteza, un ser, bondad, a gran vileza mirad / que hoy os canta amor así: ¿qué mandáis hacer de mí?" Eran aquellos tiempos cuando favorablemente moría el oscurantismo e Isabel y Fernando, reyes de España, habían decidido convertir a toda la región al catolicismo para así mantener su imperio. De esta manera también nació la llamada Santa Inquisición en medio de la irrecusable perplejidad de la gleba por la nueva realidad que se avecinaba.

Así transcurrió la mañana de un día de verano del 2020. Yo, ensimismada con el balance histórico de Alejandra al descubrir su elegantísima y bien labrada elegía a modo de libro-bitácora de los últimos días del escritor mexicano. Qué sorprendente fue para mí ver el otro lado de la luna. Es decir, el lado humano de aquel escritor que una vez leí y muchas veces vi con mi mirada agnóstica en sus programas de televisión desenvainando furioso la espada en defensión de las palabras y sus conceptos. Debo aceptar, sin embargo, que lo concebí de manera diferente al verlo junto a Ikram Antaki, de quien soy fiel seguidora; otra furiosa defensora de la semántica y del pensamiento, pero nunca de las creencias. Al contrario. Así eran esos dos titanes de las Letras. Me fui a casa nuevamente feliz y plena, pero antes me permití repetir a coro, desde el placer literario –¡Bien, Alejandra, bien!

Sus libros se pueden conseguir en las librerías Gandhi, Porrúa Cuernavaca centro y en la Rana de la casona de Cuernavaca. Estas son sus credenciales:

Nació en Cuernavaca, Morelos, el 11 de agosto de 1966. Narradora y poeta. Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma Metropolitana, realizó estudios de posgrado en Houston,Texas y la Maestría en Estudios de la Diferencia Sexual en la Universidad de Barcelona. Imparte talleres, conferencias y diplomados desde 1995. Fue coordinadora del Fondo Editorial del Instituto de Cultura del Estado de Morelos. Responsable del programa de Cátedras de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Ha colaborado en publicaciones como El Nacional del Sur, La Otra, La Jornada Semanal, Textual y Voz de la Tribu (UAEM). Creadora y conductora del programa radiofónico literario Vuelo entre líneas. Realizó la adaptación y grabación de tres de sus obras para su transmisión radiofónica a través del Instituto Morelense de Radio y Televisión. Becaria del programa Jóvenes Creadores del FOECA en 1988 y 1999. Medalla de Honor por la Cultura 2016 que otorga el Congreso del Estado de Morelos.

Desde hace veintiún años imparte talleres literarios y conferencias. Fue creadora y conductora de Vuelo entre líneas, programa radiofónico y televisivo, de literatura y poesía. Estuvo al frente de la coordinación del Fondo Editorial del Instituto de Cultura del estado de Morelos. Escribe artículos literarios y reseñas, en La Jornada Semanal. Ha escrito más de 70 presentaciones de libros. El 17 de abril de 2016 fue galardonada con la Medalla de Honor por la Cultura, por el Congreso del Estado de Morelos. Adaptó y grabó tres novelas de su autoría para su transmisión radiofónica, a través del Instituto Morelense de Radio y Televisión. Produjo y grabó un audiolibro, con su poemario: “Escrita, la voz”.

Entre sus obras publicadas se encuentran: Tapicería de cuentos, Ed. Vid, 1997; Confitería de letras (narraciones,) MVS Editorial, 2002; Francisca (novela corta), 2003, primera edición y Ed. Felou, 2010; Ábrego entre los árboles (poemario), Ed. Toma y Lee, 2003; Señor mío y Dios mío. Ricardo Garibay, la fiera inteligencia, Ed. Océano, 2003 (primera edición),CECULTAH, 2013 y De otro tipo, 2014; Morelos, primavera de México, Ed. Lunwerg, 2008. Las virtudes (antología poética) Ed. Poesía en el Andén, 2008; Reposo del silencio (poesía), Ed. Porrúa, 2008; Charlas de café con Leona Vicario, Ed. Random House Mondadori, 2010; Pies de Trapo (Un duelo por mi madre), Ed. Porrúa, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y Secretaría de Cultura del Estado de Morelos, 2017. Actualmente es responsable del programa de Cátedras de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos; y miembro del consejo editorial y columnista en la revista Voz de la Tribu de la Secretaría de Comunicación Universitaria de la UAEM. En proceso de edición trabaja en: La espada Golondra (narrativa); Escrita, la voz y Vivimos como podemos (poesía).

