/ lunes 8 de abril de 2024

Nuestro telescopio en riesgo

Mientras que los países que buscan prosperar invierten de forma estratégica en investigación científica, el México de la 4T ha reducido el financiamiento a proyectos, a la construcción y mantenimiento de infraestructura y a la formación de jóvenes investigadores por debajo de los niveles de principio de siglo.

El Gran Telescopio Milimétrico Alfonso Serrano, conocido como GTM, es la única pieza de infraestructura científica de gran escala que se ha construido en nuestro país. Producto de la colaboración entre México y Estados Unidos, este instrumento es el telescopio de plato único y movible más grande del mundo con un costo de construcción y puesta en marcha cercano a los 200 millones de dólares.

Localizado en la cima del extinto volcán Tlitépetl, quinto pico más alto del país localizado en la franja que divide Puebla y Veracruz, el GTM tiene entre sus funciones realizar investigación pionera, entrenar a las futuras generaciones de científicos e ingenieros y desarrollar nueva tecnología para el beneficio de la sociedad.

Gracias al GTM es que los astrofísicos mexicanos pueden participar en proyectos internacionales de vanguardia, como fue la obtención de la primera imagen en la historia de la sombra de un agujero negro supermasivo, hazaña lograda hace apenas un par de años.

En el momento que se toma la decisión como país de invertir en infraestructura científica de gran escala se debe considerar que no basta con aportar lo necesario para la construcción y equipamiento, sino que se debe proveer una cantidad regular de recursos que permitan su operación, mantenimiento y renovación.

La construcción del GTM tomó 14 años, un plazo que corre a través de tres gobiernos. Desde su puesta en marcha en 2006, se han sucedido tres gobiernos más sin que se hayan documentado incidentes que pusieran en riesgo su funcionamiento.

Es una tremenda ironía que justo esta semana que México va a ser el sitio idóneo para la observación del eclipse, la comunidad científica del país haya tenido que publicar una carta apoyada por más de mil colegas en la que advierte sobre el riesgo que implica para el futuro del GTM que el presupuesto asignado por el gobierno este año se termine el 31 de agosto.

El contenido de la carta ha sido replicado en numerosos sitios de noticias así como en las revistas científicas más prestigiadas en el área. Destaco la declaración del Dr. Luis Alberto Zapata, director del Instituto de Radioastronomía y Astrofísica de la UNAM con respecto a que antes era más sencillo acercarte al director del Conacyt y hablarle de las preocupaciones. Ahora, es más difícil, no hay una conversación, es más un monólogo.

Al recortar el presupuesto para la operación del GTM el gobierno estará contagiando a la comunidad científica de su ceguera, pero no una ceguera física de las que impiden ver, sino una ceguera ideológica de las que impiden pensar, parafraseando al gran Octavio Paz.

Mientras que los países que buscan prosperar invierten de forma estratégica en investigación científica, el México de la 4T ha reducido el financiamiento a proyectos, a la construcción y mantenimiento de infraestructura y a la formación de jóvenes investigadores por debajo de los niveles de principio de siglo.

El Gran Telescopio Milimétrico Alfonso Serrano, conocido como GTM, es la única pieza de infraestructura científica de gran escala que se ha construido en nuestro país. Producto de la colaboración entre México y Estados Unidos, este instrumento es el telescopio de plato único y movible más grande del mundo con un costo de construcción y puesta en marcha cercano a los 200 millones de dólares.

Localizado en la cima del extinto volcán Tlitépetl, quinto pico más alto del país localizado en la franja que divide Puebla y Veracruz, el GTM tiene entre sus funciones realizar investigación pionera, entrenar a las futuras generaciones de científicos e ingenieros y desarrollar nueva tecnología para el beneficio de la sociedad.

Gracias al GTM es que los astrofísicos mexicanos pueden participar en proyectos internacionales de vanguardia, como fue la obtención de la primera imagen en la historia de la sombra de un agujero negro supermasivo, hazaña lograda hace apenas un par de años.

En el momento que se toma la decisión como país de invertir en infraestructura científica de gran escala se debe considerar que no basta con aportar lo necesario para la construcción y equipamiento, sino que se debe proveer una cantidad regular de recursos que permitan su operación, mantenimiento y renovación.

La construcción del GTM tomó 14 años, un plazo que corre a través de tres gobiernos. Desde su puesta en marcha en 2006, se han sucedido tres gobiernos más sin que se hayan documentado incidentes que pusieran en riesgo su funcionamiento.

Es una tremenda ironía que justo esta semana que México va a ser el sitio idóneo para la observación del eclipse, la comunidad científica del país haya tenido que publicar una carta apoyada por más de mil colegas en la que advierte sobre el riesgo que implica para el futuro del GTM que el presupuesto asignado por el gobierno este año se termine el 31 de agosto.

El contenido de la carta ha sido replicado en numerosos sitios de noticias así como en las revistas científicas más prestigiadas en el área. Destaco la declaración del Dr. Luis Alberto Zapata, director del Instituto de Radioastronomía y Astrofísica de la UNAM con respecto a que antes era más sencillo acercarte al director del Conacyt y hablarle de las preocupaciones. Ahora, es más difícil, no hay una conversación, es más un monólogo.

Al recortar el presupuesto para la operación del GTM el gobierno estará contagiando a la comunidad científica de su ceguera, pero no una ceguera física de las que impiden ver, sino una ceguera ideológica de las que impiden pensar, parafraseando al gran Octavio Paz.