/ lunes 28 de agosto de 2023

Sexismo y misógina en la política: Ni barbies ni marranas

Mientras navegaba por internet me encontré una “nota” de algún medio de comunicación que tenía como título: “la Barbie diputada que cautiva en tik tok” refiriéndose a una mujer política que cumple con los cánones de belleza que nos ha impuesto la sociedad y que ha decidido publicar en sus redes sociales su vida cotidiana, en la que claramente incluye fotografías de ella en diferentes atuendos y escenarios, luciendo su belleza y su estilo de vida, cosa que para nada debería ser un motivo de prejuicio sobre su actividad política. El calificativo “Barbie”está muy lejos de ser objetivo sobre su desempeño político y muy cerca de convertir a una persona en un “objeto”, cosa que es muy común en la cultura patriarcal.

En un país en el que las violencias machistas y feminicidas cada día cobran más fuerza, permitir actos o de sexismo o de discriminación en contra de las mujeres es inadmisible pero desafortunadamente cada vez más común, y es que aunque hoy tengamos identificada, tipificada y sancionada la violencia política en razón de género, aún hay actos colectivos, mediáticos y públicos que “de manera sutil” refuerzan los estereotipos y dan espacio a la cosificación de las mujeres, promoviendo una imagen equivocada sobre las mujeres que llevan una vida pública.

La violencia política en contra de las mujeres está marcada precisamente por estereotipos, una carga sexista fuerte y la misoginia que se ha gestado desde lo más profundo de nuestra cultura patriarcal, pero también hay que decirlo claramente; el sexismo muchas veces pasa casi desapercibido, un cumplido a una política, una expresión acerca de su sensualidad, su belleza o su gracia femenina como cualidades a exaltar de su liderazgo son sexistas, pero poco lo entendemos porque descansan en la sutileza del halago.

Una mujer que se dedica al ámbito público tiene muy seguramente muchas cualidades que le permiten estar o en la búsqueda o en el ejercicio del poder y esta no debe estar condicionada a ningún “deber ser estético”, de “comportamiento social” o de cánones de ningún tipo. Pensemos si a los varones se les exige lo mismo, por ejemplo, cuando a una mujer pública se le exhibe sobre su vestimenta o su apariencia, y se particularizan los elementos y cuando a los hombres muy ocasionalmente se les juzga por su apariencia y cuando se hace, apenas es en lo general, no es para nada el mismo rasero.

Hace unos días también, contrario al encabezado de la “diputada Barbie” atestiguamos en redes sociales un enfrentamiento entre Ricardo Salinas Pliego y la Senadora morenista Citlali Hernández, en esa pelea, el dueño de TvAzteca se refería a la también secretaria general de Morena como “marrana”, gorda y todos los derivados que de esos insultos resultaran, haciendo de la pelea (al parecer motivada por su descontento con su quehacer político) una pelea de insultos personales sobre su cuerpo, su salud y su apariencia, lo que no puede pasarse por alto pues también forma parte del sexismo que vulnera a las mujeres política es este país. A Citlali le tocó una parte muy oscura de estas expresiones, la que obliga a las mujeres a ser de una manera en específico, la que se impone por encima del talento de las mujeres. A ambas, a Citlali y a la diputada a la que refiere el encabezado de Barbie, les ha tocado ser víctimas del sexismo. A una le han hecho parecer un objeto sexual y a la otra le han descalificado por no cumplir los cánones sociales de belleza. Ambas han sido expuestas por todo, menos lo más importante en este andar público: sus talentos o carencias de estos; mientras esto siga sucediendo, las violencias de género en lo política seguirán avanzando. No se puede vivir creyendo que el rasero con el que se mide a las mujeres en lo público está siquiera cerca de aquel que mide a los varones.

Pd: ni locas, ni mal cog*das, ni gordas, ni frígidas. Las mujeres en política somos talento, trabajo y perseverancia en un mundo de machos y machistas que nos siguen exigiendo caber en moldes a los que ya no estamos dispuestas a entrar.

