/ martes 22 de octubre de 2019

Agua, tierra, viento y fuego

Mirar hacia adentro

Para Dzoara

La alfarería incorpora los cuatro elementos en su elaboración: la tierra formará junto con el agua el barro a modelarse, el aire y el fuego la secarán y luego la cocerán. En el caso de la alfarería de Cuentepec, municipio de Temixco, mientras las piezas se hornean, las llamas lamen sus costados y dejan una mancha que va del gris oscuro al negro brillante, confiriéndoles una estética particular que, junto a su color anaranjado/amarillo, las distingue del resto de las que se elaboran en el estado.

Cuentepec es una población nahua que se ubica al terminar la carretera que atraviesa la zona arqueológica de Xochicalco. Se dice que su ubicación actual no es la original pues antes estaba situada al otro lado del río Tembembe, en un lugar que algunos habitantes llaman: “Tlajtepasole”, o “Muro viejo”. De ahí salió un hombre llamado Sebastián que se mudó a donde hoy es Cuentepec, y mucha gente lo siguió. Otro hombre, llamado Miguel, se quedó un tiempo en “Muro viejo”, pero al final se decidió a seguirlos. Por eso se dice que esta es la razón de que en el pueblo se celebre a San Sebastián y a San Miguel Arcángel.

Suele sentirse un enorme orgullo por las magníficas zonas arqueológicas que embellecen el territorio nacional, pero una indiferencia que a veces raya en la aversión por los indígenas que viven en sus alrededores; aunque no se puede decir a ciencia cierta que ellos son descendientes directos de quiénes construyeron las edificaciones que nos causan orgullo; en el caso de Cuentepec podría haber una línea ininterrumpida partiendo de Xochicalco hasta la actualidad, observable al comparar la cerámica prehispánica de ese sitio arqueológico con las piezas que actualmente se producen allí, hipótesis manejada por algunos arqueólogos.

La alfarería de Cuentepec se elabora casi, o únicamente por mujeres, ellas son las encargadas del hogar, del “tlecuil”, que hace las veces de estufa y de horno de cerámica. Las encargadas de transformar los maíces cosechados en alimento, de convertir el barro en primorosas ollas y tamaleras decoradas con animales y flores, que junto a enormes comales servirán para preparar los guisos; de elaborar tlacuaches que en su panza alojarán flores y plantas cuando ellas los vuelvan macetas; de dar forma a hermosas gallinas y guajolotas que guardarán los huevos que ofrendan. Son mujeres fuertes, creadoras, portadoras del fuego y de la vida.

Para Dzoara

La alfarería incorpora los cuatro elementos en su elaboración: la tierra formará junto con el agua el barro a modelarse, el aire y el fuego la secarán y luego la cocerán. En el caso de la alfarería de Cuentepec, municipio de Temixco, mientras las piezas se hornean, las llamas lamen sus costados y dejan una mancha que va del gris oscuro al negro brillante, confiriéndoles una estética particular que, junto a su color anaranjado/amarillo, las distingue del resto de las que se elaboran en el estado.

Cuentepec es una población nahua que se ubica al terminar la carretera que atraviesa la zona arqueológica de Xochicalco. Se dice que su ubicación actual no es la original pues antes estaba situada al otro lado del río Tembembe, en un lugar que algunos habitantes llaman: “Tlajtepasole”, o “Muro viejo”. De ahí salió un hombre llamado Sebastián que se mudó a donde hoy es Cuentepec, y mucha gente lo siguió. Otro hombre, llamado Miguel, se quedó un tiempo en “Muro viejo”, pero al final se decidió a seguirlos. Por eso se dice que esta es la razón de que en el pueblo se celebre a San Sebastián y a San Miguel Arcángel.

Suele sentirse un enorme orgullo por las magníficas zonas arqueológicas que embellecen el territorio nacional, pero una indiferencia que a veces raya en la aversión por los indígenas que viven en sus alrededores; aunque no se puede decir a ciencia cierta que ellos son descendientes directos de quiénes construyeron las edificaciones que nos causan orgullo; en el caso de Cuentepec podría haber una línea ininterrumpida partiendo de Xochicalco hasta la actualidad, observable al comparar la cerámica prehispánica de ese sitio arqueológico con las piezas que actualmente se producen allí, hipótesis manejada por algunos arqueólogos.

La alfarería de Cuentepec se elabora casi, o únicamente por mujeres, ellas son las encargadas del hogar, del “tlecuil”, que hace las veces de estufa y de horno de cerámica. Las encargadas de transformar los maíces cosechados en alimento, de convertir el barro en primorosas ollas y tamaleras decoradas con animales y flores, que junto a enormes comales servirán para preparar los guisos; de elaborar tlacuaches que en su panza alojarán flores y plantas cuando ellas los vuelvan macetas; de dar forma a hermosas gallinas y guajolotas que guardarán los huevos que ofrendan. Son mujeres fuertes, creadoras, portadoras del fuego y de la vida.

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