/ lunes 30 de mayo de 2022

Reivindicando a Plutón | No hay salud sin salud mental

Antes de la pandemia, en 2017, se estimaba que uno de cada tres mexicanos presentaremos algún desorden psiquiátrico a lo largo de nuestra vida. A partir de la pandemia esto ha empeorado drásticamente y el INEGI reporta que en 2021 uno de cada cuatro mexicanos requirió atención a su salud mental pero solamente 2 de cada 10 alcanzó a recibirla.

El aislamiento durante el confinamiento, la falta de socialización que provocó frecuentes sentimientos de soledad así como ansiedad ante el riesgo de infección, sufrimiento o muerte propia o de los seres queridos, fueron los factores agravantes. Entre los trabajadores de la salud, el agotamiento ha sido un antecedente frecuente de pensamientos suicidas.

Los jóvenes han sido particularmente frágiles ante esta situación. Los resultados del más reciente reporte global sobre la carga de enfermedades (Global Burden of Disesase Study) revela un incremento inusitado de comportamientos de auto daño o suicidas en este grupo de edad. Los jóvenes con desórdenes mentales preexistentes son más vulnerables todavía.

El estudio indica también que las mujeres son más frecuentemente afectadas en el deterioro de su salud mental que los hombres y que la existencia de condiciones como asma, cáncer o padecimientos cardiacos influye también en la aparición de desórdenes mentales.

La disrupción provocada por el confinamiento afectó de manera directa a millones de personas que no pudieron dar seguimiento a sus tratamientos psicológicos o psiquiátricos o que se vieron obligadas a abandonar sus esquemas de medicamentos.

Desafortunadamente, la generación de condiciones masivas para la atención de la salud mental requiere una fuerte inversión. El Atlas sobre Salud Mental 2020, realizado con datos anteriores a la pandemia, indica que en promedio, los países asignan solamente el 2% de su presupuesto de salud a la salud mental y que el 60% de ese presupuesto se asigna a hospitales psiquiátricos. El monto del presupuesto para salud mental ejercido por el gobierno federal en 2021 en México asciende a 3 mil 31 millones de pesos, casi 10% menos de lo que asignado en 2013. En el presupuesto 2022, los rubros para atención psiquiátrica no presentaron cambios con respecto al año anterior.

En este contexto es importante saber que la Cámara de Diputados aprobó por 471 votos a favor, cero en contra y dos abstenciones un dictamen en materia de Salud Mental y Adicciones el pasado 5 de abril, el cual fue publicado en el diario oficial de la federación el 16 de mayo de este año. Entre los temas que privilegia este documento se encuentra la obligación explicita del Estado en garantizar el acceso universal, igualitario y equitativo a la atención de la salud mental y de las adicciones a las personas en territorio nacional. También se indica que los servicios y programas en materia de salud mental y adicciones deberán privilegiar la atención comunitaria, integral, interdisciplinaria, intercultural, intersectorial, con perspectiva de género y participativa de las personas desde el primer nivel de atención y los hospitales genérales.

Desde la discusión, hubo preocupación ante las diferentes interpretaciones de esta legislación y después de una errática serie de declaraciones, hace cuatro días finalmente el gobierno federal en voz del secretario de Salud, confirmó oficialmente lo que se temía, la desaparición de los hospitales psiquiátricos en todo el territorio nacional pues consideran que la familia es el entorno idóneo para la atención de estos pacientes.

Esta decisión, difícil de defender en cualquier momento pero más todavía ahora que vivimos una vorágine de violencia alimentada por la frustración de la crisis económica, resulta ominosa.

Tal como ocurrió con otras decisiones del gobierno como la cancelación de las estancias infantiles o de la escuela de tiempo completo, la desaparición de los hospitales psiquiátricos impactará de manera desproporcionada al ingreso de las familias de menos recursos y a las mujeres al darles una carga adicional de trabajo, y a la sociedad en general al dejar en el abandono a miles de personas con padecimientos graves en su salud mental quienes podrían ser un riesgo a si mismas, a sus familiares y a todos a su alrededor.

Algo que saben en todo el mundo, incluyendo Dinamarca que tiene 15 hospitales psiquiátricos para 5 millones de habitantes, pero parece que aquí no lo tenemos tan claro, es que no hay salud, sin salud mental.