Mientras navegaba por internet me encontré una “nota” de algún medio de comunicación que tenía como título: “la Barbie diputada que cautiva en tik tok” refiriéndose a una mujer política que cumple con los cánones de belleza que nos ha impuesto la sociedad y que ha decidido publicar en sus redes sociales su vida cotidiana, en la que claramente incluye fotografías de ella en diferentes atuendos y escenarios, luciendo su belleza y su estilo de vida, cosa que para nada debería ser un motivo de prejuicio sobre su actividad política. El calificativo “Barbie”está muy lejos de ser objetivo sobre su desempeño político y muy cerca de convertir a una persona en un “objeto”, cosa que es muy común en la cultura patriarcal.

En un país en el que las violencias machistas y feminicidas cada día cobran más fuerza, permitir actos o de sexismo o de discriminación en contra de las mujeres es inadmisible pero desafortunadamente cada vez más común, y es que aunque hoy tengamos identificada, tipificada y sancionada la violencia política en razón de género, aún hay actos colectivos, mediáticos y públicos que “de manera sutil” refuerzan los estereotipos y dan espacio a la cosificación de las mujeres, promoviendo una imagen equivocada sobre las mujeres que llevan una vida pública.

La violencia política en contra de las mujeres está marcada precisamente por estereotipos, una carga sexista fuerte y la misoginia que se ha gestado desde lo más profundo de nuestra cultura patriarcal, pero también hay que decirlo claramente; el sexismo muchas veces pasa casi desapercibido, un cumplido a una política, una expresión acerca de su sensualidad, su belleza o su gracia femenina como cualidades a exaltar de su liderazgo son sexistas, pero poco lo entendemos porque descansan en la sutileza del halago.

Una mujer que se dedica al ámbito público tiene muy seguramente muchas cualidades que le permiten estar o en la búsqueda o en el ejercicio del poder y esta no debe estar condicionada a ningún “deber ser estético”, de “comportamiento social” o de cánones de ningún tipo. Pensemos si a los varones se les exige lo mismo, por ejemplo, cuando a una mujer pública se le exhibe sobre su vestimenta o su apariencia, y se particularizan los elementos y cuando a los hombres muy ocasionalmente se les juzga por su apariencia y cuando se hace, apenas es en lo general, no es para nada el mismo rasero.

Hace unos días también, contrario al encabezado de la “diputada Barbie” atestiguamos en redes sociales un enfrentamiento entre Ricardo Salinas Pliego y la Senadora morenista Citlali Hernández, en esa pelea, el dueño de TvAzteca se refería a la también secretaria general de Morena como “marrana”, gorda y todos los derivados que de esos insultos resultaran, haciendo de la pelea (al parecer motivada por su descontento con su quehacer político) una pelea de insultos personales sobre su cuerpo, su salud y su apariencia, lo que no puede pasarse por alto pues también forma parte del sexismo que vulnera a las mujeres política es este país. A Citlali le tocó una parte muy oscura de estas expresiones, la que obliga a las mujeres a ser de una manera en específico, la que se impone por encima del talento de las mujeres. A ambas, a Citlali y a la diputada a la que refiere el encabezado de Barbie, les ha tocado ser víctimas del sexismo. A una le han hecho parecer un objeto sexual y a la otra le han descalificado por no cumplir los cánones sociales de belleza. Ambas han sido expuestas por todo, menos lo más importante en este andar público: sus talentos o carencias de estos; mientras esto siga sucediendo, las violencias de género en lo política seguirán avanzando. No se puede vivir creyendo que el rasero con el que se mide a las mujeres en lo público está siquiera cerca de aquel que mide a los varones.

Pd: ni locas, ni mal cog*das, ni gordas, ni frígidas. Las mujeres en política somos talento, trabajo y perseverancia en un mundo de machos y machistas que nos siguen exigiendo caber en moldes a los que ya no estamos dispuestas a entrar.