Entre las estructuras arbóreas y de asfalto que ocultan las aulas de las diferentes universidades de Cuernavaca, surge una voz potente, categórica, pero de amable modulación; con una dicción inconfundible, pero despojada de cualquier señal de petulancia. Al contrario.

Ella es, Alejandra Atala, la misma que a sus 13 años, sin saberlo, escribía la metáfora de su propia vida en el cuaderno negro beteado de contador que había elegido para que la pasta dura protegiera las delicadas y primerizas letras de su infancia cuando todavía no sabía que la escritura podía también ser un oficio. Cuando la conocí, estaba en la UAEM coordinando el Programa de Cátedras en el auditorio de la Biblioteca que organizaba la Secretaría de Extensión y la dirección de Difusión Cultural. Ese día se llevaba a cabo la Cátedra Rosario Castellanos y me atreví a leer, tímidamente, un poema que yo había escrito a propósito de nuestra gran escritora mexicana. Me fui a casa feliz y plena, había cumplido mi cometido, además de llevarme la deliciosa retórica de Alejandra había dejado en mi pensamiento.

¡Por fin pudimos reunirnos! Había esperado tanto tiempo este momento...

El restaurante está semivacío. Las cosas son diferentes en estos tiempos por la espeluznante pandemia que envuelve a nuestro aterido mundo. Hemos sorteado todo tipo de protocolos de sana distancia para reunirnos aunque sea con nuestros tapabocas que opacan nuestros lentes cada vez que respiramos. Pedimos fruta, pan y café. Desde la portada de su paginario "Señor mío y Dios mío, Ricardo Garibay: la fiera inteligencia" que Alejandra pone en la mesa, Garibay nos observa sentado en la banca de madera adornada con dos magníficos medallones. Su inconfundible sombra robusta está expectante. Él se sabe el gran maestro del lenguaje por el "orden casi perfecto de las palabras". Exhala el humo de su cigarrillo, tiene la pierna cruzada, disfrutando de su personalidad aguerrida, violenta e intolerante; su mirada sigue siendo penetrante y voluntariosa al igual que su indómito sarcasmo. El humo de su cigarro se apodera de nuestra escena.

–Bien Alejandra, bien –le dice Garibay con el pecho henchido cuando escucha a Alejandra deleitarme con la historia de este libro, de otros libros, de su poesía y de todos sus logros esta mañana fresca cuando ha dejado de llover. Quién dijera, acaso, que esa niña se convertiría en la vasta escritora y poeta que abriría, no solamente las puertas sobre el mar como decía Rafael Alberti, sino también las puertas del cielo de par en par, acompañando a su mentor en los días de su evanescencia, tomando su mano con tortuosa delicadeza por la insoslayable tristeza que la envolvía.

Esta historia me resulta como en el mágico cuento de Oscar Wilde. Es la "Estrellita" de 13 años y ojos arabescos que entra al jardín prohibido de los libros de aquel ogro que ella supo escuchar, aguantar y comprender durante 17 años. La adolescente que a sus 13 años subía exultante las escaleras que la conducían al paraíso de la erudición. La que tomaba su banquito de mimbre y se sentaba muy derechita para escuchar con embeleso la ínclita sapiencia que emanaba de los labios de su mentor de 57 años. Su naturaleza amable, pero férrea, le permitió persuadir, desde pequeña, al hombre de la infancia escabrosa que le dejó imborrable huella en el alma. El hombre que siempre se debatió entre su deber ser y el ímpetu de la carne. El hombre que la enseñó a oír y oyendo... aprendió todo de él. El maestro que la moldeó conforme a su literatura, conforme a sus libros. Ningún otro. El hombre que le enseñara a estremecerse con los poemas más hermosos, hasta que un día ella tomó su propio camino para continuar sus letras y se alejó de la tutela del que se había convertido también en su suegro, aunque a él no le gustara el apelativo.

