/ lunes 3 de julio de 2023

Froylán Trujillo: 45 años fotoperiodismo

Sus imágenes son suma de experiencia, anécdota y contenido, y han marcado un estilo y formado escuela en El Sol de Cuernavaca y El Sol de Cuautla

Froylán Trujillo empezó a trabajar siendo un niño. Allá en el mercado Adolfo López Mateos fueron sus primeras chambitas, pero aún siendo menor de edad conoció al que sería el amor de su vida laboral: El Sol de Cuernavaca.

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En aquél tiempo, 1978, la radio tocaba a Camilo Sesto, Roberto Carlos, Juan Gabriel y los Virtuosos de la Salsa; en el cine daban Supermán, Vaselina, Tiburón 2 y El Cielo Puede Esperar, en la tele había pocas opciones, sobre todo en provincia, Ensalada de Locos, El Chavo del Ocho, Hogar Dulce Hogar, Los Polivoces. Cuernavaca era muy diferente a lo que hoy es. El Casino de la Selva todavía funcionaba, el mercado Adolfo López Mateos resistía la competencia de los menos de diez supermercados que había en la ciudad, la gente caminaba por las calles sin temor a la delincuencia. Uno de esos peatones era Froylán Trujillo. Su afán por observarlo todo, su hambre para ver más allá, y la oportunidad que se le abría en aquel naciente proyecto de medio impreso, lo convirtieron en fotoperiodista y mentor de generaciones de reporteros que le recuerdan con su “órale, vamos para acá que hay nota”.

Las charlas con Froy, como le dice casi todo Morelos, porque reconoce él mismo: “Soy como la Adelita, popular entre la tropa”, son una colección de anécdotas que combinan lo periodístico y lo laboral. “Me iba yo en autobús a México a llevar la valija (donde se acomodaba el material de cada edición diaria) y ya entraba al edificio de la OEM (Organización Editorial Mexicana), y entregaba rápido y luego de regreso, todos los días”, y confiesa siempre que la Ciudad de México entonces lo impresionaba, aunque no necesitaba decirlo, su mirada lo evidencia siempre.

Su gran amor es la cámara, a la que cuida y procura. / Emireth Cossio | El Sol de Cuernavaca

Hacer periodismo con Froylán Trujillo es aprender todos los días. Desde las cosas más complejas, como la composición de una imagen y la ubicación de la lente para tener el mejor tiro, hasta las más simples, como dónde venden los mejores antojitos para aguantar las largas jornadas de caminata. “Una vez el tuyo me trajo caminando desde el INE (en La Pradera), hasta el centro y luego al periódico”, pero no es queja porque sonríe, sacamos como quince historias ese día. Y es que a Froy le encanta trabajar, seguramente por eso siempre lo hace sonriente y casi todos los reporteros quieren que los acompañe.

Lee también: Otorgan Premio al Mérito Periodístico a Froylán Trujillo

Trujillo ha vivido 45 años en El Sol de Cuernavaca, que es como su segunda casa. En ella se ha adaptado a cada cambio que el periodismo exige. Aprendió a revelar en las tiras de negativo, que exigían extremo cuidado no sólo en su proceso, sino hasta en las tomas; “no podías andar desperdiciando material”. Luego en las cámaras digitales de discos flexibles “nos emocionaron mucho, pero eran bien lentas”, y después ya en digital “y ahora hasta con WiFi” para mandar de inmediato las imágenes por teléfono. También aprendió rápido a tomar fotografías desde su teléfono pero su gran amor es la cámara, a la que cuida y procura como muchos hacen con sus automóviles o sus computadoras, le compra lentes, tarjetas, pilas, todo para ofrecer tomas diferentes.

Los 45 años de Froy en El Sol de Cuernavaca le han convertido en un referente necesario. No es para menos, su técnica ha ilustrado más de un millar de portadas de El Sol de Cuernavaca y El Sol de Cuautla y ha marcado el estilo fotográfico que distingue a los dos periódicos. Trujillo juega con las imágenes en las que siempre busca incluir un detalle travieso: una mosca en el maíz, una paloma en un monumento, un leve rayo de sol en un cielo nublado, un perro entre los peatones, un gesto detrás de los anteojos; elementos que permiten adivinar una realidad mucho más compleja de la que asoma. La foto de Froylán Trujillo suele ser sorpresiva desde la ubicación de la cámara.

Siempre mantiene el optimismo que contagia al hacer el trabajo periodístico. / Archivo | El Sol de Cuernavaca

Si, como creía Kapuscinski, “para ser buen periodista hay que ser buena persona”, Froy es un gran fotoperiodista. Su calidad humana es reconocida en casa y fuera de ella.

Después de tanto tiempo trabajando, Trujillo mantiene el optimismo que contagia en toda la redacción. Sonríe incluso cuando se enoja, lo que hace parecer el trabajo periodístico mucho más fácil de lo que suele ser. Así que al informarnos de su retiro nos resistimos a creerlo.

Froy se va para estar con su familia, para disfrutar de una fama bien ganada, para descansar de 45 años bien vividos y mejor trabajados. Cuando hablamos de ello reclama siempre “me vas a hacer llorar”. Pero aunque se retira, Froy se queda en El Sol de Cuernavaca y El Sol de Cuautla porque su espíritu de trabajo nos inspiró hasta volverse parte de cada uno, porque su estilo en la fotografía hizo escuela.


