“Nada fácil, pero muy satisfactoria la restauración de los Niños Dios”, reconoce Felipe Vargas Ramírez sobre su trabajo que tras el paso de los años lo pone en un estado de incertidumbre sobre continuar con la restauración.
Su establecimiento se encuentra sobre la calle Tierra y Libertad, frente al mercado Benito Juárez. Al lado de ropa para quinceañeras, arreglos florales, decoraciones y ropa para vestir niños Dios, se encuentra su espacio de trabajo.
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Felipe Vargas restaura diferentes tamaños de niños Dios de yeso, los costos van desde los 70 pesos el más económico, hasta 320 pesos dependiendo los daños del material.
“no es fácil porque se trata de niños completamente lastimados, con unos me puedo pasar tres horas con un niño y con otro me puedo pasar 10 minutos, pero el tamaño no tiene que ver, y se le restaura sin problemas”, explicó.
Milagros y reliquias en esta labor
Al llegar la temporada decembrina de restaurar niños Dios, Vargas Ramírez ve como un "milagro" el hecho de que la gente solicite sus servicios y le ayude a generar ingresos extras. “He visto tantas cosas en los niños Dios increíbles, que te quedas helado”.
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De igual forma, la confianza de sus clientes es una motivación más para continuar esta labor; en estos años recibió reliquias muy antiguas de madera, algunos modelos que son herencia de varias generaciones e incluso piezas desde la capital del estado.
Uno de los milagros que vivió en esta profesión, fue recibir clientes en los años donde su economía sufría una crisis, “hicimos una promesa de donar a la iglesia lo que salía de los niños Dios, se cumplió y dejé de restaurar y un diciembre que llegué a abrir el local ya estaba una señora recargada en el lavadero de la fonda enfrente de mi local, me dijo vengo a que arregles mi niño y le dije que ya no restauró y me dijo no te pregunté te estoy pidiendo que restaures mi niño, y le dije que no, y agarro lo tapó como si fuera un niño de verdad con mucho cariño y se fue”.
"Al día siguiente volvió, llegó justo cuando estaba abriendo la cortina, me insistió en arreglarlo, y entonces recordé que no le entró ni un peso a la caja y era un nueve de diciembre, había eventos, arreglos florales, se tenían que entregar muchas cosas, y acepté reparar el niño y de inmediato fui a comprar el material y todo y empecé de nuevo y desde ahí no he dejado de restaurar, a partir de ese año vende la ropita y vestiditos”, concluyó.