Alejandra es una mujer de fe y sus letras, en determinado momento, dieron un giro de 180 grados llevándola a la cercanía y revelación de dos mujeres "amantes espirituales" en razón de que participa el cuerpo y el alma en sus relaciones que cambiaron al mundo. Un linaje que la ha llamado y acompañado desde hace muchos años. Entre poema y poema que acariciaban sus hojas de papel abrazando también el pensamiento de María Zambrano, entre muchas y muchos otros más, Alejandra encontró la respuestas de las cosas, de lo divino y así lo plasmó en sus libros.

En el "Reposo en el silencio", por ejemplo, escribió XXXIV magníficos cantos que recrean los momentos de María Magdalena durante la agonía y la muerte de Jesús. "Ella ahí, la tersa piel desnuda; las rodillas hincadas sobre el áspero tapiz del suelo; el cabello como el atardecer en el mar de Galilea, ondulante preludio a la tragedia de su espalda lacerada en estrías verticales". María Magdalena, una de las mujeres más polémicas del mundo judeocristiano, de quien se ha escrito tanto y tan poco a la vez, principalmente por mujeres. "¿Quién podía ser esta mujer que rebasaba toda mortal posibilidad de admiración, quién el hombre a su lado, apenas visible, en la misma postura que ella, acompañándola?". No es difícil imaginarse a Alejandra postrada ante sus profundas reflexiones convirtiéndolas en letras, en palabras, en poesía. "Llevo varios días buscándote, buscando la salvación" escribe Alejandra desde el estremecimiento de su cuerpo, desde las burbujas de su propia luz, rezando esos nuevos rezos que acallan los clamores de un averno. "Entró una noche / Se quitó las sandalias / no lavó sus pies / e hizo a un lado / los velos del dosel./ Magdalena dormía / el sueño del Eterno,/ sueño que, como todo sueño, / le fue regalado..."

En el libro "Del delirio al amor", nos encontramos con la doctora de la iglesia y fundadora de más de 17 conventos; política, consejera y humilde escritora de más de cinco mil páginas; ama y señora de ríos de tinta que han recorrido el mundo alrededor de su obra. Como prócer que cabalga entre palacios y castillos junto a las letras del Siglo de Oro, Alejandra nos abre paso hasta llegar a la pequeña ventana del locutorio de Santa Teresa de Ávila para leerla en todo su esplendor en medio de sus visiones y sus experiencias místicas de Dios. "Vuestra soy / para Vos nací, /¿qué mandáis hacer de mí? /Soberana Majestad, / eterna sabiduría, / bondad buena al alma mía; / Dios alteza, un ser, bondad, a gran vileza mirad / que hoy os canta amor así: ¿qué mandáis hacer de mí?" Eran aquellos tiempos cuando favorablemente moría el oscurantismo e Isabel y Fernando, reyes de España, habían decidido convertir a toda la región al catolicismo para así mantener su imperio. De esta manera también nació la llamada Santa Inquisición en medio de la irrecusable perplejidad de la gleba por la nueva realidad que se avecinaba.

Así transcurrió la mañana de un día de verano del 2020. Yo, ensimismada con el balance histórico de Alejandra al descubrir su elegantísima y bien labrada elegía a modo de libro-bitácora de los últimos días del escritor mexicano. Qué sorprendente fue para mí ver el otro lado de la luna. Es decir, el lado humano de aquel escritor que una vez leí y muchas veces vi con mi mirada agnóstica en sus programas de televisión desenvainando furioso la espada en defensión de las palabras y sus conceptos. Debo aceptar, sin embargo, que lo concebí de manera diferente al verlo junto a Ikram Antaki, de quien soy fiel seguidora; otra furiosa defensora de la semántica y del pensamiento, pero nunca de las creencias. Al contrario. Así eran esos dos titanes de las Letras. Me fui a casa nuevamente feliz y plena, pero antes me permití repetir a coro, desde el placer literario –¡Bien, Alejandra, bien!

