/ lunes 9 de octubre de 2023

Producción cañera, en peligro de extinción

Escasa mano de obra, abusos por parte de organizaciones cañeras y cuotas excesivas ponen en riesgo una de las actividades más importantes del estado

Morelos, un estado emblemático por su contribución histórica a la Reforma Agraria, hoy enfrenta una situación preocupante en el ámbito de la producción cañera. Varios productores, con décadas de experiencia, describen un escenario que evoca los tiempos más oscuros del Porfiriato.


Con dos décadas en la producción de caña de azúcar, la experiencia de esta mujer refleja una profunda desilusión hacia el gobierno y las autoridades, además de la ineficaz distribución del agua y cómo algunos productores quedan atrapados en un ciclo de deuda con sus tierras. “Que el pueblo proteste. Estamos hartos”, clama.


Meses de trabajo sin ganancias

Domingo Leal, ejidatario de Tecomalco, en Ayala, va a todas partes con dos cosas: su sombrero y el recibo de su liquidación final de cañas de azúcar del periodo 2023, entregado por el ingenio de Casasano, en Cuautla. Una queja asentada en papel, con la esperanza de ser escuchado.

Este año, Domingo cultivó poco más de 42 toneladas de caña, pagadas por el ingenio a un precio de mil 230.21 pesos por tonelada, pero no recibió ni un peso de vuelta. Aunque sus ingresos debían ascender a más de 52 mil pesos, los descuentos por el pago de gastos de zafra, otros cargos y las retenciones de terceros, incluyendo el seguro del IMSS, le dejaron un saldo de cero pesos y cero centavos.


Así lo dice Domingo, mientras acaricia su sombrero, símbolo de su esfuerzo en el campo.

A pesar de haber invertido más de un año en el cultivo de la caña, la realidad está en los números de su recibo: cero ingresos frente a gastos de zafra que ascienden a 28,599.35 pesos.

Dentro de estos gastos, Leal desembolsó 2 mil 121.50 pesos en corte de caña, mil 077.72 pesos en el alce, 4 mil 622.32 pesos en el flete para su transporte y 4 mil 000 pesos en otros gastos de cosecha, cuyos detalles no se aclaran. Además, se añadieron 16 mil 642.80 pesos en avío (financiamiento o crédito para los insumos agrícolas y otras necesidades operativas) y 135 pesos para el seguro agrícola.

Pero la sangría económica no se detiene ahí. A estos gastos se suman otros cargos como los distribuibles y cuotas locales que suman 3 mil 895.13 pesos, así como las retenciones de terceros, como seguros y cuotas IMSS, por un valor total de 10 mil 487.31 pesos. Incluso, antes de considerar la aportación al Fideicomiso CIDCA, institución enfocada en proyectos de investigación científica en caña de azúcar, de 9 mil 204.57 pesos, el productor ya se encuentra en un déficit considerable.






Al final, el saldo en la liquidación se resume en un cero a secas, evidenciando un sistema que deja al pequeño agricultor en un ciclo vicioso de inversión sin retorno y una situación tan precaria que muchos de ellos se plantean abandonar el campo, que ha sido parte de sus vidas y las de sus ancestros.

“¿Cómo nos van a seguir dando ganas de sembrar caña? Sembrar caña es un esfuerzo que, si a veces no tenemos para comer o para el abono, mi esposo tiene que ir a darle y yo tengo que ver cómo le hago para llevarle de comer. A veces no queda uno con ganas de volver a hacer el trabajo”, agrega Cenobia.

Productores como Cenobia y Domingo entregan a la Central Casasano alrededor de 30 mil pesos, según evidencian sus recibos. En 2020, Cenobia cultivó el equivalente a 71 mil 948.80 pesos, con 128.480 toneladas de caña, de los cuales regresó a casa con 37 mil 553, pero lo que podría parecer una ganancia alcanza apenas para la inversión del siguiente periodo.

La situación preocupa a los productores cañeros de la región. / Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuautla

En los peores casos, los cañeros culminan el periodo endeudados, con montos que habrá que pagar en la siguiente zafra, tal como marcan los recibos:

“Recibí de Central Casasano S.A. de C.V. la cantidad de $0.00 por saldo que resultó a mi favor en esta liquidación final, o el importe que me corresponde después de haberme descontado mis obligaciones sobre adeudos de zafras anteriores a lo que doy mi entera conformidad”, se lee en el recibo de Leal. Y abajo, su firma.