Para información adicional de éste y otros temas de interés visiten:

Blogspot: Reinvindicando a Plutón

Facebook: BValderramaB

Antes de la pandemia, en 2017, se estimaba que uno de cada tres mexicanos presentaremos algún desorden psiquiátrico a lo largo de nuestra vida. A partir de la pandemia esto ha empeorado drásticamente y el INEGI reporta que en 2021 uno de cada cuatro mexicanos requirió atención a su salud mental pero solamente 2 de cada 10 alcanzó a recibirla.

El aislamiento durante el confinamiento, la falta de socialización que provocó frecuentes sentimientos de soledad así como ansiedad ante el riesgo de infección, sufrimiento o muerte propia o de los seres queridos, fueron los factores agravantes. Entre los trabajadores de la salud, el agotamiento ha sido un antecedente frecuente de pensamientos suicidas.

Los jóvenes han sido particularmente frágiles ante esta situación. Los resultados del más reciente reporte global sobre la carga de enfermedades (Global Burden of Disesase Study) revela un incremento inusitado de comportamientos de auto daño o suicidas en este grupo de edad. Los jóvenes con desórdenes mentales preexistentes son más vulnerables todavía.

El estudio indica también que las mujeres son más frecuentemente afectadas en el deterioro de su salud mental que los hombres y que la existencia de condiciones como asma, cáncer o padecimientos cardiacos influye también en la aparición de desórdenes mentales.

La disrupción provocada por el confinamiento afectó de manera directa a millones de personas que no pudieron dar seguimiento a sus tratamientos psicológicos o psiquiátricos o que se vieron obligadas a abandonar sus esquemas de medicamentos.

Desafortunadamente, la generación de condiciones masivas para la atención de la salud mental requiere una fuerte inversión. El Atlas sobre Salud Mental 2020, realizado con datos anteriores a la pandemia, indica que en promedio, los países asignan solamente el 2% de su presupuesto de salud a la salud mental y que el 60% de ese presupuesto se asigna a hospitales psiquiátricos. El monto del presupuesto para salud mental ejercido por el gobierno federal en 2021 en México asciende a 3 mil 31 millones de pesos, casi 10% menos de lo que asignado en 2013. En el presupuesto 2022, los rubros para atención psiquiátrica no presentaron cambios con respecto al año anterior.

En este contexto es importante saber que la Cámara de Diputados aprobó por 471 votos a favor, cero en contra y dos abstenciones un dictamen en materia de Salud Mental y Adicciones el pasado 5 de abril, el cual fue publicado en el diario oficial de la federación el 16 de mayo de este año. Entre los temas que privilegia este documento se encuentra la obligación explicita del Estado en garantizar el acceso universal, igualitario y equitativo a la atención de la salud mental y de las adicciones a las personas en territorio nacional. También se indica que los servicios y programas en materia de salud mental y adicciones deberán privilegiar la atención comunitaria, integral, interdisciplinaria, intercultural, intersectorial, con perspectiva de género y participativa de las personas desde el primer nivel de atención y los hospitales genérales.

Desde la discusión, hubo preocupación ante las diferentes interpretaciones de esta legislación y después de una errática serie de declaraciones, hace cuatro días finalmente el gobierno federal en voz del secretario de Salud, confirmó oficialmente lo que se temía, la desaparición de los hospitales psiquiátricos en todo el territorio nacional pues consideran que la familia es el entorno idóneo para la atención de estos pacientes.

Esta decisión, difícil de defender en cualquier momento pero más todavía ahora que vivimos una vorágine de violencia alimentada por la frustración de la crisis económica, resulta ominosa.

Tal como ocurrió con otras decisiones del gobierno como la cancelación de las estancias infantiles o de la escuela de tiempo completo, la desaparición de los hospitales psiquiátricos impactará de manera desproporcionada al ingreso de las familias de menos recursos y a las mujeres al darles una carga adicional de trabajo, y a la sociedad en general al dejar en el abandono a miles de personas con padecimientos graves en su salud mental quienes podrían ser un riesgo a si mismas, a sus familiares y a todos a su alrededor.

Algo que saben en todo el mundo, incluyendo Dinamarca que tiene 15 hospitales psiquiátricos para 5 millones de habitantes, pero parece que aquí no lo tenemos tan claro, es que no hay salud, sin salud mental.

Para información adicional de éste y otros temas de interés visiten:

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