Sus libros se pueden conseguir en las librerías Gandhi, Porrúa Cuernavaca centro y en la Rana de la casona de Cuernavaca. Estas son sus credenciales:

Nació en Cuernavaca, Morelos, el 11 de agosto de 1966. Narradora y poeta. Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma Metropolitana, realizó estudios de posgrado en Houston,Texas y la Maestría en Estudios de la Diferencia Sexual en la Universidad de Barcelona. Imparte talleres, conferencias y diplomados desde 1995. Fue coordinadora del Fondo Editorial del Instituto de Cultura del Estado de Morelos. Responsable del programa de Cátedras de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Ha colaborado en publicaciones como El Nacional del Sur, La Otra, La Jornada Semanal, Textual y Voz de la Tribu (UAEM). Creadora y conductora del programa radiofónico literario Vuelo entre líneas. Realizó la adaptación y grabación de tres de sus obras para su transmisión radiofónica a través del Instituto Morelense de Radio y Televisión. Becaria del programa Jóvenes Creadores del FOECA en 1988 y 1999. Medalla de Honor por la Cultura 2016 que otorga el Congreso del Estado de Morelos.

Desde hace veintiún años imparte talleres literarios y conferencias. Fue creadora y conductora de Vuelo entre líneas, programa radiofónico y televisivo, de literatura y poesía. Estuvo al frente de la coordinación del Fondo Editorial del Instituto de Cultura del estado de Morelos. Escribe artículos literarios y reseñas, en La Jornada Semanal. Ha escrito más de 70 presentaciones de libros. El 17 de abril de 2016 fue galardonada con la Medalla de Honor por la Cultura, por el Congreso del Estado de Morelos. Adaptó y grabó tres novelas de su autoría para su transmisión radiofónica, a través del Instituto Morelense de Radio y Televisión. Produjo y grabó un audiolibro, con su poemario: “Escrita, la voz”.

Entre sus obras publicadas se encuentran: Tapicería de cuentos, Ed. Vid, 1997; Confitería de letras (narraciones,) MVS Editorial, 2002; Francisca (novela corta), 2003, primera edición y Ed. Felou, 2010; Ábrego entre los árboles (poemario), Ed. Toma y Lee, 2003; Señor mío y Dios mío. Ricardo Garibay, la fiera inteligencia, Ed. Océano, 2003 (primera edición),CECULTAH, 2013 y De otro tipo, 2014; Morelos, primavera de México, Ed. Lunwerg, 2008. Las virtudes (antología poética) Ed. Poesía en el Andén, 2008; Reposo del silencio (poesía), Ed. Porrúa, 2008; Charlas de café con Leona Vicario, Ed. Random House Mondadori, 2010; Pies de Trapo (Un duelo por mi madre), Ed. Porrúa, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y Secretaría de Cultura del Estado de Morelos, 2017. Actualmente es responsable del programa de Cátedras de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos; y miembro del consejo editorial y columnista en la revista Voz de la Tribu de la Secretaría de Comunicación Universitaria de la UAEM. En proceso de edición trabaja en: La espada Golondra (narrativa); Escrita, la voz y Vivimos como podemos (poesía).

Seguridad

Fallida, estrategia para prevenir incendios forestales: ambientalista

Más de mil hectáreas fueron devastadas por el incendio que se registró la primera quincena de abril en Huitzilac. Ambientalistas urgen más recursos para la prevención y atención de siniestros

Local

INAH intervendrá en restauración de acueducto dañado por un camión en Gualupita

Camión daña acueducto histórico en Cuernavaca, intervendrá INAH para su restauración

Local

Tepoztlán y UAEM organizan la 'Fiesta de la zarza y el nopal'

La próxima Fiesta de la zarza y el nopal se festejará pronto en la comunidad de San Juan Tlacotenco, ¡checa de qué se trata!

Elecciones 2024

Lucía Meza promete respeto a los derechos de jubilados de UAEM

El proyecto de gobierno de Lucía Meza promete dignificar las condiciones de los jubilados

Elecciones 2024

Margarita González: Con unidad, Morelos llegará a una nueva etapa

Margarita González Saravia, candidata a la gubernatura de Morelos, aseguró que con unidad y fuerza el estado llegará a una nueva etapa

Elecciones 2024

José Luis Urióstegui recorre el Centro con hija de Xóchitl Gálvez

José Luis Urióstegui escuchó las demandas de la ciudadanía junto a Diana Vega Gálvez hija de Xóchitl Gálvez