“Cuando llega la liquidación y te queda algo, te emocionas, y dices 'ah bueno, me quedó una lana', pero ¿de dónde vas a sacar para volver a sembrar? Tienes que reinvertir para cultivar, para pagar la renta de tu tierra”, lamenta Domingo.

Se acaba la mano de obra

Mientras la producción cañera enfrenta problemas administrativos y financieros, la situación se agrava aún más por la grave escasez de mano de obra. Los testimonios de los productores de caña no dejan dudas: el panorama es desalentador.

Joaquín Crisóforo Campos Tejeda, veterano productor de caña de Villa de Ayala, con 40 años en el cultivo, describe la situación como una crisis sin precedentes.

“El campo realmente ya no es negocio”, afirma. La desilusión hacia las autoridades gubernamentales y organizaciones cañeras es evidente en su voz. Las injusticias en los precios de los productos, las tarifas elevadas impuestas por las uniones y la falta de transparencia en los pagos del seguro están asfixiando a los productores.

“Hay una crisis de mano de obra”, dice Joaquín.

La migración hacia actividades más rentables o, en el peor de los casos, ilícitas como el narcotráfico, está dejando los campos cañeros vacíos.

“Pero no es tanto que ya no haya mano de obra, sino que está muy barata, y el trabajador ya no quiere trabajar”, argumenta el ejidatario, agregando que la nueva regulación sobre no quemar la caña, a pesar de sus fundamentos, complicará aún más la cosecha. “Imagínate ahora a los obreros que, sabiendo que hay víboras o alacranes ahí, van a querer ir a cortar caña de azúcar sin quemar”, exclama.

Domingo, por su parte, subraya el abuso y la falta de claridad en las cuentas por parte del ingenio y las organizaciones. “El corte de caña se le paga a los cortadores a 50 pesos, pero a mí me lo cobra a 60”, denuncia.

La situación ha llegado al punto en que la contratación de mano de obra se habría convertido en un juego de engaños y falsas promesas. Los cortadores, traídos históricamente desde los lugares más lejanos de Guerrero, se están extinguiendo y hoy hay que ir a buscarlos a la frontera sur.

Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuautla


Tiempos de cambio

“Sí es grave la falta de mano de obra. Antes nos abastecíamos para el corte de caña en Guerrero, y ahorita no. Ahorita ya tenemos que ir a buscar hasta Chiapas, colindando con Guatemala”, dice Miguel Ángel Barranco García, presidente de la Unión Local de Productores de Caña, quien dibuja un futuro en el que los obreros dejarán de estar presentes en el campo.

“Tendremos que ver las mejores opciones para que las cosechadoras, las máquinas, sean más modernas. Hay diferentes marcas en el mercado y hay que ver cuál es la más adecuada, con las mejores dimensiones a las zurcadas que hay en nuestros terrenos”, explica el líder cañero.

Para Barranco, quien también es regidor de Desarrollo Agropecuario en el ayuntamiento de Cuautla, el panorama no es tan desolador como lo pintan los cañeros. De hecho, considera que 2023 fue uno de los mejores años en la historia de las zafras:

“En eso sí difiero. Ha sido un año estupendo en cuanto al precio de la tonelada de caña de azúcar. Históricamente, liquidamos en mil 230 pesos la tonelada. Un mejor precio de la tonelada siempre va a ser reflejado en el bolsillo de las familias cañeras”, afirma.

La cruda realidad

Cenobia y su familia viven en una pequeña casa del pueblo de San Rafael que en unas partes está hecha de cemento y otras de lámina. Toda la familia trabaja. Junto a su esposo, los hijos se van desde muy temprano a los cultivos a labrar la tierra y vigilar, últimamente infructuosamente, que al menos las milpas sigan creciendo. La escasez de agua durante este temporal, que es considerado por los campesinos como el peor de las últimas décadas, presenta un futuro sin esperanzas.

“Estamos hartos de tanto que nos han hecho y hemos estado viviendo. Estamos cansados. Pero seguimos trabajando la tierra y, mientras Dios nos de fuerzas, así será”, dice la ejidataria.

Zapata debió haber imaginado una vida mejor para los campesinos cuando luchó por estas tierras. Un siglo después de su muerte, estos ejidatarios están convencidos de que el sector cañero requiere de una nueva revolución que acabe con los abusos de las uniones y los ingenios, la falta de vigilancia por parte del gobierno federal y le devuelva el control a quienes trabajan la tierra con sus manos.

Mirada de desesperanza ante los cultivos afectados por la crisis actual. / Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuautla





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Morelos, un estado emblemático por su contribución histórica a la Reforma Agraria, hoy enfrenta una situación preocupante en el ámbito de la producción cañera. Varios productores, con décadas de experiencia, describen un escenario que evoca los tiempos más oscuros del Porfiriato.


Con dos décadas en la producción de caña de azúcar, la experiencia de esta mujer refleja una profunda desilusión hacia el gobierno y las autoridades, además de la ineficaz distribución del agua y cómo algunos productores quedan atrapados en un ciclo de deuda con sus tierras. “Que el pueblo proteste. Estamos hartos”, clama.


Meses de trabajo sin ganancias

Domingo Leal, ejidatario de Tecomalco, en Ayala, va a todas partes con dos cosas: su sombrero y el recibo de su liquidación final de cañas de azúcar del periodo 2023, entregado por el ingenio de Casasano, en Cuautla. Una queja asentada en papel, con la esperanza de ser escuchado.

Este año, Domingo cultivó poco más de 42 toneladas de caña, pagadas por el ingenio a un precio de mil 230.21 pesos por tonelada, pero no recibió ni un peso de vuelta. Aunque sus ingresos debían ascender a más de 52 mil pesos, los descuentos por el pago de gastos de zafra, otros cargos y las retenciones de terceros, incluyendo el seguro del IMSS, le dejaron un saldo de cero pesos y cero centavos.


Así lo dice Domingo, mientras acaricia su sombrero, símbolo de su esfuerzo en el campo.

A pesar de haber invertido más de un año en el cultivo de la caña, la realidad está en los números de su recibo: cero ingresos frente a gastos de zafra que ascienden a 28,599.35 pesos.

Dentro de estos gastos, Leal desembolsó 2 mil 121.50 pesos en corte de caña, mil 077.72 pesos en el alce, 4 mil 622.32 pesos en el flete para su transporte y 4 mil 000 pesos en otros gastos de cosecha, cuyos detalles no se aclaran. Además, se añadieron 16 mil 642.80 pesos en avío (financiamiento o crédito para los insumos agrícolas y otras necesidades operativas) y 135 pesos para el seguro agrícola.

Pero la sangría económica no se detiene ahí. A estos gastos se suman otros cargos como los distribuibles y cuotas locales que suman 3 mil 895.13 pesos, así como las retenciones de terceros, como seguros y cuotas IMSS, por un valor total de 10 mil 487.31 pesos. Incluso, antes de considerar la aportación al Fideicomiso CIDCA, institución enfocada en proyectos de investigación científica en caña de azúcar, de 9 mil 204.57 pesos, el productor ya se encuentra en un déficit considerable.






Al final, el saldo en la liquidación se resume en un cero a secas, evidenciando un sistema que deja al pequeño agricultor en un ciclo vicioso de inversión sin retorno y una situación tan precaria que muchos de ellos se plantean abandonar el campo, que ha sido parte de sus vidas y las de sus ancestros.

“¿Cómo nos van a seguir dando ganas de sembrar caña? Sembrar caña es un esfuerzo que, si a veces no tenemos para comer o para el abono, mi esposo tiene que ir a darle y yo tengo que ver cómo le hago para llevarle de comer. A veces no queda uno con ganas de volver a hacer el trabajo”, agrega Cenobia.

Productores como Cenobia y Domingo entregan a la Central Casasano alrededor de 30 mil pesos, según evidencian sus recibos. En 2020, Cenobia cultivó el equivalente a 71 mil 948.80 pesos, con 128.480 toneladas de caña, de los cuales regresó a casa con 37 mil 553, pero lo que podría parecer una ganancia alcanza apenas para la inversión del siguiente periodo.

La situación preocupa a los productores cañeros de la región. / Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuautla

En los peores casos, los cañeros culminan el periodo endeudados, con montos que habrá que pagar en la siguiente zafra, tal como marcan los recibos:

“Recibí de Central Casasano S.A. de C.V. la cantidad de $0.00 por saldo que resultó a mi favor en esta liquidación final, o el importe que me corresponde después de haberme descontado mis obligaciones sobre adeudos de zafras anteriores a lo que doy mi entera conformidad”, se lee en el recibo de Leal. Y abajo, su firma.

