Abandonando mi rutina, decidí posponer la elaboración de esta columna que normalmente realizo el domingo a primera hora, hasta haber digerido el efecto de la movilización de hoy, 18 de febrero, al igual que los deliciosos tamales que Doña Goyita de Jiutepec preparó para los asistentes de la marcha en Cuernavaca.
Lo primero que debo apuntar es que la participación ciudadana, libre e informada, superó con creces las expectativas de los organizadores. ¿Cuántas personas se movilizaron? Quizá nunca lo sepamos y les digo porqué. El Zócalo de la Ciudad de México tiene capacidad para 1.2 millones de personas cuando la marcha la convoca Morena, pero si convoca la oposición solo reportan 90 mil asistentes. No nos debería sorprender que lo mismo ocurriese en los medios estatales, todos financiados en mayor o menor grado por el gobierno.
Lo que sí sabemos de cierto es que la convocatoria se replicó en 115 ciudades del país y algunas del extranjero, movilizando a cientos de miles de personas que simpatizan con un proyecto de nación en el cual la Ley sí sea la Ley, en el que el gobierno no tenga injerencia en el proceso electoral y respete el voto, en el que quien pierda reconozca su derrota, en el que no se utilicen los programas sociales con fines electorales, en el que los derechos de las minorías sean reconocidos.
Los mexicanos hemos salido a las calles para exigir al gobierno que no intervenga en el proceso electoral en cuatro ocasiones. La primera fue en abril de 2004 cuando el presidente Fox impulsó un juicio de procedencia contra el entonces jefe de gobierno de la Ciudad de México. En contra de sus intereses partidarios, el presidente Fox demostró ser un demócrata acatando la voluntad popular con los resultados que conocemos.
Irónicamente, la víctima de entonces es ahora el victimario, ya que las otras tres veces han ocurrido en los últimos 18 meses. En noviembre del 2022 salimos a la calle en defensa del INE, en febrero del 2023 en defensa de la Suprema Corte y hoy en defensa de la democracia.
A diferencia del 2004, el gobierno actual no da acuse de recibido. Como si las marchas hubieran sido en Narnia y no en el país que gobiernan. Al contrario, lo han convertido en un forcejeo de popularidad y a cada manifestación de la ciudadanía el gobierno responde con una más grande, como si con eso se neutralizara la demanda social que representan.
A pesar de todo, es palpable es su descontento. Más allá de la guerra de cifras, hoy alguien dió la orden de que no se izará la bandera nacional en el asta del Zócalo de la Ciudad de México y también de que se aprovechara la audiencia televisiva atenta al mensaje de Lorenzo Córdoba para enlazar, sin corte de por medio, la ceremonia de investidura de la candidata oficial.
La marcha de hoy no es el último episodio de una serie que termina, al contrario, el 18 de febrero del 2024 pasará a la historia como el día cero para la democracia en México en el que todos somo protagonistas.
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