/ martes 7 de diciembre de 2021

"A la mitad del camino 2"

Continuando el hilo de la reflexión pasada, hay que decir que las casas encuestadoras registran tendencias diferentes sobre la popularidad y aprobación del presidente. A la encuesta Mitofsky mencionada se suman otras mas que fueron levantadas en el mes de noviembre. Oraculus registra 6, correspondientes a el Financiero, Reforma, Demotecnia de las Heras, Buendía y Laredo, Enkoll y Parametría con rangos de aprobación entre 58% y 72%, diferencias debidas a las metodologías utilizadas y las fechas de levantamiento de los cuestionarios, entre otras razones; abonando, consciente o inconscientemente, a la polarización que vive el país desde hace un tiempo. No es difícil desprender que el debate mismo nos indica tres cosas: primero, efectivamente el presidente constituye un fenómeno político ampliamente reconocido no solo por la simpatía de que aun goza, sino también por la aprobación que recibe de los ciudadanos; segundo, los porcentajes son significativos si se considera la crisis debida al coronavirus, lo que le da un halo de fortaleza, independientemente de los resultados en la administración; tercero, se reconoce que en gran medida se trata de la personalidad o carisma del propio presidente y como lo perciben los encuestados.

1.Imagen del poder

Tradicionalmente se ha identificado que la evolución del poder presidencial durante un sexenio comienza con gran fuerza y va menguando durante el período; a la mitad del sexenio se encuentra prácticamente en su climax y a partir de ahí, comienza su debilitamiento. Uno de los elementos que, en la temporalidad del poder, se guardaba celosamente por el impacto político en la administración y los grupos políticos, era la gestión de la sucesión presidencial. Efectivamente, el candidato del partido en el gobierno era tema durante el último año. Era una condición obvia y así se planteó tanto en los gobiernos priistas y panistas, como ha quedado registrado en los diferentes procesos electorales. Y es que, en el momento que se definía el candidato los nomios cambiaban de dirección, el poder del candidato crecía en relación inversamente proporcional al debilitamiento del presidente en turno.

En el presente sexenio, no solo el presidente llega a la mitad del mismo con alto rendimiento de poder y, además, de manera inusitada, abre la sucesión presidencial muy tempranamente. Esto ha generado un segundo debate bastante sobre la conveniencia o no de hacerlo de esa manera, lo curioso es que a este asunto entran propios y extraños a la administración. ¿Por qué el presidente, sabiendo esto, avanza en una política que iría contra el mismo? Es lo que analistas intentan dilucidar.

No obstante lo anterior, es un hecho que la información de primera mano con que cuenta el presidente le permite una gestión del tiempo en función de metas y objetivos políticos así como de los proyectos formulados y entendidas como prioritarias, situación que ha quedado supeditada en gran medida a la crisis sanitaria que vivimos. Nos seguimos en la siguiente columna, buena semana.

Continuando el hilo de la reflexión pasada, hay que decir que las casas encuestadoras registran tendencias diferentes sobre la popularidad y aprobación del presidente. A la encuesta Mitofsky mencionada se suman otras mas que fueron levantadas en el mes de noviembre. Oraculus registra 6, correspondientes a el Financiero, Reforma, Demotecnia de las Heras, Buendía y Laredo, Enkoll y Parametría con rangos de aprobación entre 58% y 72%, diferencias debidas a las metodologías utilizadas y las fechas de levantamiento de los cuestionarios, entre otras razones; abonando, consciente o inconscientemente, a la polarización que vive el país desde hace un tiempo. No es difícil desprender que el debate mismo nos indica tres cosas: primero, efectivamente el presidente constituye un fenómeno político ampliamente reconocido no solo por la simpatía de que aun goza, sino también por la aprobación que recibe de los ciudadanos; segundo, los porcentajes son significativos si se considera la crisis debida al coronavirus, lo que le da un halo de fortaleza, independientemente de los resultados en la administración; tercero, se reconoce que en gran medida se trata de la personalidad o carisma del propio presidente y como lo perciben los encuestados.

1.Imagen del poder

Tradicionalmente se ha identificado que la evolución del poder presidencial durante un sexenio comienza con gran fuerza y va menguando durante el período; a la mitad del sexenio se encuentra prácticamente en su climax y a partir de ahí, comienza su debilitamiento. Uno de los elementos que, en la temporalidad del poder, se guardaba celosamente por el impacto político en la administración y los grupos políticos, era la gestión de la sucesión presidencial. Efectivamente, el candidato del partido en el gobierno era tema durante el último año. Era una condición obvia y así se planteó tanto en los gobiernos priistas y panistas, como ha quedado registrado en los diferentes procesos electorales. Y es que, en el momento que se definía el candidato los nomios cambiaban de dirección, el poder del candidato crecía en relación inversamente proporcional al debilitamiento del presidente en turno.

En el presente sexenio, no solo el presidente llega a la mitad del mismo con alto rendimiento de poder y, además, de manera inusitada, abre la sucesión presidencial muy tempranamente. Esto ha generado un segundo debate bastante sobre la conveniencia o no de hacerlo de esa manera, lo curioso es que a este asunto entran propios y extraños a la administración. ¿Por qué el presidente, sabiendo esto, avanza en una política que iría contra el mismo? Es lo que analistas intentan dilucidar.

No obstante lo anterior, es un hecho que la información de primera mano con que cuenta el presidente le permite una gestión del tiempo en función de metas y objetivos políticos así como de los proyectos formulados y entendidas como prioritarias, situación que ha quedado supeditada en gran medida a la crisis sanitaria que vivimos. Nos seguimos en la siguiente columna, buena semana.