“Cuando llega la liquidación y te queda algo, te emocionas, y dices 'ah bueno, me quedó una lana', pero ¿de dónde vas a sacar para volver a sembrar? Tienes que reinvertir para cultivar, para pagar la renta de tu tierra”, lamenta Domingo.

Se acaba la mano de obra

Mientras la producción cañera enfrenta problemas administrativos y financieros, la situación se agrava aún más por la grave escasez de mano de obra. Los testimonios de los productores de caña no dejan dudas: el panorama es desalentador.

Joaquín Crisóforo Campos Tejeda, veterano productor de caña de Villa de Ayala, con 40 años en el cultivo, describe la situación como una crisis sin precedentes.

“El campo realmente ya no es negocio”, afirma. La desilusión hacia las autoridades gubernamentales y organizaciones cañeras es evidente en su voz. Las injusticias en los precios de los productos, las tarifas elevadas impuestas por las uniones y la falta de transparencia en los pagos del seguro están asfixiando a los productores.

“Hay una crisis de mano de obra”, dice Joaquín.

La migración hacia actividades más rentables o, en el peor de los casos, ilícitas como el narcotráfico, está dejando los campos cañeros vacíos.

“Pero no es tanto que ya no haya mano de obra, sino que está muy barata, y el trabajador ya no quiere trabajar”, argumenta el ejidatario, agregando que la nueva regulación sobre no quemar la caña, a pesar de sus fundamentos, complicará aún más la cosecha. “Imagínate ahora a los obreros que, sabiendo que hay víboras o alacranes ahí, van a querer ir a cortar caña de azúcar sin quemar”, exclama.

Domingo, por su parte, subraya el abuso y la falta de claridad en las cuentas por parte del ingenio y las organizaciones. “El corte de caña se le paga a los cortadores a 50 pesos, pero a mí me lo cobra a 60”, denuncia.

La situación ha llegado al punto en que la contratación de mano de obra se habría convertido en un juego de engaños y falsas promesas. Los cortadores, traídos históricamente desde los lugares más lejanos de Guerrero, se están extinguiendo y hoy hay que ir a buscarlos a la frontera sur.

Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuautla


Tiempos de cambio

“Sí es grave la falta de mano de obra. Antes nos abastecíamos para el corte de caña en Guerrero, y ahorita no. Ahorita ya tenemos que ir a buscar hasta Chiapas, colindando con Guatemala”, dice Miguel Ángel Barranco García, presidente de la Unión Local de Productores de Caña, quien dibuja un futuro en el que los obreros dejarán de estar presentes en el campo.

“Tendremos que ver las mejores opciones para que las cosechadoras, las máquinas, sean más modernas. Hay diferentes marcas en el mercado y hay que ver cuál es la más adecuada, con las mejores dimensiones a las zurcadas que hay en nuestros terrenos”, explica el líder cañero.

Para Barranco, quien también es regidor de Desarrollo Agropecuario en el ayuntamiento de Cuautla, el panorama no es tan desolador como lo pintan los cañeros. De hecho, considera que 2023 fue uno de los mejores años en la historia de las zafras:

“En eso sí difiero. Ha sido un año estupendo en cuanto al precio de la tonelada de caña de azúcar. Históricamente, liquidamos en mil 230 pesos la tonelada. Un mejor precio de la tonelada siempre va a ser reflejado en el bolsillo de las familias cañeras”, afirma.

La cruda realidad

Cenobia y su familia viven en una pequeña casa del pueblo de San Rafael que en unas partes está hecha de cemento y otras de lámina. Toda la familia trabaja. Junto a su esposo, los hijos se van desde muy temprano a los cultivos a labrar la tierra y vigilar, últimamente infructuosamente, que al menos las milpas sigan creciendo. La escasez de agua durante este temporal, que es considerado por los campesinos como el peor de las últimas décadas, presenta un futuro sin esperanzas.

“Estamos hartos de tanto que nos han hecho y hemos estado viviendo. Estamos cansados. Pero seguimos trabajando la tierra y, mientras Dios nos de fuerzas, así será”, dice la ejidataria.

Zapata debió haber imaginado una vida mejor para los campesinos cuando luchó por estas tierras. Un siglo después de su muerte, estos ejidatarios están convencidos de que el sector cañero requiere de una nueva revolución que acabe con los abusos de las uniones y los ingenios, la falta de vigilancia por parte del gobierno federal y le devuelva el control a quienes trabajan la tierra con sus manos.

Mirada de desesperanza ante los cultivos afectados por la crisis actual. / Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuautla





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