/ miércoles 13 de mayo de 2020

El ciclo perdido

Cuando iba a terminar un período escolar, no eran pocos los maestros que hacían preguntas retóricas “¿ya qué van a aprender?” y organizaban actividades para pasar el rato en las aulas, dando argumentos al descrédito de los sistemas escolarizados que, sin embargo, no tuvieron competencia real durante prácticamente toda la historia de la educación.

Construimos un sistema cuyos logros académicos se concentraron en un conjunto de credenciales, que se lograban no tanto por los aprendizajes obtenidos, sino por una serie de méritos más disciplinarios (asistencia, puntualidad, obediencia). Este sistema aprendió a pervivir por la vía de la eliminación de aquello que lo amenazaba y que ubicaba en los rangos de disfuncionalidades del aprendizaje, educación informal, y otros más globales como transculturación y hasta colonialismo cultural.

La escuela era intocable y así permaneció por siglos, encerrada en sí misma al grado que los propios docentes se refieren comúnmente a la vida como el “afuera”. Allá afuera se van a encontrar otra realidad, diferente a la que se enseña en las aulas, era el mensaje constante, durísimo que poco podía entenderse dado que los alumnos a quienes se dirigía estaban dentro y tenían que obedecer las normas de ese encierro.

Y justo de afuera tuvo que llegar el embate más duro que haya sufrido la escuela. Porque la institución que sobrevivió a invasiones barbáricas, cruzadas, guerras, desastres naturales, persecuciones, fue cerrada por el igualador poder de un virus y la gente tuvo que recurrir a otros medios para adquirir conocimiento, formalizando lo que para la escuela era totalmente informal. Y aunque con toda la tradición a cuestas, poco a poco los recursos en línea, tutoriales, clases virtuales, cursillos, demuestran una fuerza mucho mayor de la que se les había concedido desde lo sacro de las aulas. La eficiencia que los tutoriales tienen para resolver problemas sencillos, su universalidad, su disponibilidad permanente, parecen extraordinarias herramientas frente a las tradiciones escolásticas que han sido rebasadas por la vida moderna.

Por eso ahora que se plantea la posibilidad de retrasar o de plano cancelar la vuelta a clases para este ciclo escolar tendría que redefinirse el papel de las herramientas didácticas libres en el aprendizaje de los alumnos, el valor que tiene la evaluación del conocimiento contra el que hoy se da a los procesos de credencialización con toda su colección de defectos, que muchos leen hoy como virtudes. Para que la educación dé el giro final que necesita, convirtiéndose en un verdadero puente entre el mundo real y el ideal, lo que implica ofrecer un set de conocimientos mínimos indispensables para cumplir una serie de objetivos vitales, pero también el ejercicio civilizatorio que todos esperamos de las instituciones educativas y que a menudo ha sido pasado por alto por el sistema, permitiendo que los docentes y autoridades educativas evadan su responsabilidad al respecto.

Más allá del desenlace de este ciclo escolar, es momento de evaluar a la escuela para transformarla a fondo, una tarea de todos.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Cuando iba a terminar un período escolar, no eran pocos los maestros que hacían preguntas retóricas “¿ya qué van a aprender?” y organizaban actividades para pasar el rato en las aulas, dando argumentos al descrédito de los sistemas escolarizados que, sin embargo, no tuvieron competencia real durante prácticamente toda la historia de la educación.

Construimos un sistema cuyos logros académicos se concentraron en un conjunto de credenciales, que se lograban no tanto por los aprendizajes obtenidos, sino por una serie de méritos más disciplinarios (asistencia, puntualidad, obediencia). Este sistema aprendió a pervivir por la vía de la eliminación de aquello que lo amenazaba y que ubicaba en los rangos de disfuncionalidades del aprendizaje, educación informal, y otros más globales como transculturación y hasta colonialismo cultural.

La escuela era intocable y así permaneció por siglos, encerrada en sí misma al grado que los propios docentes se refieren comúnmente a la vida como el “afuera”. Allá afuera se van a encontrar otra realidad, diferente a la que se enseña en las aulas, era el mensaje constante, durísimo que poco podía entenderse dado que los alumnos a quienes se dirigía estaban dentro y tenían que obedecer las normas de ese encierro.

Y justo de afuera tuvo que llegar el embate más duro que haya sufrido la escuela. Porque la institución que sobrevivió a invasiones barbáricas, cruzadas, guerras, desastres naturales, persecuciones, fue cerrada por el igualador poder de un virus y la gente tuvo que recurrir a otros medios para adquirir conocimiento, formalizando lo que para la escuela era totalmente informal. Y aunque con toda la tradición a cuestas, poco a poco los recursos en línea, tutoriales, clases virtuales, cursillos, demuestran una fuerza mucho mayor de la que se les había concedido desde lo sacro de las aulas. La eficiencia que los tutoriales tienen para resolver problemas sencillos, su universalidad, su disponibilidad permanente, parecen extraordinarias herramientas frente a las tradiciones escolásticas que han sido rebasadas por la vida moderna.

Por eso ahora que se plantea la posibilidad de retrasar o de plano cancelar la vuelta a clases para este ciclo escolar tendría que redefinirse el papel de las herramientas didácticas libres en el aprendizaje de los alumnos, el valor que tiene la evaluación del conocimiento contra el que hoy se da a los procesos de credencialización con toda su colección de defectos, que muchos leen hoy como virtudes. Para que la educación dé el giro final que necesita, convirtiéndose en un verdadero puente entre el mundo real y el ideal, lo que implica ofrecer un set de conocimientos mínimos indispensables para cumplir una serie de objetivos vitales, pero también el ejercicio civilizatorio que todos esperamos de las instituciones educativas y que a menudo ha sido pasado por alto por el sistema, permitiendo que los docentes y autoridades educativas evadan su responsabilidad al respecto.

Más allá del desenlace de este ciclo escolar, es momento de evaluar a la escuela para transformarla a fondo, una tarea de todos.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx