Antes de que existiera el Mercado Municipal de Oaxtepec, "El Güero" ya vendía cecina en esta región. Frente al exconvento de Santo Domingo (al otro lado del Centro Vacacional Oaxtepec), Guadalupe Pacheco llegaba cada fin de semana cargando la cecina que preparaba en Yecapixtla.
Ha pasado casi medio siglo desde entonces y el legado familiar perdura y se ha ganado la fama de ser uno de los mejores lugares para comer cecina en la zona.
"Mi padre empezó a venir a Oaxtepec antes de que se hiciera el mercado, vendiendo afuera de la iglesia. Era un tianguis, cuando el Oaxtepec tenía primera división. Entonces, cada 15 días había fútbol de primera: venía el américa, las chivas... Desde 1976", presume Miguel Pacheco, su hijo.
Miguel tiene la disciplina de levantarse todos los días a primera hora, para preparar la carne con el estándar que ellos mismos se han fijado: una cecina de corte fino, elaborada exclusivamente con la pulpa de la pierna de la res, sin excesos de grasa, como ocurre en otros lados.
"Se puede hacer cecina de todas las partes de la res, pero en nuestro mercado así es como lo hacemos, porque es lo que a la gente le gusta, es carne limpia y tiene que ser de esa pieza, que no tiene nada de 'gordo'. Hay otras piezas que llevan ese 'gordito", explica Miguel.
Miguel está orgulloso de los frutos que trajo el trabajo de su familia, y de la confianza que su padre tiene puesta en él para liderar el negocio.
"Siento alegría y satisfacción de que mi trabajo ha salido adelante, y de ser reconocido", dice El Güero.
Unidos, buscan la tranquilidad
En los últimos años, el corazón de Oaxtepec conoció la sombra que deja el paso de la violencia. El asesinato del empresario Jair Morón mientras se encontraba en un bar de su propiedad, dejó a los comerciantes preocupados sobre su seguridad, pero se esfuerzan por mantener la tranquilidad dentro de las instalaciones.
"Somos gente trabajadora y pacífica, nos gusta que la gente venga", dice una vendedora de artesanías.
El Mercado Municipal de Oaxtepec tiene la esencia turística que hace que la gente vaya y venga entre los pasillos, que salga y entre en busca de un souvenir con el cual volver a casa. Hay de todo y, si uno es paciente para desplazarse entre los pasillos, entre los jubilosos gritos de los vendedores y el olor de la comida caliente que viaja con el humo, seguro que encuentra algo.
"Es un mercado tranquilo, trabajamos de día, así que la gente puede venir y sentirse segura. Nos cuidamos entre nosotros, así que estamos tranquilos", concluye Miguel.
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