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Froylán Trujillo empezó a trabajar siendo un niño. Allá en el mercado Adolfo López Mateos fueron sus primeras chambitas, pero aún siendo menor de edad conoció al que sería el amor de su vida laboral: El Sol de Cuernavaca.

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En aquél tiempo, 1978, la radio tocaba a Camilo Sesto, Roberto Carlos, Juan Gabriel y los Virtuosos de la Salsa; en el cine daban Supermán, Vaselina, Tiburón 2 y El Cielo Puede Esperar, en la tele había pocas opciones, sobre todo en provincia, Ensalada de Locos, El Chavo del Ocho, Hogar Dulce Hogar, Los Polivoces. Cuernavaca era muy diferente a lo que hoy es. El Casino de la Selva todavía funcionaba, el mercado Adolfo López Mateos resistía la competencia de los menos de diez supermercados que había en la ciudad, la gente caminaba por las calles sin temor a la delincuencia. Uno de esos peatones era Froylán Trujillo. Su afán por observarlo todo, su hambre para ver más allá, y la oportunidad que se le abría en aquel naciente proyecto de medio impreso, lo convirtieron en fotoperiodista y mentor de generaciones de reporteros que le recuerdan con su “órale, vamos para acá que hay nota”.

Las charlas con Froy, como le dice casi todo Morelos, porque reconoce él mismo: “Soy como la Adelita, popular entre la tropa”, son una colección de anécdotas que combinan lo periodístico y lo laboral. “Me iba yo en autobús a México a llevar la valija (donde se acomodaba el material de cada edición diaria) y ya entraba al edificio de la OEM (Organización Editorial Mexicana), y entregaba rápido y luego de regreso, todos los días”, y confiesa siempre que la Ciudad de México entonces lo impresionaba, aunque no necesitaba decirlo, su mirada lo evidencia siempre.

Su gran amor es la cámara, a la que cuida y procura. / Emireth Cossio | El Sol de Cuernavaca

Hacer periodismo con Froylán Trujillo es aprender todos los días. Desde las cosas más complejas, como la composición de una imagen y la ubicación de la lente para tener el mejor tiro, hasta las más simples, como dónde venden los mejores antojitos para aguantar las largas jornadas de caminata. “Una vez el tuyo me trajo caminando desde el INE (en La Pradera), hasta el centro y luego al periódico”, pero no es queja porque sonríe, sacamos como quince historias ese día. Y es que a Froy le encanta trabajar, seguramente por eso siempre lo hace sonriente y casi todos los reporteros quieren que los acompañe.

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Trujillo ha vivido 45 años en El Sol de Cuernavaca, que es como su segunda casa. En ella se ha adaptado a cada cambio que el periodismo exige. Aprendió a revelar en las tiras de negativo, que exigían extremo cuidado no sólo en su proceso, sino hasta en las tomas; “no podías andar desperdiciando material”. Luego en las cámaras digitales de discos flexibles “nos emocionaron mucho, pero eran bien lentas”, y después ya en digital “y ahora hasta con WiFi” para mandar de inmediato las imágenes por teléfono. También aprendió rápido a tomar fotografías desde su teléfono pero su gran amor es la cámara, a la que cuida y procura como muchos hacen con sus automóviles o sus computadoras, le compra lentes, tarjetas, pilas, todo para ofrecer tomas diferentes.

Los 45 años de Froy en El Sol de Cuernavaca le han convertido en un referente necesario. No es para menos, su técnica ha ilustrado más de un millar de portadas de El Sol de Cuernavaca y El Sol de Cuautla y ha marcado el estilo fotográfico que distingue a los dos periódicos. Trujillo juega con las imágenes en las que siempre busca incluir un detalle travieso: una mosca en el maíz, una paloma en un monumento, un leve rayo de sol en un cielo nublado, un perro entre los peatones, un gesto detrás de los anteojos; elementos que permiten adivinar una realidad mucho más compleja de la que asoma. La foto de Froylán Trujillo suele ser sorpresiva desde la ubicación de la cámara.

Siempre mantiene el optimismo que contagia al hacer el trabajo periodístico. / Archivo | El Sol de Cuernavaca

Si, como creía Kapuscinski, “para ser buen periodista hay que ser buena persona”, Froy es un gran fotoperiodista. Su calidad humana es reconocida en casa y fuera de ella.

Después de tanto tiempo trabajando, Trujillo mantiene el optimismo que contagia en toda la redacción. Sonríe incluso cuando se enoja, lo que hace parecer el trabajo periodístico mucho más fácil de lo que suele ser. Así que al informarnos de su retiro nos resistimos a creerlo.

Froy se va para estar con su familia, para disfrutar de una fama bien ganada, para descansar de 45 años bien vividos y mejor trabajados. Cuando hablamos de ello reclama siempre “me vas a hacer llorar”. Pero aunque se retira, Froy se queda en El Sol de Cuernavaca y El Sol de Cuautla porque su espíritu de trabajo nos inspiró hasta volverse parte de cada uno, porque su estilo en la fotografía hizo escuela.


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