Durante los últimos meses, he recorrido gran parte de nuestros municipios, he platicado con cientos de morelenses, caminado junto a ellos y escuchado sus inquietudes; con preocupación veo a nuestra gente enojada, con resentimiento e impotencia, el gobierno les ha fallado. Se sienten engañados porque las promesas de campaña nunca se materializaron, su condición de vida no mejoró, la inseguridad se incrementó, el trabajo no llegó y la corrupción permeó cada rincón.
Todas estas expresiones de preocupación y de decepción, además de la crisis política y social que vivimos en el Estado, dan como resultado una primera afirmación: nuestro querido Morelos atraviesa uno de los peores momentos en su historia.
Pero, no todo está perdido, a pesar de la adversidad que vivimos en nuestro Estado, estoy convencido de que los morelenses somos personas valientes, de fe, de trabajo y de una gran convicción para luchar por nuestros ideales, porque estamos determinados a mejorar las condiciones de vida de nuestras familias y nuestra gente.
Tenemos una tarea muy concreta: cambiar los reclamos y la decepción por propuestas y esperanza. Esa esperanza y anhelo que vemos reflejados en la mirada de nuestros jóvenes y nuestros niños, cada uno presente y futuro de nuestra sociedad, esa esperanza y fuerza que vemos en todas las madres que día a día ven por ellas y sus familias; la esperanza y valentía que vemos de los hombres comprometidos que luchan por sacar adelante a Morelos, no vamos a dejar que nos roben la esperanza. No vamos a perder la grandeza de nuestro Estado, vamos a trabajar juntos por él y por toda su maravillosa gente, los morelenses.
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